John Banville
Alfaguara. Novela, 295 páginas. Edición 2012
Nadie escribe mejor que John Banville. Podría decirse que se trata del Borges de nuestro tiempo. Sí, lo sé. Afirmaciones rotundas como éstas, tan difíciles de refutar como de sostener, son irresponsables. Pero entiéndase bien, acabo de concluir esta novela y aún me encuentro bajo el encanto de un estilo sublime que -como quería De Quincey- representa la encarnación de un espíritu superior. El literato nacido en Wexford, Irlanda (1945), es un demiurgo formidable que describe, retrata, medita y hace poesía con objetos y situaciones corrientes de una manera tan exquisita que, sinceramente, reconforta el alma.
Véase, por ejemplo, los maravillosos circunloquios con que reemplaza a las palabras cochinas. El orgasmo (‘polvo’ según el guarango bonaerense) es para Banville “el conocido grito final de triunfo y salvaje alivio”. Obsérvese su extraordinario dominio de la metáfora y especialmente del símil y la prosopopeya, usando materiales de las Sagradas Escrituras, el arte, las mitologías clásicas o bien la naturaleza. Hay en este libro dos personajes “tan avergonzados como Adán y Eva en el jardín tras comer la manzana”. Otro lanza “miradas de Gorgona” o “tiene un teléfono injertado en la mano como la lira de Orfeo”. Hay un señor construido “según el patrón de un búfalo” y las pestañas de Billy, nítidamente dibujadas, “recuerdan ese pincel especial que utilizan los miniaturistas, ese único filamento de pelo de marta”. El irlandés es un escritor cultísimo capaz de evocar a Rubens, a Ingres o a las delicadas figuritas de Meissen. Y además tiene otra virtud, aunque sospecho que se trata en el fondo de un rasgo típico de la irlandidad: en él la Biblia católica y el Magisterio de la Iglesia es una influencia vivificante (¡qué agradable es leer que alguien sienta culpa por sus actos!).
Uno puede deleitarse, además, con el amor de Banville por el vocablo raro y escogido (cauro, gubia, falordia, obduración, fetor, tumido) que, lejos de sonar como un artificio inepto, da la sensación, siempre, de ser piedras preciosas que van decorando párrafos excelentes. Disfrútese, finalmente (aunque de ninguna manera está todo dicho), con la sabiduría del artista. Banville es uno de esos chicos listos que siempre tiene algo inteligente que decir sobre los asuntos más variados, por ejemplo, el atisbo de la carne en el varón, la otredad (el inconmensurable no-yo), el mito de la ninfomanía o los verdaderos vagabundos.
Algo hay que decir del qué en esta reseña. Antigua luz dibuja una consternada evocación de un amor adolescente. Alex Cleave, un actor de teatro que ya pinta canas, se había enamorado cuando era un muchachito de la madre de su mejor amigo, una matrona de pueblo con un “culo maravillosamente túrgido”. No fue un amor platónico. Es esta la historia de un chico retozón de quince años y su Lady Venus de treinta y cinco que osaron desafiar las iras del Estado, la Iglesia y sus familias. La gran fornicación duró un verano a lo sumo. Finalmente, la señora Gray, su marido y su prole pusieron pies en polvorosa, aunque una de las claves de la trama son las veleidades de Madame Memoria, esa sutil fingidora. Hábilmente el hilo principal se va enredando con las subhistorias, como la trágica muerte de la única hija de Alex Cleave o la película para la que es contratado como partenaire de una estrella de Hollywood que se las trae. El final es conmovedor.
Banville corrobora un dictum que me ha obsesionado toda mi vida: el erotismo es básicamente una cuestión de palabras (por eso la pornografía pura y dura es tan aburrida). He afirmado al comenzar que es el Borges de nuestro tiempo, pero lo corrijo. Ciertos pasajes perfectos de esta novela, con su gran sentido de lo dramático bellamente expresado, permiten inferir que en ese cuerpo de Dublin suele reencarnarse Shakespeare.
Guillermo Belcore
Calificación: Excelente
PD: El líbro del año, sin duda.
PD II: He notado una sola mácula en el texto. No me convenció el personaje Fedrigo Sorrán, un argentino que bebe vino tinto en un hotel de la Liguria a altas horas de la noche. Desde el nombre resulta, sin duda, inverosímil, aunque no sería descabellado interpretarlo como un espectro. Un fantasma shakespeareano que la habla al atribulado protagonista.
¡A leer ya a Banville! Me imagino cómo será leer la novela en su idioma original. Gran trabajo, entonces, el del traductor para "trasladar" una prosa tan forjada al español. ¿Con qué novela cree usted que debería entrar en la obra de Banville? Ahora pienso que los ingleses tienen tradición de ser grandes estilistas. Eso no pasa mucho en nuestro idioma. ¿Será porque el inglés es mucho más "sonoro" que el castellano? ¡Qué incógnita! Siga con su pasión libresca. Saludos
ResponderEliminarEstimado o estimada:
ResponderEliminarPor lo general, se afirma que 'El mar' es la obra consagratoria de Banville. Pero también puede comenzar con 'El intocable' o incluso con la novela que acabo de reseñar.
