Sándor Márai
Salamandra. Novela, 187 páginas. Edición 2011
En el terrible momento en que Hungría decide si secunda -o aún no- la guerra de exterminio que han lanzado los alemanes contra Rusia, el señor consejero de Su Excelencia recibe una visita perturbadora. Una casualidad aunque resulte absurda, estúpida y novelesca. Como si la mujer a quien había amado regresara desde la tumba. En efecto, la bella y etérea Aino Laine, una joven finlandesa atrozmente parecida a su amada Ilona, se presenta en el despacho en busca de una visa de trabajo. ¿Quién la envía a Budapest? ¿Tú, que mueves los hilos de los marionetas humanas? ¿O bien es agente de una sórdida potencia?
Este es el tema de la primera novela de Sándor Márai (Karai 1900-1989), otro caso flagrante de consagración póstuma, aunque ahora, que ha conquistado el favor de las masas, parece estar de moda entre la intelectualidad elitista y esnob repudiarlo por sus virtudes clásicas y sus defectos decimonónicos. La gaviota fue publicada por primera vez en Hungría allá por 1943, en circunstancias tan apremiantes que obligan a pasar por alto sus énfasis insensatos y sus noñerías. Al artista le urgía explicar la desintegración de la Europa civilizada. Además, no se olvide, querido lector, que se trata de una obra primeriza. Y para colmo mal parida: Márai erró el camino, debió haber sido una obra de teatro.
Pero, como sabían los antiguos, no existe libro tan malo que no contenga algo bueno. Usted encontrara aquí metáforas elegantes, una entonación delicada y algún que otro párrafo majestuoso, como aquel que desmenuza la naturaleza del beso y postula, justamente, “que todo lo que pueda ocurrir sin que medie el beso carece de sentido”. Esta muy bien, además la reprobación aristocrática de los hombres-masa, urdida sin hebra alguna de corrección política, ese veneno para la literatura de calidad. Es el sufrimiento del hombre culto que siente que están los bárbaros ante su puerta blandiendo un hacha. Sin los hombres-masa, la fuerza corrupta de Hitler no se hubiera encaramado a la Historia para triturar familia, patria, mundo burgués y ese espacio tan fecundo como irrecuperable del que surgió Márai y otros talentosos, al que conocemos (y añoramos) como Centroeuropa. Véase la fuerza del odio del escritor, desprecio vivificante para la expresión. Transcribo un pasaje celinesco:
“Ellos constituyen la masa. ¿Acaso no lo sabías? Los sabios de la era moderna han escrito estudios inquietantes sobre ella, sobre esa masa que no es ninguna congregación muda y melancólica en el patio de una fábrica, sino una masa que se halla y se palpa por doquier, en la sala de espera del dentista, en los departamentos de los edificios recién construidos, incluso en la soledad. Son masa, aun cuando están solos. Y el alma de un individuo es simplemente un átomo del alma de la masa: ese brote de impersonalidad que crece exponencialmente emite ‘opiniones’ sobre cualquier asunto, carece prácticamente de todo conocimiento real y va buscando una vía de escape, asustado, frívolo, deslumbrado, sin norte ni objetivo… ¿De qué te sorprendes? Esta masa, estas mujeres maquilladas como cadáveres egipcios, estos hombres de mirada dura y malintencionada que lucen sus trajes de última moda impecablemente cortados como si fueran uniformes de una sociedad secreta, forma el sustrato de esta civilización. En todas partes se da la misma fría complicidad. En cualquier lugar se asiste a esta alianza de sangre establecida previamente que, entornando los ojos, intercambia señales sobre el sexo, los negocios y el mundo. Una basura humana bien planchada que posee cuerpo, nervios y capacidad de habla, pero carece de alma. (…) “Materia” es la palabra mágica que excita los nervios de esta gente: la materia, o sea, oro, tejidos, café o petróleo, algo que puede tomarse con las manos, que puede esconderse, para luego sacarlo de la nada ante la inquieta miseria humana, por arte de magia, con los trucos de prestidigitador”…
Guillermo Belcore
Una version más corta de esta reseña fue publicada en el Suplemento de Cultura del Diario La Prensa
Calificación: Regular
Este es un blog sobre libros para amantes de los libros y las series. Se rige sólo por el hedonismo de un tal Guillermo Belcore.
sábado, 30 de julio de 2011
viernes, 29 de julio de 2011
La reticencia de lady Anne
Programa Diez Mil Cuentos
Advertencia: El ambicioso e inútil plan de atesorar los mejores argumentos que me ha entregado la literatura condújome a releer un caso magistral del arte de resolver el cuento en la última línea. Quien no conozca al sublime Saki y prefiera conservar la posibilidad de sorprenderse, más vale que no lea lo que viene a continuación.
Argumento número dos:
La reticencia de lady Anne
Saki, Cuentos escogidos, editorial Claridad, edición 2007.
