lunes, 28 de enero de 2013

El cuaderno de Bento

John Berger

Alfaguara. Ensayo autobiográfico, 180 páginas. Edición 2012.

En el alba se formula una promesa. El gran John Berger (Londres 1926) amaga con fusionarse con el gran Baruch o Bento o Benedict Spinoza (1632-1677). Sólo el arte -sospecho- permite la transmigración de las almas. Pero la promesa no se cumple, el titulo es engañoso, el lector interesado en el arduo pensador judío hallará poco más que fragmentos de su Etica; eso sí, sutilmente seleccionados. Y el mismo Berger de siempre: el poeta en prosa, el ameno narrador de historias con un imperativo moral, el marxista impenitente pero no tonto, el exégeta del proletariado, el dinosaurio de la Guerra Fría.

Incluye el volumen también bellísimos dibujos. Recordará el lector que Berger -además de novelista, ensayista y dramaturgo- cultiva las artes plásticas. Aquí detalla en qué consiste el acto de dibujar (un lugar oblicuo al lenguaje), añadiendo un procedimiento que se la da muy bien: la interpretación de la pintura famosa. El collage se completa con artículos publicados en su día en la revista Harper.

Berger quiere ser una encarnación de la entereza. Sugiere tratar de escribir a mano, con los nudillos ensangrentados. Añora el tiempo en que era la Historia la se escribía con mayúscula, y no las marcas comerciales. Sostiene que hoy vivimos bajo una tiranía global sin rostro; la democracia y el mercado libre, supuestamente, se han fusionado en un solo organismo depredador. Parangona a los plutócratas con Hitler o Stalin. ¡No diga tonterías, hombre!, debe respóndersele desde el Sur al insigne escritor. Igualar es absolver. Sólo un europeo o un estadounidense de izquierdas, habituado a la comodidad de la libre expresión, puede ser tan necio de igualar la democracia liberal con cualquier dictadura. Berger debería haber vivido en Santiago de Chile o en Varsovia en 1977 (o en La Habana hoy) antes de vomitar soflamas con tanta ligereza.

Guillermo Belcore
Publicada en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Regular

PD: Me temo que el gran Berger ya ha dado lo mejor de sí. Aquel que desee conocerlo puede comenzar con esta buena novela: http://www.labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2008/04/un-pintor-de-hoy.html

viernes, 25 de enero de 2013

El mito de Hitler

Ian Kershaw
Crítica. Edición 2012, Ensayo de Historia, 376 páginas

Casi una década antes de publicar su monumental (e insuperada) biografía de Adolf Hitler, Sir Ian Kershaw escribió este ensayo que ha resistido, incólume y sólo con ligeras variaciones, la prueba de los años. El venerable historiador inglés examina el modo en que el pueblo percibía al dictador del Tercer Reich. Aplica la lupa en las creencias de las elites y especialmente de los ciudadanos comunes y corrientes (la llamada masa no organizada). Sus fuentes son documentos escritos, desde los informes de la siniestra policía secreta hasta los valerosos testimonios de la resistencia izquierdista.

Todos sabemos que Hitler fue uno de los dirigentes políticos del siglo XX con mayor popularidad entre su propia gente. Se calcula que, en la cima de su prestigio, nueve de cada diez alemanes lo adoraban. El mítico liderazgo de Hitler -eficaz contracara del terror puro y duro- se basaba en siete fundamentos falaces que se implantaron desde su llegada al poder el 30 de enero de 1933. Primero, Alemania percibió al cabo austríaco como la personificación de la Nación, un estadista por encima de las rencillas partidarias. Segundo, se aceptaba que Hitler era el factótum del milagro económico pos depresión. En tercer lugar, se lo veía como un hombre del pueblo, el adalid de la moralidad pública. Cuarto, se lo consideraba una persona sincera, un moderado opuesto a los extremistas del movimiento nazi (¡ja!). Quinto, la opinión publica creyó durante algún tiempo que era un genial estadista, capaz de arrancar ventajas a las potencias enemigas sin generar una enfrentamiento armado. Sexto, en la primera mitad de la II Guerra, parecía ser un Napoleón, un incomparable líder militar. Finalmente, su imagen mutó en baluarte nacional contra los dos grandes enemigos ideológicos de la Fatherland: los bolcheviques y, sobre todo, los judíos.

