domingo, 8 de mayo de 2011

Selina o la otra vida

Walter Kappacher
Adriana Hidalgo Editora. Novela, 278 páginas

“Quiero que mi lector, quienquiera que sea, solo piense en una cosa: en mí, no en el casamiento de su hija, no en la noche pasada con su prometida, no en las intrigas de sus enemigos, no en avales y cauciones, no en su casa ni en su campo ni en su dinero, y que al menos mientras me lea, esté conmigo. Si esta condición no le cupiera, que se mantenga lejos de estos inútiles escritos…”
Petrarca

Anhelo de Italia. Una enfermedad nórdica; apetencia del sol, el vino, los sabores mediterráneos, las mujeres macizas, la gente que abre toda su alma. Sobre eso va este libro. Sobre “la otra vida”. Europeos que llegan al Sur desde el frío para experimentar sensaciones auténticas, ansias indefinidas. Un profesor austríaco, en fase de separación conyugal, pasa su año sabático en una finca abandonada de la Toscana. La Mora está a solo cincuenta kilómetros de Florencia, pero es un paraje apartado, sin electricidad, hollado por los jabalíes. Se hacen las necesidades entre los matorrales. Sobre el macizo del Pratomagno, Stefan, absolutamente extasiado, se entrega a la contemplación (la naturaleza tiene buen gusto, ¿no?), a cultivar la amistad con los vecinos y con el lúcido Heinrich, a las faenas domésticas, “porque no hay nada en el mundo más importante que las pequeñas y grandes tareas que hay que en la casa, en los terrenos, cocinar“. Y encuentra a Selina, es decir, al amor incipiente. El libro, por otro lado, es homenaje y reelaboración de una obra romántica: Selina del poeta Jean Paul (1763-1865).

Epicuro sostenía que podemos ver las cosas porque de los objetos constantemente emanan invisibles ‘eídola’, estos es, pequeñas imágenes hechas de átomos que pueden ser captados por nuestros órganos. Walter Kappacher postula que los ’eidola’, aquellas esencias que no pueden definirse con palabras, se perciben lejos de la civilización moderna y la fealdad contemporánea (“¿Alguna vez ha visto un monumento de los tiempos modernos que no sea horrible?”). La novela está colmada de referencias al arte clásico italiano. Nos fuerza a usar constantemente el Google. ¿Tan hermosas son la famosa carta de Petrarca sobre el ascenso al Monte Ventoux y la Madona della Misericordia de Parri di Spinello?

Un ocurrente elaborador de rótulos dijo que Walter Kappacher (Salzburgo 1938) es un cabal representante el “realismo poético”. En efecto, su prosa tiene una cadencia suave, bella y melancólica, murmura como un curso de agua. La novela no progresa en tiempo lineal, sino que trabaja por adición de sensaciones y anécdotas. Es decir, el relato no tiene una verdadera trama. Se trata de una literatura inteligente, culta, seria, con buen sentido, que arriesga incluso una conjetura sobre el origen de la idea de Dios. No es para todos. Un escritor para escritores, dijo Peter Handke del austríaco Kappacher cuando se lo honró con el Premio George Büchner 2009, uno de los más importantes en lengua alemana.

Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

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