Gracias por escribir
G.B.
Aún a riesgo de caer en lugares comunes (la sola mención lo es), confieso que se me hace agua la boca luego de leer su reseña.
ResponderEliminar¡Gracias por este maravilloso blog!
Atentamente, Diana.
Rodrigo Fresán, seguramente.
ResponderEliminarRodrigo Fresán, sin duda.
ResponderEliminarEs verdad, ahora que lo pienso, creo que usted tiene razón. Una alusión al ¿amigo?
ResponderEliminarMuchas gracias por el aporte, enriquecedor
G.B.
Banville lo tiene todo: escribe maravillosamente, se ha creado un alter ego para el genéro policíaco... Me parece técnicamente perfecto, por eso leo sus obras. Hasta ahora El mar, El libro de las pruebas y El otro nombre de Laura publicado con su alias Benjamin Black. Y, sin embargo, le falta algo, quizá implicación real por lo escribe. Es todo demasiado frío y pulido, demasiado matemático, no hay sangre, da la impresión de que nada de lo que cuenta le interesa realmente, que está haciendo un ejercicio literario. No hay nada que reprocharle y sin embargo... ¿Alguien está de acuerdo conmigo?
ResponderEliminarQuerida Molina de Tirso:
ResponderEliminarLo siento, no puedo estar de acuerdo. En algún momento se usaron argumentos similares para rebajar a Borges. Hay en ambos un compromiso por la excelencia estética que a mí me satisface plenamente. Cuestión de gustos me dirá usted y tiene razón.
Muchas gracias, amigo, por forzarme a pensar.
G.B.
Fresán lee y camina junto a Banville por Dublín.
ResponderEliminarAquí:
http://rodrigofresan.megustaescribir.com/2012/11/05/estrella-muerta/
Banville diciendo que Sorrán es Fresán:
ResponderEliminarhttp://www.irishtimes.com/newspaper/weekend/2012/0630/1224318993498.html
Estimada Sofía y anónimo:
ResponderEliminarGracias por ilustrarme. Habrán visto cuan útil me es este blog.
Un abrazo
G.B.
Guillermo, hace muchos años que me guían tus criticas para seleccionar mi lectura, gracias por todo, y sabe que acá tenes un Velezano que te sigue.
ResponderEliminarSaludos
Oh, feliz por partida doble, anonimo. ¡Muchas gozosas lecturas en 2013 y una Copa Libertadores!
ResponderEliminarUn abrazo
G.B.
Al igual que su venezolano, aquí tiene a una española a la que ha ayudado a pasar muchisimas buenas horas leyendo sus recomendados libros. Con John Banville, se va a lo seguro, El Mar o El intocable figuran entre mis "selectos". No podré dejar de leer esta para incluirla en la lista. Muchas gracias por su blog
ResponderEliminarTenía muchas ganas de leer este libro y la verdad es que una vez leído me ha dejado un poco frío.
ResponderEliminarNo cabe duda de que Banville escribe muy, muy bien. El libro está escrito con un gusto exquisito y tiene muchas partes para deleitarse, pero algo chirría... El ritmo tan pausado de la novela a mí se me ha hecho muy cansino y la verdad es que me ha costado terminarlo. Aparte, como he leído en otros comentarios, esa precisión milimétrica a la hora de escribir hace que le falte pasión, no hay sangre (como dice Tirso de Molina). Lo que se cuenta me resulta frío y distante. No puedo decir que no me haya gustado la novela, pero, a pesar de que sí que he disfrutado de muchos pasajes, no acaba de dejarme el sabor de boca que pensaba que me iba a dejar. Aun así, probaré con "El Mar", que lo tenía en mi lista de pendientes.
Gracias por sus reseñas. Le sigo habitualmente y tengo un montón de libros pendientes de los reseñados por usted.
Estimado amigo:
ResponderEliminarTengo para mí que el gusto no sólo es el primer paso para la comprensión de un texto, sino que también obra como divisoria de aguas. A no todos -por fortuna- nos conmueven las mismas cosas. Yo tengo la íntima convicción de que, como dice Steiner, "el estilo es la sustancia" (que no es lo mismo que el procedimiento, tan venerado por aquellos que confunden Literatura con Historia de la Literatura, pero eso es otro asunto).
Bueno, me hace feliz que me escriba y que las reseñas le sirvan. Los empujoncitos siempre son bien recibidos, este blog es a pulmón.
Un abrazo
G.B.
Creo que el tal Sorrán, además de a Fresán, es un tiro por elevación (un metamensaje?) a Borges: "Entre los prodigios que Fedrigo Sorrán me contó aquella noche nevada en Lerici está la teoría de los mundos múltiples", un claro sonsonete (jeje: va por tópico)borgiano.- Y hasta ahí llega la única relación que puedo hacer entre "Georgie" y Banville. No me gustó la novela. Y, se sabe, hay Lectores y,tal vez, no Literatura. No puedo evitar decir que, más abajo, en "Demuestra que no eres un robot" leo la palabra "ancient". Será un metamensaje del autor de "Ancient Light"? Gracias por su reseña. Chau
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar