Jorge Luis Borges con Berta Guillermina Edelberg
Alianza. Edición 1998. Ensayo de Literatura, 99 páginas.
Tienen las redes sociales una utilidad que suele pasar inadvertida. Sirven también para mostrar la alcance, la variedad y la invulnerable persistencia de la estupidez humana, en su carácter de hija dilecta de la ignorancia. Un caso. Es frecuente leer comentaristas que sostienen que el Borges ensayista es una creatura deleznable. Un fulano, incluso, ha llegado a compararlo con Marcos Aguinis. Obviamente, esa persona confundida incurre en herejías porque nunca ha leído bien (también se puede leer mal) este enorme librito, al que nada cuesta postular como modelo de crítica estética (a vuelo de pájaro) de una vasta obra. Como introducción, como acicate de la curiosidad del lector, como principio de orientación es perfecto. Uno sale de aquí con el firme propósito de ponerse de una buena vez a explorar las páginas de Leopoldo Lugones (1878-1934), ese gran escritor argentino cuyos desvaríos políticos e ideológicos -¡ay!- han estragado su reputación artística. Nuestro Celine, acaso. Ambos, como propone Borges, tienen el derecho póstumo a que los juzguen por su obra más alta.
Parejo al placer que provoca cualquier escrito de Jorge Luis Borges corre el placer de descubrir o redescubrir los “altos e ilustres edificios verbales” de Lugones, el barroco o el modernista. Daré un solo ejemplo de su genio, un fragmento de La blanca soledad:
“La luna cava un blanco abismo
De quietud, en cuya cuenca
Las cosas son cadáveres
Y las sombras viven como ideas.
Y uno se pasma de lo próxima
Que esta la muerte de la blancura aquella,
De lo bello que es el mundo
Poseído por la antigüedad de la luna llena
Y el ansia tristísimo de ser amado
En el corazón doloroso tiembla.”
Entre las cien maneras que ha encontrado la poesía para conmover se encuentra el hecho de que misteriosamente da forma material, con las mejores de combinaciones de palabras, a nuestras sensaciones más íntimas. Es decir, el poeta logra escribrir bellamente que lo nos sacude las entrañas y no alcanzamos a nombrar, por cobardía o incapacidad verbal. ¿Han estado solos una noche en un jardín, una playa, un campo a la luz de la luna llena? Caray, qué certero era Lugones. Guillermo Belcore
Calificación: Excelente
PD: Inmediatamente después de leer este ensayo sali corriendo a comprar Historia de Sarmiento de Lugones.
PD II: Hace cuatro años, en este blog se recomendaba la lectura de una colección de cuentos de Lugones: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2009/07/las-fuerzas-extranas.html
Hernán Iglesias Illa
Sudamericana. Ensayo, 286 páginas. Edición 2013.
En las redes sociales, en artículos periodísticos, en un ensayo elogiado en este blog (pinche aquí), Hernán Iglesias Illa ha demostrado perspicacia, curiosidad intelectual, delicadeza, vasta cultura y una impecable sensatez. Es un polígrafo que pone lo mejor de sí en cada intervención. Puede que esa admirable seriedad sea consecuencia de su formación católica (nada supera a la Madre Iglesia para desarrollar en una persona el Superyo), por ende hace un poco de ruido la condescendencia con que mira al hombre o la mujer de fe que quiere gozar de la liturgia (página 86). Pero no exageremos. Es una mácula insignificante, una de las pocas de un ensayo informal y seductor, que aquí tratamos de recomendar.
Iglesias Illa vive desde casi una década en Nueva York. Pero es más intensamente argentino que los miles que apuñalan a la Patria, día tras día, fronteras adentro. En esta ocasión, ensaya el rescate de una figura esencial de la argentinidad (si es que ese ente platónico existe). Domingo Faustino Sarmiento es, sin dudas, una de las cinco personalidades más fascinantes de la Historia nacional. Puede que San Martín, Perón, Belgrano y Borges sean las otras cuatro. Ofrece HII al esperanzado lector argentino: “una investigación vagamente política y vagamente literaria, personal y general, plebeya y ambiciosa sobre Sarmiento y sobre Viajes, texto esencial del ilustre sanjuanino, “sin plan ni unidad pero llena de peripecias…, el primer libro de un latinoamericano sobre Estados Unidos“.
