viernes, 10 de julio de 2009

De A para X

John Berger

Alfaguara. Novela, 201 páginas. Edición 2009.­


Esta novela hará las delicias de aquellos lectores que creen que el artista tiene, por encima de todo, la misión urgente de repudiar a Estados Unidos y el capitalismo global. Es un panfleto sensiblero, aderezado con citas de notables pensadores como Hugo Chávez o Eduardo Galeano. John Berger (Londres 1926) degradó, ¡ay!, el noble arte epistolar. Ofrece tan sólo las respuestas fáciles de la ideología.­­

Acusado de ser el fundador de una red terrorista, Xavier fue condenado a dos cadenas perpetuas. Su novia A'ida quiere hacerle llegar a la celda, por medio de las cartas, sonidos, imágenes, sabores y texturas. Es decir, se aplica uno de los trucos más gastados de la literatura: la epifanía de lo sensorial. ¡Conmoverse por meter el pie en una palangana! El prisionero garabatea en los escritos de su amada todos los tópicos del catecismo revolucionario. Pero como John Berger es un gran escritor esa pesada ética del militante (“ese hombre capaz de morir luchando por esa perra justicia que desapareció hace tiempo sin decir palabra”) se aligera con bellas descripciones y lúcidas sentencias.­

Si como historia de amor el libro resulta aburrido, también fracasa en su afán de universalidad. Por momentos, creemos que Xavier es palestino o latinoamericano o balcánico. Pero, por desgracia, nunca se convierte en el arquetipo del hombre que sufre un encierro injusto. El personaje fue esculpido sólo con la mano izquierda, por ende nunca podría evocar a un disidente soviético. La lógica política de Berger desconoce el humanismo metafísico. Una persona -decía Borges siguiendo a Hume- no es otra cosa que los momentos sucesivos que pasa. Dos hombres que son atormentados por sus ideas -uno por Fidel Castro, el otro por el general Pinochet- son literalmente el mismo hombre.­
Guillermo Belcore­
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata, del domingo 5 de julio

Calificación: Regular­

PS: Corrobora la trivialidad de la obra el hecho de que en algunas ciudades se haya convertido en una performance para bienpensantes, con actrices famosas declamando las cartas de la farmacéutica. Causó cierto revuelo en España que Penélope Cruz leyera en inglés. Hasta aquí toda la literatura de Berger me había seducido. Hasta aquí, dije. ¿Se habrá quedado sin pólvora?

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