Peter Longerich
RBA. Ensayo de historia, 937 páginas. Edición 2009
¿Cómo puede un hombre banal convertirse en genocida?
Esta impresionante biografía ofrece respuestas. Peter Longerich, un historiador alemán afincado en Londres, hizo un trabajo formidable. Nunca antes, dicen, se habían explorado tantos documentos (cartas, discursos, diarios y memorias, directivas gubernamentales) para retratar a un jerarca del Tercer Reich. El libro fue esculpido de una manera tan minuciosa que por momentos causa mareos, pero es ameno y rico en enseñanzas. Confirma, por ejemplo, que las democracias tienen el deber de censurar ciertas ideas demenciales, como el racismo o el odio al pueblo judío. La intolerancia es el trato que exigen los intolerantes.
Heinrich Himmler no fue un funcionario intercambiable o un burócrata más. En su carácter de timonel del aparato represivo dio una infernal eficacia al exterminio de aquellos hombres, mujeres y niños que los nazis catalogaban como sabandijas. Asesorado por psicólogos, Longerich desentraña en su octavo ensayo el núcleo de la personalidad del Reichsführer SS. Combina la historia estructural con la biográfica. Revela que el número dos del régimen modeló instituciones con sus manías, creencias estúpidas, duplicidad moral. Hay un dato que encantará a los freudianos: Himmler fue virgen hasta los veintisiete años. Un homofóbico con tendencias vouyeristas.
Si Lacan tiene razón y la capacidad de adaptación es una manifestación de la inteligencia, Himmler era listísimo. Fue un idólatra, estaba convencido de que la misión histórica del nazismo era sepultar a la religión cristiana. Hijo de un estricto profesor bávaro, educado en el catolicismo -al cual persiguió con saña- y obsesionado por mostrarse como un general aguerrido y paternal, planeó y ejecutó desde su atalaya visionaria el satánico reordenamiento de Europa. El precio de treinta millones de muertos es baladí, aleccionaba a sus esbirros. Murió como un cobarde: trago una píldora con cianuro en mayo de 1945.
Guillermo Belcore
Calificación: Muy bueno
PD: El País de Madrid publicó una excelente entrevista al autor.
genocidas banales? tenemos doctorado en américa latina!
ResponderEliminarEstimado Drfloyd:
ResponderEliminarEn realidad, nunca he escrito "genocida banal", sino "¿cómo un hombre banal puede convertirse en genocida?". Ese misma pregunta, como se sabe, se la ha formulado Hanna Arent y dio lugar a una de las penetrantes indagaciones sobre la naturaleza del mal.
Piensa, por ejemplo, en ese compañero de colegio petiso y de anteojitos, tremendamente tímido con las mujeres, buen alumno pero nunca brillante, retraído y con un padre castrador, correcto y educado. Un buen día, treinta años después, alguien te dice que se ha convertido en uno de los peores asesinos seriales de la historia. Bueno, es el caso de Himmler. La banalidad del mal.
Gracias por escribir
G.B.
QUERIDO.
ResponderEliminarno creo en los genocidios.
lamento ir contra la corriente.
en todo caso....creo que LOS GENOCIDAS se encuentran esperando su chance de elegir a quien matarían ellos.
atte
ALEJANDRO (desde Chile)
Peter Longerich escribe una monumental biografía de Himmler; la coincidencia quiere que tal volumen sea la más reciente de mis lecturas. El británico Peter Padfield concluyó un ensayo sobre sobre la infamia Reichsführer a principios de esta década. Si se quiere, el trabajo de Padfield es más contextual, su exploración de las raíces ideológicas de las SS como las de un jacobinismo perverso más estremecedoras. El libro de Longerich, seguramente, es una referencia paciente y colosal que ninguna obra futura podrá desdeñar. Quisiera detenerme por unas breves líneas en desmentir, desde la modestia de mi opinión, la supuesta enemistad entre nazismo y cristianismo. No es falso que Himmler hubiese sucumbido a la grotesca tentación de revivir ritos germánicos más propios de la prehistoria cinematográfica. En tal cometido, sin embargo, chocaba con el designio de Hitler, quien no estaba solo a la hora de llevar a cabo una suerte de arianización de la religión cristiana, cometido que era observado con benevolencia hasta por altas jerarquías de las iglesias católica y protestante. No es mi intención restar mérito a los grupos de resistencia contra el nacional-socialismo que basaban sus ideales en un cristianismo despojado de antisemitismo, de la opción por la genuflexión ante el poder y de cesaropapismo; Sophie Scholl y su Weisse Rose es un ejemplo heroico de esos esfuerzos trágicos. Queda ensombrecida su prédica por la horrorosa connivencia entre las instituciones eclesiásticas y las formas alemana, italiana, española y portuguesa del terror. Hitler miraba con sorna los intentos de Himmler por devolver a Alemania a una era anterior a la tribu en materia de cultos. ¿A qué soliviantar a vastos sectores del Herrenvolk con la adopción de credos improbables cuando ya se dispone de varios lo suficientemente reaccionarios como para que su adaptación al nazismo sea espontánea y automática? Ignoramos, por fortuna, qué hubiera sucedido de resultar el Eje vencedor en la guerra; quizás se hubiera avecinado un conflicto como el que enfrentó a Perón con la Iglesia Católica en Argentina, menos ideológico que pecuniario.