Recorre entonces el autor escenarios en Norteamericana que habían deslumbrado al prócer. Reconstruye la personalidad de un “hombre-isla desesperado por un puente“; explora “la esencia recóndita“ tanto de su personaje como de su legado escrito. Opina sobre las opiniones, en especial revisa las soluciones norteamericanas que DFS impulsó para superar el atraso argentino. Somete a crítica inteligente las ideologías y a los críticos malintencionados de DFS, incluso abre fuego contra esa esfinge roja y a menudo ilegible llamada David Viñas. ¡Bravo, Hernán! El volumen, en conjunto, nunca deja de ser estimulante, fuerza a pensar, muerde con bastante fuerza. Incluye pepitas originales, además. Comparar a Sarmiento con Marx es otro hallazgo.
Ahora, el cómo. Para emular a Sarmiento, HII decidió injertar la primera persona fastidiosa a su escritura. De hecho le habla “a sus Valentines Alsina”. Pretende que creamos -como Aira- que el capricho y la levedad rigen el todo. Nos obliga a espiar sus cuitas (¿efecto Facebook?). Como siempre ocurre en estos casos, el estilo oscila entre la frescura más agradable hasta el giro demagógico que hace chirriar los dientes y si a algo recuerda es a los programas de televisión de Jorge Lanata (“te copio esta frase de un folleto que agarré en la playa de estacionamiento“). Iglesias Illia es un ensayista formidable, ha quedado confirmado, pero las metáforas parece que no son (aún) lo suyo. Resulta curioso que un tipo espabilado como él postule esta hipótesis loca (¿hay algo más anacrónico que querer ser vanguardia literaria?):
“… Estuvo (Sarmiento) tapado durante siglo y medio de hegemonía crítica y comercial de la novela, pero ahora está listo para ser descubierto por una generación de escritores podridos de las coreografías exhaustas de la ficción realista y podridos, al mismo tiempo, de las coreografías exhaustas de la ficción experimental… …seamos ambiciosos y libres, inventemos las reglas que usaremos hoy y que destruiremos mañana, apuntemos a la luna mientras creamos, casi sin darnos cuenta, literatura en el camino…”
Dicho todo esto, aclárese que la lectura de American Sarmiento siempre es gratísima. Tiene el don HII de atrapar al lector.
En esta era del apogeo populista en la que el gesto canalla e irresponsable se combina con la compasión social, hay un escritor argentino, radicado en Estados Unidos, que decidió reivindicar a Domingo Faustino Sarmiento y al capitalismo democrático. Añade al universo un libro peleón, riquísimo en comentarios, enemigo del “partido retrógrado“. Un libro necesario, pues. Las ideas mueven al mundo.
Guillermo Belcore
Calificación: Muy bueno
PD: Iglesias Illa deja flotando en el aire la sensación de que ser sarmientino hoy es una pasión muy noble.
César Aira
Emecé. Novela, 149 páginas. Edición 2013
Es muy posible que la esencia literaria sea como el ser de Parménides. Inmutable, las transformaciones son ilusiones de nuestros sentidos. Básicamente, desde Homero hasta César Aira, la Alta Literatura ha seducido por alguno de estos cuatro elementos: la poética, la filosofía, la anécdota y el personaje. Cómo se ensamblan en una novela (la carpintería) es lo de menos. Las generales de la ley se aplican, naturalmente, a las raras creaturas del genio de Pringles. La última es muy recomendable por su riqueza expresiva (sobre todo en el reluciente primer capítulo) y por sus epifanías semánticas. Poética y filosofía, es decir nada nuevo bajo el sol.
