sábado, 16 de febrero de 2008

La venganza de la Tierra

Por James Lovelock­
Planeta. Ensayo de 249 páginas, publicado en 2007.­ Precio aproximado: 40 pesos.
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Hace casi cuatro décadas, el científico independiente James Lovelock (Gran Bretaña, 1919) acuñó la Teoría de Gaia. Durante largo tiempo oyó un coro de carcajadas incrédulas. Hoy se lo escucha con respeto. Los hechos le están dando la razón.
Lovelock sostiene que nuestro planeta actúa desde hace cuatro mil millones de años como si fuera el mayor ser viviente del sistema solar. Autorregula el clima y la química del planeta de manera que resulten adecuados para la vida. Pero hoy esa delgada capa esférica de tierra y agua que existe entre el interior incandescente y la atmósfera superior se encuentra sometida a un estrés sin precedentes. Por un lado, el sol calienta demasiado, por el otro los humanos -tal como una enfermedad o un parásito- le infligimos un daño cada vez mayor. Cultivamos más de lo que Gaia puede soportar, depredamos los bosques esenciales para enfriar el globo, contaminamos con gases que provocan el efecto invernadero. Se aproxima un punto de crisis. La civilización está en peligro.
El médico planetario predice que nos queda poco tiempo para reaccionar si queremos evitar los efectos desagradables que se nos vienen encima. ¿Qué efectos? Fenómenos climáticos de un tipo nunca imaginado, olas de calor devastadoras y un aumento del nivel del mar que anegará Buenos Aires, entre otras urbes.
Como haría una anciana que debe compartir su casa con un grupo de jóvenes pandilleros, Gaia está enfadada y si no dejamos de comportarnos como depredadores acabará por echarnos, insiste el geofisiólogo, quien, ¡vaya curiosidad!, se aparta de los ecologistas tradicionales al promover el uso de la energía nuclear para dejar de quemar carbono fósil. Los biocombustibles, tan de moda, también son una aberración, sentencia. Su propuesta es recuperar el amor y la empatía por la naturaleza.
Guillermo Belcore­

CALIFICACION: Bueno


PD: Este libro postula que somos carnívoros tribales. Estamos programados por nuestra herencia para considerar las demás cosas vivas básicamente como comida y para que nuestra tribu nacional sea para nosotros más importante que cualquier otra cosa.­

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