Adriana Hidalgo. Colección de cuentos, 295 páginas. Edición 2009.
He aquí otra antología de argentinos, más o menos ignotos. Los compiladores proclaman, sin sonrojarse, que se trata de una intervención para refundar lo literario. Abominan de Borges –¡cómo no!- y de las fastidiosas escrituras del yo, rescatan a Di Benedetto, y se proclaman vitalistas, un paraguas lo suficientemente generoso para cobijar a cualquiera. El volumen sirve, como de costumbre, para descubrir lo bien o lo muy mal que pueden escribir algunos compatriotas.
Una lectura minuciosa confirma que el prólogo no puede tomarse en serio como manifiesto literario. Empero, puede que como estrategia para figurar les sea provechosa. Patricio Pron acaba de confesar en la revista Quimera de Barcelona que lo único que lo une con el resto del elenco es “la convicción de que la penetración en el mercado literario resulta más simple cuando no se lleva a cabo de forma individual”. ¡Ah!, se trata de marketing.
Aclarado el punto, vayamos a la obra. Entre el prefacio y la contratapa pretenciosa hay un cortejo de pecados literarios: la demagogia con los personajes (Casiraghi), el exceso que limita con el mal gusto (Coelho), la insipidez (Levín), el moralismo (Heffes), la cursilería (Pron), el rencor (Manzano), la obviedad (Damiani), la monotonía (Hardmeir). Sin embargo, como sabían los antiguos, no hay libro tan malo que no incluya algo bueno. Muy seductores resultan el talento de Do Brito Barrote para la metáfora y la inteligencia de Murphy y Felds para introducir -con delicadeza- lo fantástico en lo cotidiano. Los cuentos de Jimena y Matías Néspolo tienen un agradable aire a Quiroga. Diego Vecchio es muy divertido. Pero, quizás, el mejor texto sea Enfermo Terminal. Ricardo Romero ha logrado la proeza de transformar una pesadilla en literatura. McLuhan sostenía que los artistas son las antenas de la especie. Las antenas de Romero, quizás, nos han revelado una de las variantes del infierno.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital de Mar del Plata el domingo 10 de mayo de 2009.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital de Mar del Plata el domingo 10 de mayo de 2009.
Calificación: Regular
Guillermo: Se ve que sos un genio incomprendido. Qué bien que escribís. Sin duda el futuro del parnaso de las letras te espera con las fauces abiertas. Esperamos poder seguir disfrutando de tu prosa cacofónica en el futuro...
ResponderEliminar¿Me parece a mí o Anónimo se enojó? Tal vez forme parte del manifiesto.
ResponderEliminarCreo que tenés razón en cuanto a lo de las antologías, Guillermo: abruman. Tal vez sea un método para dar a conocer, todos juntos, en forma rápida, a escritores jóvenes. Pero el criterio con el que eligen las obras por lo general deja bastante que desear. Aunque lo peor sea quizá hacerles componer a cada autor un cuento dentro de determinado género: eso no suena muy refundador que digamos. Es como mantenerse en el proletariado de puro gusto nomás, o para tirar más fuerte.
R por lo visto es otro genio incomprendido más, y pensar que hay tantos proletarios que no los podemos comprender de tan algo que vuelan... Una verdadera lástima.
ResponderEliminarEstimado anónimo:
ResponderEliminarQuien escribe un libro (o un cuento en este caso) lanza un desafío al mundo. Y todo el mundo tiene derecho a refutarlo. La idea no me pertenece. La tomé prestada del doctor Johnson.
Le concedo el derecho a disgustarse porque considera injusta mi valoración de su creatura (¿es usted alguno de los apellido que he citado?). Pero concedame al menos el valor de la honestidad. Aquì no somos indulgentes, si algo no me seduce como lector (sólo soy eso un lector que escribe), me siento en la obligación de decirlo.
No se trata de una cuestión personal, por lo que le pediría que evite los agravios, en especial a los amigos que acercan su opinión.
Mis respetos
G.B.
Leí el libro. Entre los cuentos hay de todo. Algunos pésimos, muchos intrascendentes, alguno que otro rescatable. Guillermo, discrepo con el cuento de Oliverio Coelho. SI bien no me parece nada del otro mundo, en el contexto de esa antología se destaa, desde mi punto de vista. Cierto es que abusa de situaciones abyectas....pero bue, es lo que hay.