A esta altura del partido, hablar de la trama de una novela de Aira puede resultar tan útil como describir el diseño de la tapa. Hay aquí un presdigitador que agoniza en Suiza. In extremis, el Mago Tenor lega gratuitamente su último truco al Buda Eterno. Viaja entonces hasta el Punjab un joven abogado helvético en busca de esa caricatura de la religiosidad popular. En el barco traba ligazón con la hermosa Palmyra.
La historia, se comprenderá, es lo de menos. Sirve sólo como pretexto para que Aira añada al universo parangones entre magia y literatura, brillantes observaciones sobre el subcontinente indio, donde “lo exótico se exhibe con un desparpajo heroico'', y una definición insuperable sobre el acto de lectura. Pululan, como es tradición en la demasiada copiosa producción airana, los giros disparatados o desopilantes, obsesiones personalísimas caso las miniaturas, todo presentado con una prosa límpida que sólo puede ser comparada con un diamante finamente tallado. Los libros de Aira se olvidan rápido como los sueños, pero valen la pena. El virtuosismo de la ejecución es su secreto y su gloria.Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno
Si Marshall MacLuhan tenía razón y los artistas son “las antenas de nuestra especie”, uno debería concluir que fue Lee Harvey Oswald quien le voló la tapa de los sesos a JFK. Así lo han concluido en sus respectivas novelas tres de los mejores escritores que Estados Unidos dio al mundo: Stephen King, Don Delillo (con matices) y Norman Mailer. Es propósito de este artículo sugerir la ingesta de 22/11/63 de King (Plaza & Janes, 859 páginas), Libra de Delillo (Ediciones B, 397 páginas) y Oswald. Un misterio americano de Mailer (Emece, 900 páginas).
El año pasado, Stephen King imaginaba que Jack Epping, íntegro profesor de Lengua en un secundario de Lisbon Fall (Maine, por supuesto), viajaba al pasado mediante una fisura temporal para impedir el asesinato de Kennedy. Mejor hubiera sido que se quedara en casa. El resultado de su hazaña fueron convulsiones históricas e incluso, cataclismos naturales. Pero no es el punto. Más allá de la extraordinaria fantasía, el literato se sintió obligado a añadir un epílogo que respalda las aburridas conclusiones de la Comisión Warren.
En la página 855, el rey del terror estadounidense escribió: “… después de leer una pila de libros y artículos sobre el tema casi tan alta como yo, la situaría en un noventa y ocho por ciento (la posibilidad de que Oswald fuera el único tirador), quizá incluso en un noventa y nueve. Porque todas las crónicas, incluso las escritas por los teóricos de la conspiración, cuentan la misma historia americana básica: he aquí a un peligroso canijo sediento de fama que se encontró en el lugar adecuado para tener suerte. ¿Qué había muy pocas probabilidades de que pasara tal como sucedió? Sí. También las hay de ganar la lotería, pero alguien la gana todos los días”.
En 1995, Mailer arribó en su mamotreto de no ficción a una idéntica conclusión. Dice que comenzó la minuciosa biografía creyendo que Oswald era la víctima de una gran conjura, pero al final llegó a convencerse -a regañadientes- que ese confuso mequetrefe de veinticuatro años apretó el gatillo por razones de megalomanía. Incluso demuestra que la teoría de la bala mágica es posible, aunque su índice de probabilidad es de uno a quinientos.
¡Qué enormidad! Un don nadie vagamente marxista, maltratador de mujeres, abusado psicológicamente por su madre, desesperado por hacerse notar fue capaz de cambiar en seis segundos el curso de la Historia. Le bastó con apretar el gatillo tres veces desde el quinto piso de un almacén de libros en un soleado mediodía de noviembre. La razón se resiste a aceptar algo tan simple, mucho menos el orgullo nacional. Es el fin del sueño americano; nadie está a salvo del loco solitario. Por eso, proliferan las teorías conspirativas que, por así decirlo, tienden a restaurar la armonía del cosmos, disipando el absurdo. Son como los hongos después de un día de lluvia. Aprovechan el terreno nutricio. Es decir, el misterio persistente se aprovecha del pánico del ciudadano común al zarpazo de un insignificante enemigo interior. La conclusión es de Mailer.
