Un amigo de este blog, argentino radicado en Chile, narra la tremeda experiencia del sismo del 27 de febrero.
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“El viernes había sido muy tranquilo.
Teníamos planes de asado y pizza para el sábado. Con mi hija Francesca compartimos esos planes culinarios.
A las 2.00 de la madrugada, me levanté a tomar agua.
Todo estaba raro. La cabeza me dolía como nunca…
Hacía días que ciertos pájaros no venían a comer al jardín. No lo entendía.
Tampoco se veían los voraces conejos que depredan el pasto y las plantas.
A las 3.00 me despertó la luz de una de las patrullas del barrio.
A las 3.30 se mueve la cama.
Me despierto nervioso, exaltado. Se movía demasiado fuerte, y a un ritmo no acostumbrado.
Salimos corriendo a buscar a los chicos que estaban en el piso de arriba. El temblor crecía geométricamente en milisegundos...
Ya en la escalera el temblor había pasado a mayores (definitivamente).
Se movían los escalones y las paredes te pegaban en los brazos, en los hombros.
Todo estaba terriblemente oscuro y los ruidos eran espantosos.
Toda la casa sonaba. Los ladrillos crujían, como quebrándose. Podía adivinar que era lo que se caía o se rompía.
La cocina trinaba. Si bien no lo veía… todo se rompía en el aire.
Los ventanales vibraban amenazantes...
Mi cabeza estaba en blanco, pero no me entregaba...
Mi única idea era rescatar a los chicos y salir de la casa. Sabía que lo lograríamos
La casa no me dejaba, pero no era rival digno (eso pensaba).
Se suponía que la casa era antisísmica... pero no quise comprobarlo desde adentro.
Con el movimiento, se abrió abruptamente la puerta principal.
Salimos corriendo, y nos paramos en los adoquines, normalmente la corredera de los autos.
La noche era fría y con rocío, típico clima de febrero en la zona de montaña. La casa seguía en movimiento y el miedo y la pena eran enormes.
Seguía escuchando como se caían cosas, se rompían maderas, vidrios.
Era un infierno sonoro.
Ya estaba con los míos, a salvo. Pero ahora, tenía una platea hacia la casa.
Noche de espanto. Muchos gritos, llantos, perros.
Gente que arengaba a otros a salir de las casas.
Seguía temblando… y de pronto una enorme explosión sacudió el cielo oscuro. Un rojo fuerte pintó el momento. No sabía que era o de donde venía esa explosión, pero era enorme.
Pensé en un choque de autos. También en algún siniestro de fábrica. El hongo de la explosión era majestuoso, pero empeoraba...
Cada explosión nos desmoralizaba...
Ya eran cerca de las 4.00.
Pude entrar por primera vez a la casa. Buscaba abrigo y frazadas.
Subí todo lo rápido que pude por las escaleras. Todo estaba en el suelo. Cuadros, retratos, ropa.
Muebles corridos varios metros.
Televisores en el suelo.
Computadoras por cualquier lado.
Abrigué a mi familia.
Volví a entrar, y fui a la cocina. La luz de encendedor me mostró algo imborrable.
Todo en el piso, 80 por ciento roto.
El milagro era de aceite. Dos botellas de un exquisito oliva (Arauco) ignoraron el drama...
Pensé en alegrar a mis hijos (y a mí).
Galletitas de chocolate y Coca Cola, mi fiel Coca.
Entré y salí varias veces... la casa temblaba en amenaza.
Me senté en el adoquín, con la familia.
Francesca estaba bien.
Ale estaba aterrado. Se tapaba la cara con la frazada. No quería mirar.
La casa seguía temblando (¡es verdad, seguía temblando!) El terremoto como tal fue de 8,8 grados y duró 3 minutos y 20 segundos. Pero todo el temblor duró horas...
Saqué la llave del auto y busqué la radio. Las chilenas no funcionaban.
La 88.9 (siempre sintonizada en mi coche) tuvo la mágica visita de una radio argentina. Se decía que hubo un enorme terremoto en Chile. El locutor decía que había sido en el sur, y de 8.8 grados.
Mientras escuchaba esto, miraba a los míos, acostados en el piso. Seguros, pero con frío.
Yo tenía miedo...
El auto se movía como en el samba. Supongo que eran cerca de las 6.00.
Volví a entrar muchas veces.
Me senté nuevamente con los míos. Ellos me preguntaban qué fue la explosión. Mis pies estaban llenos de vidrios, pero no estaban cortados. La adrenalina me protegía.
Era el hombre que caminaba en el vidrio.
... la leve luz comenzó a mostrarse.
Las piedras perimetrales se habían caído. Mas de 60 metros...
La casa había aguantado estoica... (salvo pequeñas grietas).
Todo lo que estaba en armarios se había desparramado en el piso. Todo.
Los muebles habían perdido los cajones...
No era demasiado daño. Salvo el mental.
La vida ya no sería igual.
Los míos estaban bien. Yo estaba bien
Había protegido a la familia (¿?)
La casa estaba de pie.
Quedaba un serio trabajo por delante.
No había teléfonos.
No había agua.
El gas… estaba, pero era difícil o peligroso prenderlo.
Ya a las 7.00.tenía las noticias por las radios de la Argentina. Algunas ciudades chilenas del sur habían desaparecido o perdido el 90% de las casas.
Comenzaba la peor de las semanas...
Temblores, falta de luz y agua.
Pánico.
Política sucia.
Gente con hambre y sin casas.
Miedo nocturno (Dormimos juntos)
Mucho se ha perdido.
Ahora la vida sigue, pero nada será igual... Ahora sé que el monstruo ataca….y cómo ataca...
Alejandro Cucchiara
mira esta maquina
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http://devolucionyprestamo.blogspot.com/2010/03/reconstruccion.html
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