Moscardón imaginario IX
Fui este año a la Feria del Libro con dos propósitos: conseguir alguna literatura en portugués (idioma que estoy tratando de aprender) y descubrir el Santo Grial: es decir, una edición a mi alcance de la Historia Natural de Cayo Plinio Cecilio Segundo (El Viejo, para más señas ver la foto). Como soy un hombre candido, llevé también en el corazón la misma ilusión de siempre: sorprenderme, encontrar una ganga o un librazo cuya existencia desconocía o que circula por aquellos senderos que no suelo fatigar. Salí con las manos vacías y los pies deshechos.
La primera decepción fue en el stand del querido Brasil. Absolutamente pobretón, indigno de una país de vastísima cultura. ¿No le interesa a esta potencia en ciernes divulgar aquí su literatura? El espacio de Portugal era peor. Había obras de Saramago en su idioma materno, pero no estaban a la venta. Las trajeron de una biblioteca. ¿Para qué?, me pregunto fastidiado. La Fundación Camoes se limitó a promocionar las obras de Gonçalo Tavares que ha publicado el sello cordobés Letranómada (Ver en este blog).
Bien, me concentré entonces en Plinio. Lo encontré -como esperaba- sólo en Gredos. Primer tomo ciento cincuenta pesos; segundo tomo, doscientos cuarenta pesos; tercero, casi trescientos. Hui despavorido. No es que la obra no lo valga, mi bolsillo -en este año de salarios congelados- no puede darse esos lujos. Formulo una propuesta a los buenos editores argentinos: publiquen una edición abreviada y comentada de la Naturalis Historiae a un precio accesible y se ganarán mi gratitud eterna. Estoy seguro que el libro se venderá bien, aquí nos encargaremos de promocionarlo con bombos y platillos.
Hurgando por ahí, encontré en Andrés Bello una exquisitez: un librito bilingüe con poesía erótica veneciana del siglo XVI y XVII, muy sabroso y picante. A mi enamorada le encantó. ¿Cuándo estoy dispuesto a pagar por él?, pensé, como generalmente hago ante un libro que me interesa. La envié a María de los Angeles a consultar, pues me dio un poquito de vergüenza demostrar fascinación por la pornografía (aún hoy no puedo comprar preservativos en una farmacia). Una simpática vendedora le dijo a mi chica: “el precio es setenta pesos, pero si habla con aquél señor quizás le hagan un descuento“. Se me congeló la sonrisa. ¡Ah, depende de la cara del cliente! Si hay algo que me desagrada en este mundo (además de la cebolla y de los escritores que se entrometen en la trama) es esa infame práctica filistea conocida como el regateo. Me niego a hundirme en tal degradación. Un querido amigo me prometió ir a negociar el precio en mi nombre el último día de la Feria cuando los mercaderes están jugados y podridos de los tipejos como yo. Tercera decepción pues.
En otra editorial caribeña, hallé escondido en un estante a la altura de la rodilla una preciosidad. Obras selectas del gran Emir Rodríguez Monegal. Casi ciento cincuenta pesos, me dijo casi disculpándose un amabilísimo chico de la Biblioteca Ayacucho. Me explicó que es una edición nueva, pero las más viejas las saldaban a veinticinco o treinta pesos. Es decir, en 2010 o 2011, esa jugosa colección de críticas literarias estarán a un valor razonable. Puedo esperar, le dije.
Me quedé cavilando. El desmesurado precio de los libros extranjeros demuestra, pues, que el peso argentino sigue subvaluado, a pesar de las histéricas quejas de la Unión Industrial Argentina, entidad que por buenas y malas razones se esfuerza para que sus miembros ni siquiera compitan con los fabricantes de Zimbabwe. Así, como durante el menemato era irracional y suicida que los bienes extranjeros nos resultarán tan baratos, hoy son carísimos. Respeto a Aldo Ferrer, pero me parece una necedad el paradigma de “vivir con lo nuestro”. No todo puede fabricarse en nuestra Patria, no todos los libros que nos harán felices pueden ser editados en la Argentina. En fin, quizás algún día nuestros descendientes gozarán de una moneda equilibrada y estable. Hoy, la maldita mezcla de inflación doméstica y depreciación del poder de compra nos atormenta. Nos aparta cruelmente de los Plinio y los Rodríguez Monegal.
Guillermo Belcore
PD: Vi en la Feria el último grito de la estupidez. Chiquillas pertenecientes a la tribu de las chetitas uniformadas con un barbijo. Claro, todo el mundo sabe que los libros trasmiten la sobreactuada Gripe A. Es la necesidad de figurar, qué le vamos a hacer.
Querido blogger tiene usted toda la razón está última edición demuestra la decadencia en la que ha caído una de las mejores FERIAS que disfrute en mi vida. En las últimas ediciones pude ver que no sólo había libros con precios exoritantes sino que parecía más que nada un mercado persa. Perdonando la expresión eran todas BOLUDECES caras que se exhibian al mejor postor. Stands de prestigiosos diario en los que se vendían colecciones viejas en estados calamitosos, valores de prcios astronómicos, adultos jugando a los videojuegos con tal de ganar un libro (en media hora o vi que nadie se llevara uno gratis) de ignotos escritores foráneos y para colmo los stands de caricaturas animé llenos de jóvenes desesperados por llevarse uno que tuviera lindos dibujos (estaban escritos en japonés) si quieren ver buenas pinturas vayan a arteclasica!!!. Le mando un saludo y cuando quiera es bienvenido en mi blog, espero verlo pronto.
ResponderEliminarAtila
MI QUERIDO ASTGERION.
ResponderEliminarlamento que el precio alto del dolar limite el poder de compra.
Lo que ocurre es que el valor de una moneda refleja la percepción de la gente (NOTESE QUE NO DIJE MERCADO) del futuro de un país.
En estos tiempos, toda la gente ha tratado de DOLARIZAR PORTAFOLIOS. lo lamento. Con lo que se viene en la política Argentina no existen ingenuos que quieran tomar riesgos en pesos.
Eso, ud comprendera, no es con las ganas de subir el precio de libros o cd o nada.
Un saludo. su amigo y admirador desde Santiago de Chile.
ALEJANDRO