Hay que señalar que el libro no es sólo una esclarecida mirada a veinte años de historia tumultuosa, sino que además redondea una brillante reflexión sobre los peligros de la autoridad carismática, cuya necesidad de éxitos incesantes y constante movilización psicológica suele concluir en tragedia o frustración. La advertencia, obviamente, vale también para nuestro siglo.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

domingo, 20 de enero de 2013

La marca del meridiano

Lorenzo Silva

Planeta. Novela policial, 399 páginas. Edición 2012


Puede recomendarse al aficionado a las novelas policiales el último libro de Lorenzo Silva (Madrid, 1966), ganador del Premio Planeta 2012, al que ciertas lenguas viperinas, más que un certamen justo, el mero adelanto de los derechos de autor. Pero ese es otro asunto. Lo cierto es que se trata de otro jalón en la saga de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, con la feroz crisis económica de España y la tensión entre Madrid y Cataluña como telón de fondo. En esta ocasión, investigan el asesinato de un colega jubilado, que apareció colgado de un puente tras ser sometido a brutales torturas.

Después de publicar unos veinte libros, ninguno consagratorio hasta donde sabemos, el señor Silva decidió incursionar en la literatura de género. Recibió buenas críticas y el favor del público. La marca del meridiano nunca deja de ser una lectura amena, salpimentada con sabrosos y elegantes coloquialismos (aunque todos los personajes hablan igual). Los procedimientos de la policía militar de España, escrupulosamente apegados a la ley y a la buena educación, tienen el suficiente exotismo (lo mismo me ocurre con el policial sueco) como para resultar seductor al lector de un país tan incivilizado y corrupto como la República Argentina. 

Silva, que también escribió un ensayo sobre la historia de la Guardia Civil, imagina a sus picoletos como una suerte de monjes estoicos, curtidos, rectos, pacíficos y pensantes (¡el brigada Bevilacqua, nacido en Montevideo, lee a Houellebecq!). Hay manzanas podridas, por supuesto, pero la fuerza cuenta con los anticuerpos necesarios como para sacarlos rápidamente de circulación. El problema es que el autor se desespera por decirlo todo, por ser didáctico (¡ah, esa peste de querer enseñarle siempre algo al lector!), por ser maniqueo y políticamente correcto. Faltan caracteres siniestros o ambiguos. Es imposible hacer arte cuando se aplican a rajatabla premisas filisteas como ésta: “No le pises jamás un callo a nadie”.

Pero la novela trae algunas ocurrencias. Verbigracia, atribuir la decadencia de Occidente a “la desidia que impera por doquier“. Dicho en borgeano tardío, ante una tesis tan espléndida, cualquier falacia cometida por el autor resulta baladí.

Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

PD: A ver, que nadie se confunda: no se trata de Alta Literatura, naturalmente, pero el bestseller de calidad me resultó absolutamente entretenido.

viernes, 18 de enero de 2013

Roberto Bolaño en McDonald´s de Belgrano

Diario de un lector apasionado XVII



Buenos Aires, Barrio de Belgrano. 09.15. AM


Hoy me ha tocado madrugar. Renuncié a uno de mis hábitos más queridos (no levantarme nunca de la cama antes de las nueve y media) para venir a Belgrano en el ómnibus 151 a buscar un libro casi nuevo. Un señor amabilísimo me lo ha vendido ayer, vía Mercado Libre, a precio de ganga. Cuarenta pesos argentinos (la moneda más devaluada del mundo, después de la Zimbabwe) oblé por Las varonesas de un tal Carlos Catania, una de las mejores novelas argentinas de las últimas décadas, según Roberto Bolaño. En unos días, comprobaré si tenía razón o no el enorme polígrafo chileno. Me meto en un McDonald’s Café de la avenida Cabildo para darle una ojeadita a mi flamante adquisición y calmar los gruñidos desesperados del estómago: ¡Qué es eso de salir de casa sin desayunar! Veintidós pesos un avaro latte con un etéreo croissant. La comida se ha vuelto cara en la Argentina, no los libros.