Lady Anne y Lord Edgard tuvieron una pequeña disputa en la mesa del almuerzo que no había concluido, y la cuestión era si la señora estaba con ánimo de reanudar las hostilidades o renunciar a ellas. En la penumbra con tintes religiosos incluso, el caballero ingresó al gran salón para compartir el te con su amada esposa. Con un largo monólogo, intenta romper el hielo, pero no recibe respuesta. La defensiva barrera del silencio lo humilla. Después de un último intento desesperado, parte a cambiarse para la cena. El gato Tarquino, tan persa como la alfombra, se zampa al pajarito de la jaula, ante la absoluta indiferencia de su dueña. Lady Anne había muerto hace dos horas.
PD: Se sugiere acompañar la lectura de Saki con esta verdadera maravilla.
Advertencia: El ambicioso e inútil plan de atesorar los mejores argumentos que me ha entregado la literatura condújome a releer un caso magistral del arte de resolver el cuento en la última línea. Quien no conozca al sublime Saki y prefiera conservar la posibilidad de sorprenderse, más vale que no lea lo que viene a continuación.
Argumento número dos:
La reticencia de lady Anne
Saki, Cuentos escogidos, editorial Claridad, edición 2007.
Lady Anne y Lord Edgard tuvieron una pequeña disputa en la mesa del almuerzo que no había concluido, y la cuestión era si la señora estaba con ánimo de reanudar las hostilidades o renunciar a ellas. En la penumbra con tintes religiosos incluso, el caballero ingresó al gran salón para compartir el te con su amada esposa. Con un largo monólogo, intenta romper el hielo, pero no recibe respuesta. La defensiva barrera del silencio lo humilla. Después de un último intento desesperado, parte a cambiarse para la cena. El gato Tarquino, tan persa como la alfombra, se zampa al pajarito de la jaula, ante la absoluta indiferencia de su dueña. Lady Anne había muerto hace dos horas.
PD: Se sugiere acompañar la lectura de Saki con esta verdadera maravilla.
miércoles, 27 de julio de 2011
Los sastres valientes de Maida
Proyecto Diez Mil Cuentos
El viernes 11 de diciembre de 1959, Jorge Luis Borges sentenció: “Lo que más durará de las obras literarias será el argumento. Desde luego todo se olvidará, pero lo último en olvidarse será el argumento. Las bellezas del estilo se perderán con los cambios de gustos y con la muerte de las lenguas. ¿Qué nos queda de las bellezas estilísticas de un texto sánscrito? Las situaciones también quedarán, pero las las situaciones son argumento. Los caracteres durarán quizá más que las bellezas formales y menos que los argumentos”.
Es verdad, los buenos argumentos dejan su impronta en nuestra frágil memoria, con muchísima más fuerza que el título de una novela que asimilamos el año pasado, o el nombre de un escritor de policiales que no nos agradó demasiado. Pero yo no quiero dejar librado a un músculo tan traicionero la riqueza de las urdimbres literarias que han alegrado mi existencia. Me he propuesto, en una de esas malditas noches de insomnio solitario, resumir en no más de diez líneas el argumento de los diez mil cuentos que, estimo, habré leído cuando concluya mi vida. Me obliga, claro, a la relectura; otro de los grandes placeres de la vida.
Creo que el proyecto será de interés para los amigos de este blog, porque seamos honestos: ¿a quién no le gusta que le cuenten una buena historia? Estoy seguro que incluso a esos comentaristas esnobs que sostienen que la trama ya no es importante (¡Qué bobos, no!) los atrapa cualquier anécdota interesante. Lo narrativo, decía también Borges, “es uno de los permanentes agrados de los hombres… ¿qué tiene de malo?” Una buena historia -bien narrada por un conocido, un familiar o incluso una amante- provoca que dejemos lo que estamos haciendo para escuchar con atención. Amigos, esa fascinación “por lo que viene después” la llevamos en el alma desde los tiempos de las cavernas.
Argumento número uno
Los sastres valientes de Maida
Por Gay Talese (Retratos y encuentros, editorial Alfaguara, edición 2011)
¡Qué catástrofe! Jugando con unas tijeras, el aprendiz Talese hizo una rasgadura de tres centímetros en la rodilla izquierda del pantalón de estreno de uno de los uomini rispettati de Calabria, popularmente conocidos como La Mafia. No hay tiempo para fabricar otro. Esta misma tarde, el temible Vicenzo Castiglia pasará a retirar su traje de confección. Lo necesita para pavonearse en la principal fiesta religiosa de Maida. El maestro sastre, Francesco Cristiano, diminuto y fatuo, irascible artesano de la aguja, está desesperado. En un primer momento, pensó huir a los montes, pero finalmente encerró a todos sus empleados en la casa. No se va nadie hasta que encontremos una solución. Don Francesco, finalmente, zurce al desgraciado pantalón un diseño de alas, para más tarde hacerle creer al señor Castiglia que es el primer hombre en esa parte de Italia que se pone unos pantalones confeccionados a la última moda de las grandes capitales de Europa y Estados Unidos, la moda de las rodillas con costuras.
viernes, 22 de julio de 2011
Vicio propio
Thomas Pynchon
Tusquets. Novela, 422 páginas. Edición 2011
“La suerte, la pura chiripa, es la que pone a cada uno donde está y la mejor forma de pagar por la suerte que se ha tenido, por efímera que sea, es dando una mano siempre que se pueda”.