Delillo publicó Libra en 1988, a sólo veinticinco años del magnicidio. Aun hoy se considera la novela como una obra maestra, aunque su lectura no es fácil. En una nota al final, el escritor advierte que sólo aspira a “llenar alguno de los vacíos de la versión conocida”. Así, cultiva la línea del complot pero desde una perspectiva fresca: no estuvieron detrás del ataque poderosas instituciones ni Lyndon Jonhson, sino tres agentes renegados de la CIA (“la iglesia mejor organizada del mundo”) que soñaban desatar una invasión a Cuba con toda la regla. Tenían la sangre en el ojo desde Bahía de los Cochinos. En rigor, los anticastristas pensaban en un primer momento fraguar un intento de atentado y que la opinión pública vinculara al francotirador con La Habana, pero el asunto crece, se les escapa de las manos, impone su propia lógica. Lee Harvey Oswald, un chico pobre y confundido, fácil de manipular como todos los idealistas, dispara contra el presidente de la nación más poderosa del planeta. ¿Fue el único tirador? La polémica, al parecer, no morirá en el siglo XXI.Guillermo Belcore
Publicado hoy en la sección Internacionales del diario La Prensa.
Joyce Carol Oates
Alfaguara. Novela, 497 páginas. Edición 2013.
Por la estúpida costumbre de la rotación geográfica y por su abierto desprecio a Estados Unidos, los mandarines suecos quizás nunca concedan el Nobel a Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938). Es una pena. Su vasta producción literaria merece un reconocimiento global. La escritora ha demostrado que la novela de estilo decimonónico aún puede conmover, -estética y emocionalmente- a cualquier lector no intoxicado con esa superstición postmoderna que postula que sólo la innovación formal resulta interesante. Necios, Balzac nunca pasará de moda.
Mujer de barro añade al cosmos un personaje memorable, está enriquecida con ideas sensatas y toma partido en alguna de las polémicas mas urticantes, sin rebajar ni un gramo la eficacia narrativa. La carpinter¡a es ingeniosa: por un lado se narra la formación de una personalidad; por el otro la degradación de la misma. La protagonista se llama Meredith Ruth Neutkirchen. De niña, su madre biológica intentó ahogarla en un pantano. Fue rescatada por un trampero, fue adoptada por una pareja amantísima y llegó a convertirse en la primera mujer rectora de una gran universidad de la Ive League. No obstante, esta doctora en filosofía de Harvard sin una pizca de malicia, quintaesencia del progresismo compasivo, se balancea al borde de la locura. Sin amor, sin un hogar, todo en la vida son "pequeños triunfos y pequeños desastres'', nos recuerda la señora Oates.
¿Literatura de género? Puede ser que ningún novelista varón haya sido capaz de explorar la compleja profundidad de los sentimientos femeninos como esta dama neoyorquina. En tren de buscar parangones, resulta inevitable pensar en Alice Munro. ¿Literatura nacional? Con delicadeza, Oates transforma en arte la religiosidad (profunda) del alma estadounidense y la pulsión maniquea, además de abordar problemas de su tiempo como la depresión de las zonas rurales de Nueva York o los combates ideológicos en el claustro. Le alarma, en especial, la irrupción de la vocinglería neoconservadora. Muy reconfortante, por lo demas, es el goteo en la novela de maximas de la Sociedad Religiosa de Amigos, cuyos seguidores se conocen popularmente como cuáqueros. Lo único que importa en la vida -nos recuerdan los cuáqueros- es hacer el bien al prójimo. O por lo menos, no hacerle daño.Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno
PD: En este blog, cuatro años atrás, se elogiaba otra novela de la señora Oates. Pinche aquí: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2009/04/la-hija-del-sepulturero.html
El Diccionario de Asterión XII
Lectura:
Prestigiosa actividad a la que la civilización le debe todo o casi todo. Placentero pasatiempo que favorece sentir pensamiento, pero no pensamiento propio. Es decir, saca al lector de esa maquinaria infernal que es su propia persona o personaje protagonista de su actuación. Acción que permite tomar distancia y ver, en una danza de perspectivas cambiantes, cuántas cosas contiene la distancia. Esta actividad intima y silenciosa reclama una deuda al mundo, el mismo mundo que ella ha creado. Cualquier cosa sirve para la lectura, basta con que esté escrita. Y todo está escrito.
