martes, 19 de febrero de 2008

Una nación conservadora. El poder de la derecha en Estados Unidos.


John Micklethwait y Adrian Wooldridge
Debate. Ensayo 582 páginas. Publicado en 2007. Precio aproximado: 50 pesos
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Comprender al Estados Unidos de George Bush exige leer este libro. Dos plumas excelentes de The Economist retratan una revolución conservadora tan inevitable como inesperada. Es una pena que los últimos capítulos estén rancios por la paliza electoral que sufrieron los republicanos en noviembre. Y resultan indignantes los errores garrafales de traducción. Pero en conjunto es un ensayo esclarecedor para quien se interese en los grandes temas de nuestra era. Los autores evidencian, además, un talento para el detalle divertido similar al de Paul Johnson.
El libro se articula en cuatro módulos: historia, anatomía, profecía y excepción del grupo ideológico más influyente y mejor organizado de Estados Unidos. El conservadorismo define hoy la agenda y el clima político, tal como lo hizo el progresismo en los sesenta. Sus líderes son gente muy interesante en sí misma. Desfilan los libertarios, los paleocons y los neocons, los evangélicos, los paranoicos, la Asociación Nacional del Rifle, las instituciones tipo la Fundación Heritage y los catedráticos a lo Milton Friedman que han rediseñado a la hiperpotencia mundial. Son hijos de las tendencias demográficas (el eje del poder se desplazó hacia el sur y el oeste), de la incompetencia liberal para resolver problemas concretos, del resentimiento blanco por el fin del malévolo apartheid, del renacer espiritual, del hartazgo plebeyo ante el elitismo patricio e intelectual. Al parecer, el mejor indice para saber si un estadounidense blanco vota a los republicanos no es su nivel de ingreso sino la frecuencia con que el o ella va a la iglesia.
La rive droite, pues, llegó para quedarse, es el mensaje. Tienen la sociología y la historia estadounidense de su parte. Es un credo progresista (y peligroso), quieren cambiar el mundo desde el 11-S. Creen que la ideología es m+as importante que el buen gobierno. La mitad del planeta los detesta, pero es imprescindible entenderlos: son el alma del Imperio.

Guillermo Belcore­
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Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa.­


Calificación: Bueno­


PD: El gran Edmund Burke redujo el conservadurismo clásico a seis principios: profunda desconfianza hacia el Estado; libertad antes que igualdad; patriotismo; creencias en las jerarquías e instituciones establecidas; escepticismo ante la idea del progreso; y elitismo. La nueva derecha estadounidense se caracteriza por exagerar los tres primeras y despreciar los tres últimos.­

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