Mucha gente -incluso pedantes de la Academia- consideran que Thomas Pynchon (Nueva York, 1937) es el mejor escritor norteamericano vivo, que es lo mismo decir que es uno de los mejores de todos los tiempos. Se lo ha catalogado como el súmmum de postmodernismo literario por su destreza para procesar materiales de las más diversas procedencias (culturales, sociales, geográficas, etc). Lo que el lector debe saber es que tiene una capacidad de invención extraordinaria y, al parecer, inagotable. Se han elaborado enciclopedias con los conceptos que incluye en sus obras. No es para todos. Integra el lote de artistas que exigen lectores cultos y creativos.
Antes de publicar en 2010 las sublimes mil cuatrocientas páginas de Contraluz, acaso su obra maestra, Pynchon deleitó al público anglosajón con esta sátira de la literatura de detectives. Inventó al primer investigar privado que usa peinado afro, blusitas psicodélicas, morral con flecos y huaraches. Larry Doc Spotello es hippie, fumeta y drogón. Sus peripecias son divertidísimas. Si usted nunca ha pisado una facultad de humanidades de la Universidad de Buenos Aires, encontrará aquí la más delirante colección de freaks que haya visto en su vida.
La novela nos transporta a comienzos de los años setenta en California, la tierra que se ha dedicado desde siempre a la producción de lo ilusorio. Larry investiga la desaparición del magnate de la construcción Mickey Wolfmann, “técnicamente judío pero que se ejercita para nazi hasta el punto de usar la violencia contra los que olvidan de escribir su nombre con dos enes”. Desde ese punto de partida la trama parodia al tópico y va ramificándose y retorciéndose como si estuviera bajo los efectos de un poderoso alucinógeno. Nunca aburre. Hay humor, denuncia social y observaciones agudísimas. Al timón se encuentra una formidable inteligencia, avezada para ir apilando las mil esquirlas de una época y de una subcultura. Todo viene servido, además, con un estilo que relumbra en su deliciosa artificiosidad. Pynchon, no es ocioso repetirlo, tiene un talento inigualable. ¡Ah! Y la dosis justa de paranoia.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Excelente
PD: Otro asunto, los nombres. ¡Qué nombres inventa Pynchon! Vean: Ensenada Slim, Leonard Jermaine Loosemeat, Sauncho Smilax, Piegrande Bjorsen, Adrian Prussia, Delwyn Quight, Coy Harlingen, Vehi Fairfield, San Flip de Lawndale. Todo lo que toca este tipo lo cubre de brillantina.
Tusquets. Novela, 422 páginas. Edición 2011
“La suerte, la pura chiripa, es la que pone a cada uno donde está y la mejor forma de pagar por la suerte que se ha tenido, por efímera que sea, es dando una mano siempre que se pueda”.
T.P.
"Todo hombre debe algo a la mujer con la que fornica habitualmente"
T.P.
Mucha gente -incluso pedantes de la Academia- consideran que Thomas Pynchon (Nueva York, 1937) es el mejor escritor norteamericano vivo, que es lo mismo decir que es uno de los mejores de todos los tiempos. Se lo ha catalogado como el súmmum de postmodernismo literario por su destreza para procesar materiales de las más diversas procedencias (culturales, sociales, geográficas, etc). Lo que el lector debe saber es que tiene una capacidad de invención extraordinaria y, al parecer, inagotable. Se han elaborado enciclopedias con los conceptos que incluye en sus obras. No es para todos. Integra el lote de artistas que exigen lectores cultos y creativos.
Antes de publicar en 2010 las sublimes mil cuatrocientas páginas de Contraluz, acaso su obra maestra, Pynchon deleitó al público anglosajón con esta sátira de la literatura de detectives. Inventó al primer investigar privado que usa peinado afro, blusitas psicodélicas, morral con flecos y huaraches. Larry Doc Spotello es hippie, fumeta y drogón. Sus peripecias son divertidísimas. Si usted nunca ha pisado una facultad de humanidades de la Universidad de Buenos Aires, encontrará aquí la más delirante colección de freaks que haya visto en su vida.
