Diario de un lector apasionado XII
Estoy leyendo, por encargo, una novela premiada. Isabel de Gracia ganó el Premio Letra Sur 2009 (cincuenta mil pesos más fama) con Glasgow 5/15. Otro día hablaré de sus cualidades, quiero detenerme hoy en la página ciento cuarenta y tres, que me obligó a meditar acerca de una superstición de los escritores.
La narradora-protagonista es una mandadera en bicicleta que se empeña en descubrir qué le ocurrió a su hermana comatosa. Hay un leve y agradable misterio. Vemos a la mujer llegar a la casilla del cuidador de un parque espectral. Coloca sus bártulos sobre una mesa y separa una caja con medicamentos, un sobre con dinero y una bolsa con un expediente judicial. Recorta un cuarto de cada pastilla, arranca tres fojas del documento y deja la plata intacta. La chica es una suerte de Robin Hood, regala los remedios a los necesitados y con las fojas robadas (la autora) bosqueja una ética del procedimiento judicial. El dinero ajeno no le interesa a la mandadera. ¿Para qué lo separó entonces? Para demostrarnos, sin sombra de duda, que es un dechado de virtudes. Qué lástima.
Borges, quién si no, ha notado que un cobarde siempre es más cautivante que un valiente. Lord Jim, por consiguiente, es superior al Martín Fierro. Si la chica de Glasgow 5/15 hubiera rapiñado unos billetes, toda nuestra visión sobre el personaje habría cambiado. Seguramente, la novela sería mejor. Pero la señora De Gracia participa del fetichismo de la moralidad artística. Injerta al texto su afán de justicia. Cree, como la Iglesia medieval, que el libro debe ser edificante. En la página ciento setenta y cuatro, inflige al lector una ñoña plegaria laica: “No puedo dormir. Recuerdos de cuando me burle de alguien, sin darme cuenta de quién era o de dónde venía esa persona. Cuando no supe contestar y me humillaron. Cuando participé de campañas y dejé que me manipularan (sic). O cuando monté una puesta en escena para hacer el amor o impresionar a los demás. Cuando usé engaños o estrategias para conseguir lo que quería. Las veces que me acusaron o acusé injustamente”. ¿Conocen ustedes a algún argentino que no haya podido dormir por haberse sumado a una campaña periodística? Sonamos. La cruzada K. contra los monopolios informativos ha llegado a las bellas letras.
Me parece que la persona íntegra sólo es interesante, en términos literarios, por contraste; es decir, actuando en un ambiente absolutamente putrefacto. La gema que brilla en un fango nauseabundo. Siempre me ha intrigado -en la vida y en la ficción- esa maravilla del universo que es una conciencia que corre graves riesgos por decir “no” al poder o a la vileza. Pero en un entorno común y corriente, sólo nos despiertan curiosidad las conductas viciosas, perversas, egoístas, autodestructivas, como las obsesiones con las nínfulas del profesor Humbert. La moralina -ésta es mi hipótesis- es un feo ripio narrativo. Obviamente, se trata de un juicio estético.
Guillermo Belcore
PD: No está mal que la novela transmita ideas, de hecho esa es una de sus misiones primordiales. Pero los procedimientos indirectos, no me cansaré de decirlo, siempre son más eficaces.
Has hecho una lectura inteligente, sagaz.
ResponderEliminarLa cruzada K es, evidentemente, un serio problema para nuestra letras. Lo está contaminando todo.
A propósito, te invito a leer acerca de la fuerte impresión que me dejó otro escritor que, como la autora de Glasgow, quien pertenece a Carta Abierta, parece haber caído en la trampa.
El panorama, amigo mío, es cada vez más triste:
http://criticacreacion.wordpress.com/2010/02/08/como-nos-arruina-el-kirchnerismo/