Del Nuevo Extremo. Novela en 254 páginas. Edición 2007
El autor de este libro integra la estirpe magnífica de los escritores que se apropian y enriquecen una lengua distinta a la materna. El fenómeno se denomina aloglosia. Conrad y Nabokov son dos ejemplos luminosos; otro, nuestro Paul Groussac. Stephen Vizinczey nació en Hungría en 1933. Vivió en Italia, Canadá, Estados Unidos e Inglaterra. Escribe, como los dioses, en la lengua de Shakespeare. Ha engendrado tres de las novelas más interesantes y divertidas de nuestra época. En Un millonario inocente, el protagonista es un joven idealista que no sale de casa sin una foto en la billetera de su ídolo, don José de San Martín.
Bienvenida pues la reimpresión de la primera obra de Vizinczey. En brazos de la mujer madura data de 1965. No ha perdido un gramo de frescura; no estaría muy alejado de la verdad quien la definiese como un clásico de la literatura erótica. Todos las virtudes del autor dicen presente. Hay una frase memorable cada diez párrafos. Hay nostalgia y homenaje a la novela decimonónica. Se saborea la poesía breve, novedosa y alegre de la aventura. Es un libro para todos, rebosa de sabiduría existencial y, al mismo tiempo, satisface el gusto imperante por la digestión fácil.
El narrador es el catedrático András Vajda, quien nos relata sus peripecias sexuales entre 1945 y la insurrección de Budapest. Vemos, en diferentes países, a un granuja con suerte, un adolescente con aires de desesperación, un joven furtivo rabiando por abrazar a cualquier mujer. Percibimos indignados el terror estalinista.
Vajda quiere educar al público, exalta a las maduritas. Este es su consejo para los jóvenes: "Tratar de hacer el amor con alguien que es tan torpe como uno mismo me parece tan insensato como meterse en aguas profundas con otro que tampoco sepa nadar. Aunque no te ahogues, te llevarás un buen susto". Haberlo sabido.
Guillermo Belcore
CALIFICACION: Muy Bueno
PD: Cada vez que alguien me pregunta "cuáles son tus cinco escritores favoritos", evocó el talento de Vizinczey. Se lo debo a Daniel Pérez, gran artista plástico.
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