La novela nos transporta a comienzos de los años setenta en California, la tierra que se ha dedicado desde siempre a la producción de lo ilusorio. Larry investiga la desaparición del magnate de la construcción Mickey Wolfmann, “técnicamente judío pero que se ejercita para nazi hasta el punto de usar la violencia contra los que olvidan de escribir su nombre con dos enes”. Desde ese punto de partida la trama parodia al tópico y va ramificándose y retorciéndose como si estuviera bajo los efectos de un poderoso alucinógeno. Nunca aburre. Hay humor, denuncia social y observaciones agudísimas. Al timón se encuentra una formidable inteligencia, avezada para ir apilando las mil esquirlas de una época y de una subcultura. Todo viene servido, además, con un estilo que relumbra en su deliciosa artificiosidad. Pynchon, no es ocioso repetirlo, tiene un talento inigualable. ¡Ah! Y la dosis justa de paranoia.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Excelente
PD: Otro asunto, los nombres. ¡Qué nombres inventa Pynchon! Vean: Ensenada Slim, Leonard Jermaine Loosemeat, Sauncho Smilax, Piegrande Bjorsen, Adrian Prussia, Delwyn Quight, Coy Harlingen, Vehi Fairfield, San Flip de Lawndale. Todo lo que toca este tipo lo cubre de brillantina.
domingo, 17 de julio de 2011
De Alemania a Alemania
Günther Grass
Alfaguara, edición 2011, 257 páginas. Autobiografía.
“Para el que odia, el odio es más importante que el objeto de su odio”.
El personaje, estableció Baudrillard, no es más que el simulacro de la personalidad. Es notable como a los escritores les encanta asumir papeles. En el tumultuoso año 1990 de la era cristiana, Günther Grass (Danzig, 1927) jugó a ser el gran aguafiestas de la reunificación alemana. Se disfrazó de pesimista nacional. Escupió en la sopa de los entusiastas. Condenó “el zarpazo de Occidente“, la anexión a precio de ganga -“sin decencia ni dignidad''- de la República Democrática Alemana, un país atrasado en todos los sentidos. Su papel fue el del intelectual que vive muy bien y es conciente de la inutilidad de sus esfuerzos políticos, pero quiere “decir lo que debe ser dicho“. Este volumen entretenido da cuenta de aquella mascarada.
El libro, escrito en forma de diario, completa la trilogía autobiográfica de uno de los narradores imprescindibles del siglo XX. Sin duda, tiene valor literario. Fue forjado con un estilo vigoroso, rezume inteligencia y describe personajes interesantes. El tema es Alemania; Alemania hasta vomitar, una nación donde “todo tiene que ser muy grande, como una obra de arte total“. También se aborde el placer de Grass por el dibujo, las litografías y la naturaleza, los viajes, la gestación de libros, la gastronomía. La prosa impresionista es de pinceladas gruesas y pasionales como las de Van Gogh. La doctrina anticapitalista del autor puede compararse con una barra de acero.
Günther Grass quiso ser la conciencia implacable de la Alemania de posguerra. También se inventó como portavoz de los perdedores; en este caso, los ciudadanos de a pie de la mitad comunista “la Elbia oriental” o “el país de Lutero“). Por segunda vez, admite, con llamativa superficialidad, que en 1944, como joven hitlerista no lo asediaban las dudas. Lo atribuye a una debilidad de carácter, una “obstinación juvenil en grandes proyectos casi épicos''.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Bueno
PD: Leo en la entrada del 9 de julio de 1990 que el pueblo alemán celebró más la obtención de la Copa del Mundo en Italia (vencieron uno a cero a la Argentina, maldita sea) que la caída del Muro de Berlín. Fijate, vos.
Alfaguara, edición 2011, 257 páginas. Autobiografía.
“Para el que odia, el odio es más importante que el objeto de su odio”.
Günther Grass
El personaje, estableció Baudrillard, no es más que el simulacro de la personalidad. Es notable como a los escritores les encanta asumir papeles. En el tumultuoso año 1990 de la era cristiana, Günther Grass (Danzig, 1927) jugó a ser el gran aguafiestas de la reunificación alemana. Se disfrazó de pesimista nacional. Escupió en la sopa de los entusiastas. Condenó “el zarpazo de Occidente“, la anexión a precio de ganga -“sin decencia ni dignidad''- de la República Democrática Alemana, un país atrasado en todos los sentidos. Su papel fue el del intelectual que vive muy bien y es conciente de la inutilidad de sus esfuerzos políticos, pero quiere “decir lo que debe ser dicho“. Este volumen entretenido da cuenta de aquella mascarada.
El libro, escrito en forma de diario, completa la trilogía autobiográfica de uno de los narradores imprescindibles del siglo XX. Sin duda, tiene valor literario. Fue forjado con un estilo vigoroso, rezume inteligencia y describe personajes interesantes. El tema es Alemania; Alemania hasta vomitar, una nación donde “todo tiene que ser muy grande, como una obra de arte total“. También se aborde el placer de Grass por el dibujo, las litografías y la naturaleza, los viajes, la gestación de libros, la gastronomía. La prosa impresionista es de pinceladas gruesas y pasionales como las de Van Gogh. La doctrina anticapitalista del autor puede compararse con una barra de acero.