ResponderEliminarLo que sí es de terror es el "manifiesto" del libro. Incomprensible, desconectado de los relatos, confuso, sin rumbo...en fin, una pérdida de tiempo.
Estimado anónimo:
ResponderEliminarEs la segunda persona que me llama la atención sobre el cuento de Coelho. Concluyo que acaso fui injusto y me gustaría rectificarme. Freud escribió que el hombre tiene tres barreras inhibitoras: la vergûenza, la moral y el asco. Lo confieso, una vez más, tengo estómago delicado, es decir tengo baja tolerancia frente aquéllas cosas que me provocan repulsión. Me disculpo con Coelho si convertí un prejuicio en juicio lapidario, pero debo decir en mi descargo que entiendo la crìtica literaria como un conjunto de apreciaciones estéticas presentadas con gran erudición. Es lo que intento hacer con gran pasión y, obviamente, con sus más y sus menos.
Gracias por escribir. ¿No es hermoso poder conversar sobre libros, querido cófrade 'bookalcoholic'?
G.B.
Gracias por la respuesta, Guillermo. Y no es que crea que el relato de Coelho es gran cosa, pero dentro del bajo vuelo de la mayoría de esos cuentos, se ubica, desde mi punto de vista, entre lo más destacable. Como lector, tampoco me entusiasman las saturaciones de momentos abyectos, pero al parecer es la apuesta estética de Coelho. Un abrazo.
ResponderEliminarPor recomendaciones varias, leí cosas de Coelho geniales, como Los inverbrables y Borneo, que no eran abyectas y tenían una música y una poética que no se ve en los narradores actuales. Ida me pareció lograda en su tono y brillante en su escritura, tiene momentos de abyección pero los veo justificados por la construcción del personaje, pero me pareció algo débil la historia (característa común a todas las novelas de hombre abandonados, como El pasado y Derrumbe). No leí este cuento en particular, pero si otro publicado en una antología, llamada En celo, que no me gustó. En ese cuento, del que ahora no rcuerdo el título, la abyección era injustificada y daba náuseas. Hay que reconocer que esa radicalidad no es común hoy, si quiso dar nauseas lo logro, pero el valor de su literatura no está ahí y Coelho lo debe saber. Me dio la impresión de que hubiera querido shockear a los escritores de su generación mostrándoles hasta dónde podía llegar. En vez de eso, logró shockear a quienes lo seguimos con interés.
ResponderEliminarIntuyo que el cuento de la antología reseñada está en esa línea, y que Coelho empezó a mostrar ese costado lamborghiniano de modo en estas antologías mediocres que, como bien sugiere Belcore, no le hace bien a la literatura.
Estimado Esteban:
ResponderEliminar¡Muchas gracias por el aporte! Realmente, esclarecedor. Sólo he leído una sola novela de Coelho (Ida, la crítica está en el blog) y tres cuentos, por ende no puedo tener aún una opinión definitiva sobre una de las plumas más prometedoras de la Patria. Me encantó que nos ilustraras.
De tu reflexión, Esteban, y de mi breve experiencia coelhiana infiero que este autor ha malogrado escrituras en favor de una muy discutible teoría estética o pseudoestética, como se prefiera. Coelho apuesta, si no me equivoco, a redondear un estilo personalísimo mediante la mera acumulación de elementos repulsivos o abyectos. Es un procedimiento legítimo, como cualquier otro. Pero a mí, como he dicho, me resulta muy desagradable. Una cosa es agregar un elemento asqueante en una trama. Otra es construir un universo sobre los pilares malolientes del asco. ¿Por qué debemos convalidar el mal gusto como un valor literario? Tácheseme de carcaman, pero yo en ese barco no me subo.
Mis respetos
G.B.
Hola: soy Jorge Hardmeier. Buenísimo que te hayas tomado el trabajo de leer la antología. Me interesa el intercambio de opiniones. ¿Qué es lo monótono de mi cuento? Te lo pregunto en serio, para aprender y leer una buena crítica
ResponderEliminarva un saludo
Jorge
Estimado Jorge:
ResponderEliminarLo siento, pero no puedo complacerlo. No me siento capacitado para enseñarle algo a alguien. Sólo me animo a comunicar mis apreciaciones sobre un escrito con ambiciones literarias, a manifestar si un estilo me agrada o me aburre, o si un argumento me cautiva o me repele. Es sólo una opinión, en todo caso. Nunca más que eso.