Tan hermosa reflexión aparece en la página 101 de la última novela de César Aira (El testamento de Mago Tenor, Emecé, 2013). Por sí sola, la cita justifica la compra del libro. Qué verdad es la que enuncia: además de la satisfacción hedónica, el acto de leer nos permite escaparnos un rato de nosotros mismos. No se ha inventado nada más útil.
Haruki Murakami
Tusquets. Novela, 314 páginas. Edición 2013
Después de la magnífica trilogía 1Q84, Haruki Murakami se ha tomado un respiro. Su última novela mantiene esa belleza (sobre todo, la claridad de la prosa) que lo ha elevado a la categoría de estrella mundial pero carece de ambición. Empieza floja, en el medio da un giro fascinante hacia el género policial, pero el desenlace deja al lector con apetito. Incluso queda flotando la impresión de que Murakami no supo como rematar la obra.
La trama se sostiene sobre un dedal. Un buen día, Tsukuru Tazaki, un chico impecable pero anodino, es repudiado por sus cuatro amigos, con quienes formaba una pandilla inseparable. Le comunican que no quieren volver a verlo y tampoco hablar con él. La armonía del universo se rompe. El muchacho deambula por el umbral del suicidio, pero luego sale adelante. Se recibe de ingeniero, especializado en la construcción de estaciones de trenes. Pero no puede forjar relaciones duraderas; algo podrido yace en su interior, como una comida maldigerida. Dieciseis años después de haber sido despreciado, Tazaki parte a buscar respuestas. Visita a sus ex amigos, por sorpresa, incluso viaja a Finlandia. Secretos terribles salen a la luz.
Lo mejor del libro -además de los minuciosos retratos- es una virtud que ha tornado imprescindible a Murakami: el vaivén entre realidad y fantasía. El lector nunca puede estar seguro de los que es sueño, delirio o vida cotidiana. Realismo mágico en versión oriental, con ese anhelo por matarse tan propio de los japoneses errando por la trama como los fantasmas en una casa embrujada. Se añaden, además, un par de fascinantes subhistorias coloreando la corriente principal. Hay un pianista que dice haber adquirido poderes especiales después de pactar su muerte. Y se establece -tal como hizo Bioy Casares o la serie Fringe- la posibilidad de los universos paralelos. Pero por desgracia estas alusiones fantasticas son como las lluvias estivales, llegan y se van con demasiada premura.
Guillermo Belcore
Publicado el domingo pasado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Regular
PD: He leído siete novelas de Murakami. Esta es una de las más flojas, en la modesta opinión de un fan del narrador japonés.
Entre 1966 y 1971, cuando la añosa Inglaterra aún tenía una pujante industria automotriz, se fabricaron a un tiro de piedra de Birmingham 320 unidades del formidable Jensen Ferguson Fórmula, el primer automóvil del mundo con tracción en las cuatro ruedas. Varios años antes del Audi Quatro, resalta la endeble Wikipedia.
No sin nostalgia, William Boyd quiere rendir homenaje en su última novela a esa maravilla de la Jensen Motors (1934-1976). Es el auto que en 1969, conduce su revivido James Bond en Solo. “Si uno quería un coche para inflar el ego, el Jensen FF serviría a las mil maravillas”, dice el muy buen logrado 007 (el personaje será tema de otra entrada en el blog).