Günther Grass quiso ser la conciencia implacable de la Alemania de posguerra. También se inventó como portavoz de los perdedores; en este caso, los ciudadanos de a pie de la mitad comunista “la Elbia oriental” o “el país de Lutero“). Por segunda vez, admite, con llamativa superficialidad, que en 1944, como joven hitlerista no lo asediaban las dudas. Lo atribuye a una debilidad de carácter, una “obstinación juvenil en grandes proyectos casi épicos''.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Bueno
PD: Leo en la entrada del 9 de julio de 1990 que el pueblo alemán celebró más la obtención de la Copa del Mundo en Italia (vencieron uno a cero a la Argentina, maldita sea) que la caída del Muro de Berlín. Fijate, vos.
martes, 12 de julio de 2011
El gorila invisible
Por Christopher Chabris y Daniel Simons
Siglo veintiuno. Ensayo, 303 páginas
La ignorancia suele engendrar mayor confianza que el conocimiento
Vivimos en la confusión. Creemos que podemos hacer varias cosas a la vez con igual eficacia, que nuestros recuerdos son más detallados y persistentes de lo que realmente son, que las personas que nos inspiran confianza son las más competentes, que correlación es igual a causalidad y que nuestro cerebro tiene reservas de potencial muy fáciles de liberar (leyendo Coelho o a Bucay, por ejemplo). Este ensayo, ameno y riguroso, nos rescata del error. Induce a autoexaminar nuestra mente, ese músculo siempre atrofiado por seis ilusiones que nos asedian día tras día: las relacionadas con la atención, la memoria, la confianza, el conocimiento, la causa y el potencial. El libro -aclárese bien- no es manual de autoayuda; es un tratado científico basado en el experimento y la investigación que ofrece algunos consejos prácticos. Sirve pues para delimitar nuestra vasta ignorancia.
Christopher Chabris y Daniel Simons son expertos en psicología y profesores con cierto renombre. Uno de ellos probó que muchas personas que están hiperconcentradas mirando un partido de basquebol pueden pasar por alto la aparición de un gorila cruzando la cancha como si tal cosa (ceguera por falta de atención). El cerebro nos engaña permanentemente. Los sentidos también. Y los políticos y los filisteos se aprovechan de ello. La percepción defectuosa y la confianza desmesurada en sí mismo son causas frecuentes de catástrofes. El libro analiza cómo funciona la mente y desmenuza mitos peligrosísimos, como que conducir un automóvil y hablar por un telefóno manos libres al mismo tiempo es igual a riesgo cero.
Los catedráticos esgrimen datos duros y estudios de campo minuciosos. Los usan, como se dijo, para desbaratar mentiras comerciales. No es verdad que la música de Mozart nos haga más sabios, que la publicidad subliminal sea efectiva, y que la mayoría de los casos de éxito empresarial sean ejemplares. Somos cerebros con patas, pero estamos formateados para reaccionar de manera lenta, según el tiempo que regía en la era preindustrial. Dejar todo librado a la intuición, queridos amigos, es un comportamiento estúpido, por decir lo menos.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Bueno
PD: Una noche de viernes, entré con este ensayo a uno de mis parajes favoritos, el Bar Federal de San Telmo. Me espetó el encargado: "Uh, este libro debe ser buenísimo, Buenos Aires está lleno de gorilas ''. ¡Ay no -dije para mis adentros- la política de nuevo! Me vi obligado a explicar de que va en realidad la obra. El caballero no pareció muy feliz, quizás esperaba un gesto de complicidad. Yo huyo de las polémicas envenenadas de la política como de los acatarrados. Me he vuelto un cínico.
Siglo veintiuno. Ensayo, 303 páginas
La ignorancia suele engendrar mayor confianza que el conocimiento
Charles Darwin
Vivimos en la confusión. Creemos que podemos hacer varias cosas a la vez con igual eficacia, que nuestros recuerdos son más detallados y persistentes de lo que realmente son, que las personas que nos inspiran confianza son las más competentes, que correlación es igual a causalidad y que nuestro cerebro tiene reservas de potencial muy fáciles de liberar (leyendo Coelho o a Bucay, por ejemplo). Este ensayo, ameno y riguroso, nos rescata del error. Induce a autoexaminar nuestra mente, ese músculo siempre atrofiado por seis ilusiones que nos asedian día tras día: las relacionadas con la atención, la memoria, la confianza, el conocimiento, la causa y el potencial. El libro -aclárese bien- no es manual de autoayuda; es un tratado científico basado en el experimento y la investigación que ofrece algunos consejos prácticos. Sirve pues para delimitar nuestra vasta ignorancia.
