martes, 11 de agosto de 2009

La caja de los deseos

Günter Grass
Alfaguara. Autobiografía novelada, 251 páginas. Edición 2009

En el primer libro de memorias (Pelando la cebolla), Günther Grass (Danzig, 1927) reveló a la humanidad que fue un soldadito de las SS, un nazi convencido hasta el final. En éste, el segundo tomo, lava al sol trapos sucios de la familia. Nos enteramos que tiene ocho hijos, que fue un padre insuficiente que hizo sufrir a su prole, que incurrió en bigamia. Grass es uno de los escritores esenciales del siglo XX, pero como voz moral de los alemanes ahora resulta claro que es un fraude.

El libro une con delicadeza realidad y pura ficción. El eje de la narración es una amiga de la familia, Mariechen o la tía Marie. Heredó de su esposo una caja omnividente. Tiene la capacidad de hacer fotografías mágicas; percibe el pasado y el futuro de una cosa o una persona. También puede captar los deseos de los retratados. Grass la necesita para suplir sus lagunas de invención.

Como en el volumen anterior, la autocrítica se esboza con un leve distanciamiento: los narradores son aquí los hijos del escritor. Se reúnen para evocar el dolor que les han provocado las miserias y costumbres de papaíto, papuchi, el viejo… un militante con fama de rojo incapaz de sentarse a jugar con sus niños. Por alguna razón, sus mujeres no tienen nombre. Se nos permite espiar el método de trabajo de Grass; contemplar el proceso de sus espléndidas novelas. De paso, cañazo: se saldan viejas cuentas con la crítica (¡ay, el ego de los escritores!), con esos chicos de la prensa.

La memoria tiene, sin duda alguna, valor artístico. Redondea un delicioso cuadro de costumbres, una prosa agradable, historias atractivas, diálogos que palpitan. Es un texto para los admiradores del enorme Günther Grass, cuyos defectos, obviamente, son absueltos por la familia.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

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