ResponderEliminarEn lo que toca a ambos esfuerzos sobre la maldad de Himmler, el de Longerich y el de Padfield, quizás la mejor idea sea la de que habiten juntos las mismas bibliotecas.
Hadrian Bagration
Estimado Hadrian:
ResponderEliminarSí, estoy de acuerdo, el conflicto era inevitable. Como todo régimen y filosofía totalitaria, el nazismo apuntaba a controlar todos los aspectos de las personas. La religión organizada no iba a quedar al margen de las garras de la Gestapo y las SS. Era cuestión de tiempo.
Es muy interesante la ucronía que dibuja Harris en 'Fatherland', imagina cómo hubiese sido Alemania si Hitler ganaba la guerra. En esa Europa nazificada, las iglesias son confinadas a las catacumbas.
Hoy estoy feliz Hadrian. Acaban de entregarme en La Prensa para comentar una biografía de otra hiena parda e inteligentísima: Josep Goebbels.
Gracias por escribir
G.B.
PD: Bagration, por cierto, fue una batalla decisiva de la II Guerra. Similar en importancia a Normandía, creo.
Estimado Guillermo:
ResponderEliminarHe leído el libro de Harris que usted menciona. Hemos de coincidir en que no se trata de literatura mayor, aunque el difundido recurso del "what if" me resulte bastante atrayente. Aun así, un crimen del tamaño del Holocausto no hubiera pasado inadvertido por décadas; de hecho, pocos alemanes pudieron aducir convincentemente que nada sabían,al igual que en el caso argentino.
Supongo que se refiere usted a la obra de Manvell y Fraenkel. La he encargado a través de una librería virtual, posiblemente su acertada crítica me ofrezca una buena opinión del libro antes de que caiga en mis manos. Recuerdo haber fatigado mi paciencia con la lectura de las hagiografías del nazi británico (esta expresión es casi un oxímoron) David Irving. Más que su inteligencia, que poseía en grado sumo, Irving rescata de Goebbels la adhesión a la causa; esa razón basta para condenar un libro cuyos resultados reivindicatorios son previstos de antemano.
Soy descendiente por línea materna de una rama de la familia Bagration, una suerte de anacronismo feudal cuyo origen se atrasa en el Cáucaso georgiano. Piotr Bagration murió en Borodino combatiendo contra Bonaparte para Alejandro I. El Moscú soviético vilipendió su nombre y su tumba en un principio; más tarde, en el curso de lo que dieron en llamar Guerra Patriótica, bautizaron así a una campaña que logró destruir al Grupo de Ejércitos Centro de la Wehrmacht. En términos de hombres, armamentos y pertrechos, Bagration fue más onerosa para los alemanes que Stalingrado, y los arrastró casi hasta la Polonia oriental. Normandía, comparativamente, fue un paseo en la playa, que las necesidades políticas de la Guerra Fría magnificaron al punto de ocultar el avance ruso en el Este. Mi abuela solía decir, post festum, que quien llegara primero a Berlín ganaría la guerra. Los pueblos del otro extremo de Europa merecían mejor suerte.
Afectuosamente,
Hadrian Bagration
Querido Hadrian:
ResponderEliminarNo, me refiero en realidad a la biografía de Goebbels que escribió Toby Thacker, un catedrático de la Universidad de Cardiff. El sello Ariel la acaba de lanzar en la Argentina. Hoy, tarde del sábado, he leído unas 50 páginas. Le adelanto que es una lectura fascinante.
Estoy de acuerdo con usted, Europa oriental y del centro no merecía el azote del bolchevismo.
Muchas gracias. Valoro mucho la inteligencia de sus aportes.
G.B.