Christopher Chabris y Daniel Simons son expertos en psicología y profesores con cierto renombre. Uno de ellos probó que muchas personas que están hiperconcentradas mirando un partido de basquebol pueden pasar por alto la aparición de un gorila cruzando la cancha como si tal cosa (ceguera por falta de atención). El cerebro nos engaña permanentemente. Los sentidos también. Y los políticos y los filisteos se aprovechan de ello. La percepción defectuosa y la confianza desmesurada en sí mismo son causas frecuentes de catástrofes. El libro analiza cómo funciona la mente y desmenuza mitos peligrosísimos, como que conducir un automóvil y hablar por un telefóno manos libres al mismo tiempo es igual a riesgo cero.
Los catedráticos esgrimen datos duros y estudios de campo minuciosos. Los usan, como se dijo, para desbaratar mentiras comerciales. No es verdad que la música de Mozart nos haga más sabios, que la publicidad subliminal sea efectiva, y que la mayoría de los casos de éxito empresarial sean ejemplares. Somos cerebros con patas, pero estamos formateados para reaccionar de manera lenta, según el tiempo que regía en la era preindustrial. Dejar todo librado a la intuición, queridos amigos, es un comportamiento estúpido, por decir lo menos.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Bueno
PD: Una noche de viernes, entré con este ensayo a uno de mis parajes favoritos, el Bar Federal de San Telmo. Me espetó el encargado: "Uh, este libro debe ser buenísimo, Buenos Aires está lleno de gorilas ''. ¡Ay no -dije para mis adentros- la política de nuevo! Me vi obligado a explicar de que va en realidad la obra. El caballero no pareció muy feliz, quizás esperaba un gesto de complicidad. Yo huyo de las polémicas envenenadas de la política como de los acatarrados. Me he vuelto un cínico.
sábado, 9 de julio de 2011
Pynchon en el Malvón
Diario de un lector apasionado XX
Serrano 789. Ciudad de Buenos Aires. 12 P.M.
Una doble intención me ha traído al barrio de Villa Crespo. Comprar una bufanda celeste de lana en Belvedere y disfrutar de un brunch en Malvón, otro espacio propicio para abandonarse al goce de la lectura. No vine solo. Me acompaña uno de mis escritores favoritos, Thomas Pynchon, la imaginación más retorcida y caudalosa del planeta.
Malvón recibe a la gente con un mostrador de madera repleto de exquisiteces horneadas que harían entrar en trance a un par de termitas con forma de mujer que conozco bien. Son capaces de todo por un muffin, un brownie o una porción de torta. Y cuando digo todo es todo. Yo, en cambio, milito en el bando de lo salado. Aquí, además de una extraordinaria pastelería, ofrecen una variedad de panes saborizados tan formidable que, si por mí fuera, me quedaría a pernoctar un mes seguido en el local sin sacar la nariz a la calle ni siquiera un segundo. Debo confesar que soy adicto a las hogazas exóticas, sean éstas blancas, negras o grises.
La confitería-restaurante (retró lo llamaría un pedante) apuesta a la ajada y confusa idea de lo posmoderno. Los sillones son cómodos. Elijo una mesita junto a la ventana. Del otro lado del cristal aparece un patio soleado, dicen que de la abuela. Predominan en el salón las mujeres jóvenes y bonitas si es que a usted prefiere las carnes magras (yo no); brillan un par de Macs en el horizonte. Todo el mundo luce el aspecto de no pensar mucho en el dinero, pues lo tiene en abundancia. Puede que mantener una buena figura sea el objetivo promordial de sus vidas, pero quién sabe. Decididamente éste local, con ínfulas de comida neoyorquina, no es de la clase que eligirían los tipos duros de pelar. Para ellos se hicieron las parrillitas de Serrano, cerca de la avenida Córdoba.
Encargó un café con leche, cómo no, con un sanguche de pollo a la plancha, rúcula, tomate y guacamole. Tras pensarlo cinco minutos, me decanto por la focaccia de oliva. Sí, dije guacamole. Aquellas personas de mentalidad roma que piensan que el café con leche sólo puede ser acompañado con medialunas (¡qué asco!) o, peor aún, con tostadas, es mejor que nunca más vuelvan a leer mis diarios. Estoy decidido a provocarles nauseas.
Concluyo hoy, absolutamente extasiado, una de las sátiras más divertidas y profundas que he me ha tocado leer desde Los viajes de Gulliver. Tusquets -alabado sea ese sello editorial- trajo la penúltima obra de un artista imprescindible (Vicio propio, 422 páginas). Pynchon le toma el pelo a la novela negra. Inventó al detective Larry Doc Sportello, de quien hablé largo y tendido en el blog de Eterna Cadencia (Pinche aquí para enterarse). Larry es hippy, freak y drogón. Sus aventuras provocan carcajadas.
