Enrique Wernicke
Capital Intelectual. Novela, 268 páginas. Edición 2009
El protagonista del libro comparte varias cualidades con su autor, Enrique Wernicke (1915-1968). Ambos se recluyeron en una agreste porción de la ribera platense, a la altura de Vicente López. Carecían de un origen proletario, pero las manos y un tallercito artesano les dieron de comer: fundieron y cincelaron pequeñas figuras de metal para saciar a los coleccionistas. El alcohol fue un fiel compañero. Soledad, desorden y pobreza no faltaban. Se enamoraron de las mitologías obreras; el comunismo los reclutó para luchar contra el nazismo, es decir, contra las dictaduras que pavimentaron el acceso al poder de Juan Perón.
Sin duda, La ribera es una de las mejores novelas que escribió la Argentina. Fue publicada en 1955. Su reimpresión no sólo es un acto de justicia histórica; es un regalo gratísimo para el buen lector. El libro seduce, en primer lugar, por su estilo, claro y potente como la voz de Sting. La prosa sentenciosa, filosófica, poética por momentos, se ubica en algún punto entre Carver y el Borges menos recargado. No es descabellado postular que Wernicke esculpió páginas perfectas. Es nuestro John Berger. Se hermanan en la ciega pasión bolchevique, en la convicción del arte como una misión y en el hecho de que ambos ostentan un talento extraordinario.
La historia transcurre a fines de la Segunda Guerra Mundial. El periodista Eduardo es un hombre solitario inventando un oficio manual. Se exilió en la ribera para curarse un asco, allí “donde el horizonte del río nos invita a todas las ansias“. Sufre “cosas de ricos”, le dicen. Es un tilingo empachado con desazones. Las injusticias lo indignan pero descree de las causas políticas y hace dos años que no ve al hijo. La simplicidad de los orilleros le alterará la vida: Simón el pescador; Nono, el albañil; Juan, el obrero militante; Susanita, la niña que deviene en hembra enamorada; Miguel Ángel, el adolescente chúcaro. Los personajes entran y salen como en una obra de teatro, muestran a flor de piel sus virtudes y defectos. No se alcanza, empero, a redondear una novela de aprendizaje. Eduardo, el burgués asocial, pasa de la indiferencia al compromiso y la simpatía con las camaradas, pero nunca logra amar. Malogra el mejor regalo que nos hace la vida.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.
Calificación: Excelente
perdón, nada que ver con el post: no sé de dónde saqué el nombre de Cees Nooteboom, pero estoy leyendo El día de todas las almas, y estoy segura de que a Guiasterion le encantaría.
ResponderEliminarEstimada Gabrielaa:
ResponderEliminarMuchísimas gracias. Intentaré conseguirlo.
G.B.
Estimado Guiasterión: Agarré esta novela "culpa" suya y coincido plenamente con su excelente, yo la hubiera calificado de la misma manera.
ResponderEliminarQuisiera leer el diario inédito de él, tiene 1500 páginas lo único, pero debe ser una joya.
Un abrazo
P.
Estimado Guiasterión: Agarré esta novela "culpa" suya y coincido plenamente con su excelente, yo la hubiera calificado de la misma manera.
ResponderEliminarQuisiera leer el diario inédito de él, tiene 1500 páginas lo único, pero debe ser una joya.
Un abrazo
P.
Ojala P. se pudiera leerlo! esta inedito!
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