Sea como sea, estoy pagando una deuda. Me he prometido formalmente que 2013 será el año de Roberto Bolaño. Voy a leer, por lo menos, 2666 y La literatura nazi en América. Voy a releer Los detectives salvajes. Porque como escribió Antonio Muñoz Molina en la edición del 5 de enero de Babelia, “lo asombroso de releer no es la confirmación de lo que ya se sabía, sino el caudal de lo nuevo, la sorpresa de todo lo que quedaba aún por descubrir”.

Como aperitivo, he comenzado con Entre paréntesis, una recopilación de discursos, artículos periodísticos y miniensayos de Bolaño, escritos entre 1988 y 2003, que el gran crítico Ignacio Echeverría enhebró para Anagrama. Tengo en mis manos la sexta edición de julio de 2012. Leo, absolutamente, maravillado, un texto que aglutina calidad de escritura, espíritu libre e inteligencia profunda. Ya subiré la reseña en este blog; quisiera decir por ahora que, entre otras cien virtudes, el volumen opera como maestro de lecturas. Bolaño es un crítico formidable (gran admirador de Borges, por ciento) que sabe cómo despertar el apetito. De hecho, me sometí voluntariamente  a las torturas del despertador y la del colectivo lleno para atravesar media ciudad en busca de una novela que él me había señalado con el dedo. También me ha persuadido de que no puedo dejar pasar estos diez libros:

1) Tadeys. Osvaldo Lamborghini.
2) De pesca. Walter Mosley.
3) Las puertas del paraíso. Jerzy Andrzejewski.
4) Ferdydurke. Witold Gombrowicz (qué curioso, es el segundo libro que me recomienda esta novela en los últimos quince días).
5) La sinagoga de los iconoclastas. Rodolfo Wilcock.
6) Meridianos de sangre. Corman McCarthy (sí, lo sé, es imperdonable que aún no lo haya leído).
7) Soldados de Salamina. Javier Cerca (hum…., Bolaño y Cerca eran amigos).
8) El arma en el hombre. Horacio Castellanos Moya.
9) Bariloche. Andrés Neuman.
10) Tríptico del Carnaval. Sergio Pitol.

Y hay más. Recién estoy en la página ciento ochenta y cuatro. ‘Entre paréntesis’ no sólo es una lectura gratísima. Es un libro memorable.
Guillermo Belcore

PD: Me han advertido que comprar libros por Internet provoca una de las peores adicciones. De hecho, tengo un amigo que casi lo echan de su casa por ello.

lunes, 14 de enero de 2013

Escritor latinoamericano

Diccionario de Asterion II


Escritor latinoamericano:

I) Sust. Com. Profesional que siempre tiene una alabanza para quien se lo pida. La sentencia, inapelable, es de Roberto Bolaño (Entre paréntesis, Anagrama, edición 2004).

II) Añado yo que, en esta especie, la variante argentina (Amiguitis bobalicus) tiene el rasgo de querer agradar extraordinariamente desarrollado. Véanse las reseñas que se publican los fines de semana en los Suplementos de Cultura de los diarios. Respecto a la literatura nacional -e incluso regional- se rigen por una premisa estaliniana: “publicarás lo que desees sobre el libro, siempre que no hablés mal de él”.

sábado, 12 de enero de 2013

Tess. Una mujer pura

Thomas Hardy

Planeta. Novela, 527 páginas. Edición 2011


  Un siglo atrás, Thomas Hardy (1840-1928) ganó cierta fama como novelista por su estilo accesible, su nostálgica evocación de la vida rural inglesa y sus tramas fatalistas. No obstante, después de publicar lo que hoy se consideran sus dos mejoras obras, arrojó la toalla. ¿Qué había ocurrido? Reseñas brutales lo intimidaron. Abandonó la narrativa y se volcó a la poesía, sin demasiada suerte. No era lo suyo. En el prólogo de esta reimpresión de Tess se dedica, justamente, a refutar con agudeza a los críticos insidiosos. Es lo mejor del volumen.