Transcribo un párrafo notable:
“Cuando aceleró el Jensen por la A 316 en dirección a Twickenham, Bond tuvo la sensación de estar volando a baja altura con un avión, más que conducir un automóvil. La amplia curvatura del parabrisas llenaba el coche de luz y el poderoso rugido del motor sonaba como una propulsión a chorro. La tracción en las cuatro ruedas permitía girar casi sin disminuir la velocidad. Cuando se detenía ante un semáforo, los transeúntes observaban boquiabiertos el vehículo en punto muerto, volvían la cabeza, lo señalaban. Si uno quería un coche para inflar el ego, el Jensen FF serviría a las mil maravillas, pensó Bond. No es que el necesitara reforzar su ego, se dijo mientras aceleraba y la súbita velocidad lo aplastaba contra el asiento. Atravesándose en el camino de un Sunbeam Alpine Serie V, lo dejó atrás y vio como gesticulaba el conductor, frustrado”.
El Jensen FF Gran Turismo pertenece a la era artesanal. La masificación industrial ha rebajado la calidad de casi todo, incluso de la literatura.
Guillermo Belcore
PD: Naturalmente, la banda de sonido es de Robbie Williams. En Eternity/The Road to Mandalay (2001) conduce la coupe.
Paula Bombara y Andrés Valenzuela
Siglo XXI. Ensayos de ciencias, 230 páginas.
El ensayo que aquí reseñamos analiza cuestiones que apasionan a millones de personas en todo el mundo. ¿Cómo se explica que Goku pueda concentrar la energía necesaria para realizar una genkidama? ¿Por qué no se chamusca Johnny cuando se transforma en la Antorcha Humana? ¿Posee Superman la energía necesaria para superar la velocidad de la luz? ¿Es posible crear un metal indestructible como el adamantium que cubre el esqueleto del irascible Wolverine? Y así hasta la última página. Si bien el libro puede ser el regalo ideal para cualquier adolescente avispado, no se trata de una obra contraindicada para adultos. Se lee con deleite. Y desasna, incluso a un zoquete para las ciencias duras como el comentarista de este blog.
El sello Siglo XXI ha reunido a una bioquímica y escritora, y a un periodista especializado en historietas. La fusión es comparable a la de Vegeta: formidable. Dos virtudes deben elogiarse: el dúo rescata creaciones fantásticas argentinas que no merecen el olvido, como El Eternauta o Sónoman; segundo, ayuda a comprender una idea científica. Es decir, el texto es tan ameno como esclarecedor.
Aquellos racionalistas a los que Alejandro Dolina denomina, no sin desdén, ‘refutadores de leyendas’ disfrutarán la machacona denuncia de la transgresión de las leyes de la física, sin dejar de reivindicar Bombara y Valenzuela -en ningún momento- el valor de las historietas como ficción de calidad. Los románticos nos aferramos, como naufrago a su tabla, al puñadito de extravagancias que la ciencia está dispuesto a concedernos. La posibilidad de los universos paralelos o teoría de los multiversos, por ejemplo. Copio de la página 81:
…(se) postula que el universo tal como lo conocemos es apenas una parte del existente. Según está teoría habría cuatro niveles de universos: el primero (a veces llamado ’abierto’) es un universo infinito, donde podrían entrar tantos universos como pompas de jabón en el aire. El segundo nivel estaría integrado por cada una de esas pompas de jabón. En el tercero, cada vez que se toma una decisión cuántica, se multiplican los universos. Y en el cuarto nivel, los universos tienen estructuras matemáticas que presentan grandes diferencias con la física”…
Da que pensar, ¿no? En otro universo, hay un Belcore que se consagró a buscar la riqueza y jamás tocó un libro. En otro, nunca fue padre y se hizo hincha de Atlanta. En un tercero, murió en 1984 en la II Guerra de Malvinas. En otro, tomó los votos sacerdotales y los deshonró. Sea como sea, pienso que ninguno de aquellos alter ego son más felices.
Guillermo Belcore
Calificación: Muy bueno