Pynchon, que entre tantas virtudes tiene en el seso la dosis justa de anarquismo y paranoia como para resultar interesante, reivindica al investigador privado como figura contestaria o contracultural, en una época donde predomina la credulidad hacia las supuestas virtudes de la autoridad. Leo en la página 116: "la tele está saturada de mierdosas series de policías, que parecen tipos normales, que sólo quieren hacer su trabajo, gente corriente, que no supone más amenaza para la libertad de nadie que un padre en una sitcom''. Más adelante añade que "la Policía es como la fuerza de gravedad, siempre tira para el mismo lado''. ¿Qué lado? "Nadie puede creer seriamente que viven de su magro salario'', dispara. Y eso en un país medianamente civilizado como Estados Unidos.
Bueno, basta, o me va a caer mal la comida. La reseña de esta novela extraordinaria la publicaré en un par de semanas. A quienes deseen leerla con anticipación y así presumir ante sus amistades, les ofrezco una copia personalizada (dos dólares el email o cinco si se prefiere también el recitado por teléfono). Contactar a la secretaria pizpireta de Doc Sportello, Petunia Leeway.
Guillermo Belcore
Serrano 789. Ciudad de Buenos Aires. 12 P.M.
Una doble intención me ha traído al barrio de Villa Crespo. Comprar una bufanda celeste de lana en Belvedere y disfrutar de un brunch en Malvón, otro espacio propicio para abandonarse al goce de la lectura. No vine solo. Me acompaña uno de mis escritores favoritos, Thomas Pynchon, la imaginación más retorcida y caudalosa del planeta.
Malvón recibe a la gente con un mostrador de madera repleto de exquisiteces horneadas que harían entrar en trance a un par de termitas con forma de mujer que conozco bien. Son capaces de todo por un muffin, un brownie o una porción de torta. Y cuando digo todo es todo. Yo, en cambio, milito en el bando de lo salado. Aquí, además de una extraordinaria pastelería, ofrecen una variedad de panes saborizados tan formidable que, si por mí fuera, me quedaría a pernoctar un mes seguido en el local sin sacar la nariz a la calle ni siquiera un segundo. Debo confesar que soy adicto a las hogazas exóticas, sean éstas blancas, negras o grises.
La confitería-restaurante (retró lo llamaría un pedante) apuesta a la ajada y confusa idea de lo posmoderno. Los sillones son cómodos. Elijo una mesita junto a la ventana. Del otro lado del cristal aparece un patio soleado, dicen que de la abuela. Predominan en el salón las mujeres jóvenes y bonitas si es que a usted prefiere las carnes magras (yo no); brillan un par de Macs en el horizonte. Todo el mundo luce el aspecto de no pensar mucho en el dinero, pues lo tiene en abundancia. Puede que mantener una buena figura sea el objetivo promordial de sus vidas, pero quién sabe. Decididamente éste local, con ínfulas de comida neoyorquina, no es de la clase que eligirían los tipos duros de pelar. Para ellos se hicieron las parrillitas de Serrano, cerca de la avenida Córdoba.
Encargó un café con leche, cómo no, con un sanguche de pollo a la plancha, rúcula, tomate y guacamole. Tras pensarlo cinco minutos, me decanto por la focaccia de oliva. Sí, dije guacamole. Aquellas personas de mentalidad roma que piensan que el café con leche sólo puede ser acompañado con medialunas (¡qué asco!) o, peor aún, con tostadas, es mejor que nunca más vuelvan a leer mis diarios. Estoy decidido a provocarles nauseas.
Concluyo hoy, absolutamente extasiado, una de las sátiras más divertidas y profundas que he me ha tocado leer desde Los viajes de Gulliver. Tusquets -alabado sea ese sello editorial- trajo la penúltima obra de un artista imprescindible (Vicio propio, 422 páginas). Pynchon le toma el pelo a la novela negra. Inventó al detective Larry Doc Sportello, de quien hablé largo y tendido en el blog de Eterna Cadencia (Pinche aquí para enterarse). Larry es hippy, freak y drogón. Sus aventuras provocan carcajadas.
Pynchon, que entre tantas virtudes tiene en el seso la dosis justa de anarquismo y paranoia como para resultar interesante, reivindica al investigador privado como figura contestaria o contracultural, en una época donde predomina la credulidad hacia las supuestas virtudes de la autoridad. Leo en la página 116: "la tele está saturada de mierdosas series de policías, que parecen tipos normales, que sólo quieren hacer su trabajo, gente corriente, que no supone más amenaza para la libertad de nadie que un padre en una sitcom''. Más adelante añade que "la Policía es como la fuerza de gravedad, siempre tira para el mismo lado''. ¿Qué lado? "Nadie puede creer seriamente que viven de su magro salario'', dispara. Y eso en un país medianamente civilizado como Estados Unidos.
Bueno, basta, o me va a caer mal la comida. La reseña de esta novela extraordinaria la publicaré en un par de semanas. A quienes deseen leerla con anticipación y así presumir ante sus amistades, les ofrezco una copia personalizada (dos dólares el email o cinco si se prefiere también el recitado por teléfono). Contactar a la secretaria pizpireta de Doc Sportello, Petunia Leeway.
