Paulo Coelho
Planeta. Novela, 191 páginas.
Hace más de un siglo, Mark Twain escribió El hombre que corrompió Hadleyburg, un cuento formidable. Diez años atrás, Paulo Coelho (Río de Janeiro, 1947) se apropió del argumento y lo distorsionó a golpes de moralina y mensajes edificantes sobre el yunque de la New Age. El sello Planeta creyó oportuno reimprimirlo para gozo de la multitudinaria grey de Coelho.
El libro narra la irrupción del Mal en el caserío de Viscos, doscientos ochenta y un habitantes, sin niños ni perspectivas frescas para los jóvenes. Un fabricante de armas que ha sufrido una pérdida irreparable usa al poblado como conejillo de indias para encontrar una respuesta que los libros y los filósofos confunden. Quiere saber si el ser humano es, en esencia, bueno o malo. Un demonio lo asesora. El magnate ofrece diez lingotes de oro a quien cometa un homicidio antes de que transcurra una semana. Chantal Prym, la camarera del único bar, es su instrumento. El alma de la chica -nos dice el autor- se debate en una lucha sin cuartel por aventuras, sueño, miedo y poder. Una anciana sabia, que suele hablar con el marido muerto, viene en auxilio de la comunidad.
La novela aplica un solo procedimiento: las historias dentro de la historia. Todo se subordina a la moraleja y a la simplicidad. Los parlamentos son inverosímiles, la trama aburrida, las ñoñerías y el kitsch mandan. La escritura se convierte, a menudo, en un sistema de citas, pero con la profundidad de un dedal. Verbigracia: “existen dos cosas que impiden que una persona realice sus sueños: creer que son imposibles o que, gracias a un repentino vuelco de la rueda del destino, vean que se transforman en algo posible cuando menos lo esperaban”.
¡Qué misterio! ¿Qué contienen estos libros que cautivan a tanta gente? Paulo Coelho, dicen, ha vendido más de cien millones de ejemplares.
Guillermo Belcore
Este comentario se publicará mañana en el Suplemento de Cultura de La Prensa.
Calificación: Malo
PD: Bueno, señor Coelho aquí nos despedimos, ojala que para siempre. Usted no me necesita. Venderá toneladas de libros, a pesar de mi desdén de pulga arrogante. Su fortuna, bien ganada, seguirá multiplicándose. Haber leído dos de sus novelas me ha permitido confirmar una intuición negativa sobre la escritura que comercia. Ya puedo hablar sobre usted, caballero, con cierto fundamento. Pero me pregunto también -siempre me lo pregunto- si no seré un envarado sin remedio con prejuicios que me impiden disfrutar otra clase de literatura. ¿Millones de hombres y mujeres que aman a Coelho en todo el mundo están fatalmente equivocados? ¿Es una clásica cuestión de opiniones? Uf... qué difícil.
¿Yo escribí este comentario?
ResponderEliminarNo, claro que no; no me da la capacidad para hacerlo tan bien.
Pero qué maravilloso haberme encontrado con alguien que sabe expresar las palabras correctas en cada osación.
¡Gracias por ello!
Una pregunta. ¿Por qué se autorizó el comentario anterior a éste, que sólo contiene una grosería?
Nuevamente, ¡Gracias por tanto!
Diana
Estimada Diana:
ResponderEliminarDebe ser una actualización automática. La verdad es que se me pasó por alto. Intentaré borrarlo.
G.B.
Fe de erratas: Donde dice osación deberá leerse ocasión. Gracias! Diana
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