  Una añosa edición de la Enciclopedia Británica (la encontré en la Biblioteca de La Prensa) describía a Hardy, el hijo de clase trabajadora, como "de naturaleza melancólica, que se complace en cuadros pesimistas''. Hacer hincapié‚ en el infortunio, sin ofrecer a cambio un desahogo, fue lo que lo metió en problemas. La historia de la aldeana Tess -llevada cien veces al cine, teatro o televisión- es arquet¡pica: chica pobre, linda y prometedora termina violada o seducida por el señor de su comarca, a causa de la ambición desenfrenada de sus padres. ­¡La desvergonzada naturaleza! No respeta para nada las convenciones sociales. Así, el escarnio y los prejuicos -maldita hipocresía burguesa- perseguirán de por vida a la ya no doncella (mamá  soltera, diríamos hoy) estropeando su rehabilitación. El pasado nunca muere. Y se ensaña con los débiles.

Hardy creía que "el arte consiste en describir los hechos comunes de la vida de modo de extraer los rasgos que ilustran el modo idiosicrático del autor''. Fue un cultor del naturalismo más descarnado. Y deprimente. Su prosa plana y sentenciosa tiene la monotonía de un reloj, sólo perturbada por esporádicas pinceladas de belleza. Los fines moralizantes, de tan obvos, terminan pareciendo encantadores. Pero el tono decimonónico nunca seduce. Sabe a rancio. Un clásico tedioso, que también los hay.

Guillermo Belcore

Calificación: regular

viernes, 11 de enero de 2013

Diccionario de Asterión I

Escritor:

s.c. Roberto Bazlen, gran intelectual italiano de una honestidad fulminante, definía al escritor como alguien que tiene algo para decir; lo que tiene para decir lo ha vivido él mismo; lo dice con sus propias palabras, que son claras; con una gran densidad, constante. La producción del escritor está siempre muy bien escrita, y no hay en ella una frase superflua, una repetición gratuita, una ligereza, un descuido, una inconsistencia. Ejemplo: Robert Musil. 
II Añado yo: el escritor es una flor rara, no confundir con el escribidor, especie que abunda en todas las épocas y es fácilmente reconocible por ser infinitamente inferior a la fama que le proporcionan los diarios. También puede escribirse, valga la redundancia, Escritor, con mayúsculas. Thomas Pynchon es otro ejemplo de Escritor.

PD: Esta nueva sección pide a gritos ser enriquecida con el aporte de los amigos y amigas del blog. ¿Quién conoce otra definición de escritor?

lunes, 7 de enero de 2013

Informes de lectura

Roberto Bazlen

La Bestia Equilatera. Ensayo de literatura, 126 páginas. Edición 2012. Precio aproximado: 75 pesos.



"No se trata de combatir contra los idiotas; se trata de crearnos un mundo en el cual los idiotas no entren".
R. B.

El crítico excelente es un ave del paraíso de la que nunca se sabe en qué rama va a posarse. Vale decir, se mueve en extrema libertad para tomar posición (por eso es muy difícil que aparezca en los suplementos culturales de los diarios, pero existen claro está honrosas excepciones) y se distancia totalmente de los compartimentos teóricos y de las modas culturales, las que -como bien afirma el prólogo de este libro- “nuestra época multiplica y reemplaza simultáneamente en su fluir, para luego cristalizarlas, la mayor parte de las veces, en dogmas”. Esas dos virtudes definían a Roberto Bazlen (Trieste, 1902-1965), un sabio que ha dejado un rastro mínimo -nada publicó en vida- y que ha demostrado que ser un lector creativo también es un arte. Y una manera envidiable de ganarse el pan; el intelectual italiano trabajó como asesor literario o consejero editorial. Este volumen reúne los extraordinarios informes de lectura que Bazlen le enviaba al sello Einaudi. ¿Hace falta decirlo? Aun en las cartas privadas puede florecer la mejor literatura, en forma de comentario.