Tampoco me parece pertinente que un autor debata con un lector sobre la calidad de su texto. La discusión, creo, debe ser horizontal. Me encantaría que otros lectores de la antología (o reseñistas de algún otro medio masivo) me escriban y aporten alguna apreciación distinta. Si son respetuosas, las publicaré.
A sus órdenes
G.B.
Hola: no, no te pedía que me enseñes nada. Solo me interesaba qeu ampliaras la noción de monótono. Y sí creo que un autor puede intercambiar opiniones con un lector sobre sus textos.
ResponderEliminarTampoco entiendo la calificación de insípido del cuento de Levín. Pero si no amplías la crítica queda todo en un epíteto y ya.
Te mando un saludo. A sus ordenes, también.
Estimado Jorge:
ResponderEliminarSu argumento es impecable. Tiene usted razón. Es sólo una impresión. La más inmediata y superficial que produjo la lectura atenta del texto. Mi valoración se basa en el gusto no en la ideología, la teoría sociológica o el amiguismo, como se estila ahora. Admito que puede resultar injusto no dar razones sobre la valoración de los procedimientos estéticos con los que me he tropezado. Algunos me agradaron y otros no. Sólo eso.
Por lo demás, las reseñas que publica el diario La Prensa deben ajustarse a una medida de hierro: treinta y cinco líneas de sesenta espacios. Verá usted que casi todas las incluidas en el blog tienen la misma dimensión. Hubiera sido imposible detallar por qué cada uno de los relatos me pareció olvidable o cautivador. Algunos mensajes que han llegado me obligaron a explicarme después sobre el cuento de Coelho. En esos dos mil cien caracteres que me pidió el editor del Suplemento de Cultura debía expresar también mi perplejidad con el manifiesto de los Néspolo y mi desaliento con este tipo de antologías que, me parece, no aportan mucho a la literatura.
Le explico por qué pienso que un artista y alguien que se dedica a razonar sobre su obra no deberían tomar contacto. Se pierde independencia de criterio. Es lo que ocurre hoy en la Argentina. Somos pocos, nos conocemos todos y nadie quiere malquistarse con nadie. Fogwill llama a este juego de complicidades "la sociedad de socorros mutuos". Muéstreme alguna reseña de un libro argentino en un medio importante que no sea complaciente e inane.
Bueno, ya lo he aburrido demasiado.
Mis respetos
G.B.
PD: Nobleza obliga. Estoy dispuesto a agregar al blog alguna reseña de la antología que discrepe con mi opinión.
Hola: claro, la valoración proviene del gusto. He escrito y escribo críticas y ensayos (en revistas independientes) y tampoco me dejo llevar por el amiguismo o ciertas teorías. En cuanto a lo ideológico, sería muy extenso el debate esto siempre y cuando las ideologías existan (y esto dicho desde un punto de vista debordiano)
ResponderEliminarNo creo que se pierda independencia de criterio por intercambiar opiniones con alguien que se tomó el trabajo de leer la obra. Discrepo. Las criticas en los medios importantes responden a intereses editoriales, esto es: responden a un factor económico y a intereses de mercado por lo tanto, salvo raras excepciones, no son para tener en cuenta.
un saludo
Viniendo de un don nadie, la crítica es siempre más sincera.Eso es bueno.
ResponderEliminarVenite el miércoles 10, a la casa de la lectura, a las 19:30.
ResponderEliminarAhí podemos charlar con más tiempo y a más largo plazo.
Sin los caracteres de rigor, ni el rigor de un caracter.
Te ayudo de antemano: según la RAE, insipidez, viene siendo: "falto de sabor, que no tiene el grado de sabor que pudiera tener, falto de espíritu, vivieza, gracia, o sal".
Saludos.
(¿cuál es tu nombre?)
Todos somos don Nadie. Pero vos no te hacés cargo, esa es la diferencia, Anónimo. ¿Para vos es importante qué? ¿La fama? Entonces prendé la tele y mirá el programa de Tinelli
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