lunes, 25 de febrero de 2008

Todas las familias felices


Carlos Fuentes­
Alfaguara. Novela de 422 páginas. Edición 2006­

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El mejor Carlos Fuentes (1928) circula por estas páginas. Con un fresco novelesco, que sin embargo no es novela, retrata una ciudad dantesca y una sociedad a la deriva, fruto -según sus palabras- de una revolución desdichada. Elena Poniatowska ha escrito que el autor de Terra nostra es el primer mexicano que quiso abarcar el universo. Esa avidez cultural, ese afán totalizador se confirma aquí; regresó el gran muralista.­

El libro enhebra dieciséis relatos con gente infeliz y moralejas. Oímos a la familia presidencial, mientras la madre de un mariachi nos confirma que en el Distrito Federal están pasando hoy cosas no sólo desagradables sino también malditas. Intercambian cartas una señora en carne viva y el homicida de su niña. Un general enfrenta al vástago rebelde y al otro hijo traidor. Jesús Aníbal se enamora de una prima muy fea. Hay un divorcio gay, relaciones sadomasoquistas, un hermano perdulario pero enterado en afectos, un cura sinvergüenza y su hija fresquita en una parroquia a orillas del volcán.­

Al modo de la tragedia griega, cierra cada narración un coro. Esas páginas poéticas con ritmo de rap ponen la piel de gallina incluso a quien esto escribe, un sujeto acostumbrado a fatigar las calles del segundo cordón del conurbano. Fuentes da voz a los sin voz. Chiquillas que se suicidan para escarmentar a sus padres o huir de los narcos, masacres en Centroamérica, niños que escapan del infierno familiar o que nacen y mueren en calles siniestras.­

Leer a Fuentes es bañarse en mexicanidad. José Donoso notó que practica la deliberada impurificación del castellano, su boca está repleta de tlanes y tepecs. La reflexión sobre el amor o la paternidad, la nostalgia romántica o sexual, el maniqueísmo a veces tan obvio tienen regusto a melodrama, jitomates, bolero, ajonjolí, cursilería y chile picante.­

Guillermo Belcore­

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CALIFICACION: Muy Bueno­

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PD: No tengo dudas. Es el mejor libro de Fuentes desde la agonía de Artemio Cruz.­

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