Guillermo Belcore
viernes, 8 de julio de 2011
viernes, 1 de julio de 2011
Viajera crónica
Por Hebe Uhart
Adriana Hidalgo Editora. Relatos de viaje, 321 páginas, edición 2011. Precio aproximado: 70 pesos.
Una idea feliz baña con una tonalidad cálida todas las páginas de este libro: la gente, desde cualquier lugar, siempre tiene algo interesante que decir. La belleza se encuentra, incluso, en el nombre de una panadería arrabalera de Montevideo (La fuerza del destino). Así como los necios ansían el oro, la escritora Hebe Uhart se ha dedicado a perseguir la metáfora criolla. Atesoró refranes, modismos y humoradas que vienen a ser las esmeraldas, rubíes y zafiros del lenguaje. Una palabra fragante, una costumbre dulce, un ingenio verbal merecen ser documentados es el lema de un libro de viajes que combina la curiosidad de la notera y el rigor del filólogo, con la ingenuidad del turista, y el vagabundeo del pata'e perro. Algunos textos, como la visita al caserío entrerriano de Irazusta, pueden ser leídos como si un cuento fuese.
La obra incluye cien páginas (lástima que no sean más) sobre la República Argentina, setenta sobre el Uruguay y el resto es un popurrí que se extiende desde Santiago de Chile hasta el sur de Italia (la parte más flojita). Fue escrito con gentileza y con una prosa trasparente como lámina de cristal. Aparece, muy de tanto en tanto, lo poético: “había un mercadito tan chico que era casi una ilusión“. ¡Y qué nombres se rescatan! Erasmo Bogorja, Helio Vera, László Erdelyi, Nahuel Pan, Mixy Solar, Lenín de la Caridad. ¡Y los refranes! “Va en gustos, dijo una vieja, y se tragó una alpargata“. “Siempre igual como cara de oveja”. “Qué sabe el burro de confites si nunca fue confitero”. A un culeao de Córdoba le dicen “huevo de pascua“, porque es negro por fuera y lleno de estupideces por dentro. Pueblo -establece Hebe- no es otra cosa que la expresión de los habitantes.
Hace unos años, Fogwill postuló (y la contratapa se encarga de recordarlo) que la señora Uhart es hoy la mejor narradora argentina. El delicado y sabio costumbrismo de esta obra, el estilo perfecto para el género, llevan a pensar que la sentencia no es en absoluto descabellada.
Guillermo Belcore
Una versión más corta se publica en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
PD: Propongo designar a Viajera crónica mejor libro argentino del semestre.
Adriana Hidalgo Editora. Relatos de viaje, 321 páginas, edición 2011. Precio aproximado: 70 pesos.
Una idea feliz baña con una tonalidad cálida todas las páginas de este libro: la gente, desde cualquier lugar, siempre tiene algo interesante que decir. La belleza se encuentra, incluso, en el nombre de una panadería arrabalera de Montevideo (La fuerza del destino). Así como los necios ansían el oro, la escritora Hebe Uhart se ha dedicado a perseguir la metáfora criolla. Atesoró refranes, modismos y humoradas que vienen a ser las esmeraldas, rubíes y zafiros del lenguaje. Una palabra fragante, una costumbre dulce, un ingenio verbal merecen ser documentados es el lema de un libro de viajes que combina la curiosidad de la notera y el rigor del filólogo, con la ingenuidad del turista, y el vagabundeo del pata'e perro. Algunos textos, como la visita al caserío entrerriano de Irazusta, pueden ser leídos como si un cuento fuese.
La obra incluye cien páginas (lástima que no sean más) sobre la República Argentina, setenta sobre el Uruguay y el resto es un popurrí que se extiende desde Santiago de Chile hasta el sur de Italia (la parte más flojita). Fue escrito con gentileza y con una prosa trasparente como lámina de cristal. Aparece, muy de tanto en tanto, lo poético: “había un mercadito tan chico que era casi una ilusión“. ¡Y qué nombres se rescatan! Erasmo Bogorja, Helio Vera, László Erdelyi, Nahuel Pan, Mixy Solar, Lenín de la Caridad. ¡Y los refranes! “Va en gustos, dijo una vieja, y se tragó una alpargata“. “Siempre igual como cara de oveja”. “Qué sabe el burro de confites si nunca fue confitero”. A un culeao de Córdoba le dicen “huevo de pascua“, porque es negro por fuera y lleno de estupideces por dentro. Pueblo -establece Hebe- no es otra cosa que la expresión de los habitantes.
Hace unos años, Fogwill postuló (y la contratapa se encarga de recordarlo) que la señora Uhart es hoy la mejor narradora argentina. El delicado y sabio costumbrismo de esta obra, el estilo perfecto para el género, llevan a pensar que la sentencia no es en absoluto descabellada.
Guillermo Belcore
Una versión más corta se publica en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
PD: Propongo designar a Viajera crónica mejor libro argentino del semestre.