Editorial Norma. Novela de 236 páginas. Precio aproximado: 40 pesos
El amante del cine ya conoce a Guillermo Arriaga (México, 1958). Es el autor de los guiones de Amores Perros (2000), Veintiún gramos (2003) y Babel (2006). Hace dos años obtuvo la Palma de Oro en Cannes por el texto de Los entierros de Melquiades Estrada, dirigida por Tommy Lee Jones. Un sello editorial se animó a divulgar en la Argentina su producción literaria. Esta novela data de 1999. Es la base también de una película que el año pasado se estreno en México. Quizás llegue este año a Buenos Aires la opera prima del venezolano Jorge Hernández Aldana.
Vayamos pues al libro. Arriaga se ha ufanado de trabajar siempre con personajes en su momento límite. “Individuos que se enfrentan a la situación en la que todo está cambiando en su vida”, explicó en un reportaje. En este caso, anima un triángulo pasional. Poco después de salir del manicomio, Gregorio Valdez se pega un tiro en la cabeza para enviarle un mensaje a todos, en especial a su mejor amigo (Manuel) que se ha enamorado y duerme con Tania, la novia del suicida. Es una historia de engaños sobre engaños. Manuel, el narrador, va reconstruyendo pedazo a pedazo las perversas relaciones entre los jóvenes, mientras lo persigue la mala suerte, la venganza y la locura.
La novela renquea por varias razones. Manuel es un adolescente pero habla con el cinismo sabio de un detective fogueado en los callejones que funden alcoholes. El melodrama y lo inverosímil, cual aves carroñeras, agujerean la trama. Los chicos “se escapan de sí mismos”, se “separan para amarse más”, interrumpen en seco una relación sexual por escrúpulos. Es decir, el verosímil literario está hecho jirones.
El autor dice inspirarse en Stendhal. “Me preocupa más la vida que el estilo”, afirma. Su prosa austera, en efecto, renuncia a la belleza y cae en el exceso de querer contarlo todo. La monotonía gana entonces la partida, a pesar de cierta veta de intriga. En síntesis, el libro nunca alcanza el nivel afortunado de las obras de cine, como Arriaga gusta que llamen a sus guiones.
Guillermo Belcore
PD: A juzgar por esta obra, me parece que las loas que la prensa argentina vertió en 2007 son exageradas.
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