El nihil obstat o las reprobaciones han sido tallados no sólo con ingenio, desenvoltura y erudición, sino también con un punto de capricho (tengo para mí que los mejores críticos también son arbitrarios). Bazlen califica a McLuhan de “pequeño monomaníaco obsesionado con la causalidad”. Rebaja El Gatopardo, una de las mejores novelas de todos los tiempos, a “un buen technicolor hecho por y para gente bien”. Con una lucidez que uno no puede sino ovacionar de pie sentencia que “es hora de introducir una escala de valores basada en una jerarquía de temas”. Estoy seguro de que el estado actual de la novelística argentina lo hubiese indignado, tal como nos irrita a todos aquellos que repudiamos con toda el alma aquél despropósito bautizado fast book. “Es el momento de terminar con los personajes pequeños, con los dramas meramente descriptivos que se desarrollan en un único plano, con el microscopio apuntado solamente hacia el centro de la infección”, sentenciaba a comienzos de la década del sesenta. En mi opinión, el dictum no ha perdido un gramo de actualidad.

Obra también Bazlen como soberbio maestro de lecturas. Comparte con el crítico sublime otra cualidad: sabe despertar el apetito. Cuatro libros, por lo menos, me ha forzado a perseguir: Ferdydurke de Grombrowicz; Misterios de Hamsun; El mariscal y la dama de Edschmid y Confinamiento solitario de C. Burney, a la que define como la mejor novela de la II Guerra Mundial (yo votó por la saga Tormentas de Guerra de Herman Wouk, pero es un juicio provisional).

 El volumen se completa con las cartas que el autor le envió al poeta Eugenio Montale entre 1925 y 1930. La traducción de Ernesto Montequín es impecable, excepto en la página dieciocho, donde se comenta El hombre sin atributos de Musil (uno de los textos más hermosos). Se perpetra un error muy común; se confunde Galicia (provincia de España) con la Galitzia, disputadísima región centroeuropea al norte de los Cárpatos.

Guillermo Belcore

Calificación: Excelente


PD: Corro a incluirlo entre los recomendados de 2012.

sábado, 5 de enero de 2013

Sobrevivientes

Fernando Monacelli

Alfaguara. Novela, 275 páginas. Edición 2012

La obra que mereció el Premio Clarín de Novela 2012 evoca una de las tragedias cruciales de la Argentina. Han pasado veinticinco años de la Guerra de Malvinas. Aparece en la Antártida sobre una balsa el cadáver momificado de un milico, otra víctima del infame hundimiento del crucero General Belgrano. La mamá del marinero Del Valle irrumpe en un diario en procura de Celina Figueroa, famosa investigadora. Quiere que le encuentre al nieto; ofrece a cambio el diario personal del conscripto. La periodista, mujer abandonada que a su vez abandonó a su hijo, hace que se resiste durante unas pocas páginas y termina involucrándose hasta el tuétano con Doña Ana. Un módico suspenso nos arrastra hasta el final.

Fernando Monacelli (Bahía Blanca, 1966) es secretario general de redacción del diario La Nueva Provincia. Incluye en su novela inteligentes reflexiones sobre el oficio del periodismo. Chasquean, de tanto en tanto, latigazos certeros sobre la escurridiza noción de argentinidad. Hay también un hábil ensamblaje de diferentes tiempos narrativos. Este hombre, por cierto, sabe cómo tallar un párrafo largo. Pero la novela apenas logra levantar vuelo. La sensación de irrealidad resulta sofocante; la prosa no tiene más atributos que la claridad; y las ñoñerías han infestado el diario del conscripto y los actos de Celina y Doña Ana. Tras el último punto, resuena la pregunta de siempre: ¿qué hace que este libro merezca ser leído?

Pueden plantearse otras dos preguntas más generales, pero igualmente pertinentes: ¿Por qué en los certámenes literarios no suele florecer la Alta Literatura? ¿Se trata ya de un subgénero por derecho propio, manufacturado de tal manera de facilitar al extremo el trabajo de los jurados y el público que se embrome? No cabe duda que el espaldarazo (y la retribución pecunaria) son de utilidad para el neófito. Pero la narrativa para concurso no está pensada para el lector amante de las densidades estilísticas o temáticas.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Regular

PD: Me han dado para reseñar otras dos novelas premiadas, ¿es que no hay piedad en este mundo?