Joyce Carol Oates
Alfaguara. Novela, 497 páginas. Edición 2013.
Por la estúpida costumbre de la rotación geográfica y por su abierto desprecio a Estados Unidos, los mandarines suecos quizás nunca concedan el Nobel a Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938). Es una pena. Su vasta producción literaria merece un reconocimiento global. La escritora ha demostrado que la novela de estilo decimonónico aún puede conmover, -estética y emocionalmente- a cualquier lector no intoxicado con esa superstición postmoderna que postula que sólo la innovación formal resulta interesante. Necios, Balzac nunca pasará de moda.
Mujer de barro añade al cosmos un personaje memorable, está enriquecida con ideas sensatas y toma partido en alguna de las polémicas mas urticantes, sin rebajar ni un gramo la eficacia narrativa. La carpinter¡a es ingeniosa: por un lado se narra la formación de una personalidad; por el otro la degradación de la misma. La protagonista se llama Meredith Ruth Neutkirchen. De niña, su madre biológica intentó ahogarla en un pantano. Fue rescatada por un trampero, fue adoptada por una pareja amantísima y llegó a convertirse en la primera mujer rectora de una gran universidad de la Ive League. No obstante, esta doctora en filosofía de Harvard sin una pizca de malicia, quintaesencia del progresismo compasivo, se balancea al borde de la locura. Sin amor, sin un hogar, todo en la vida son "pequeños triunfos y pequeños desastres'', nos recuerda la señora Oates.
¿Literatura de género? Puede ser que ningún novelista varón haya sido capaz de explorar la compleja profundidad de los sentimientos femeninos como esta dama neoyorquina. En tren de buscar parangones, resulta inevitable pensar en Alice Munro. ¿Literatura nacional? Con delicadeza, Oates transforma en arte la religiosidad (profunda) del alma estadounidense y la pulsión maniquea, además de abordar problemas de su tiempo como la depresión de las zonas rurales de Nueva York o los combates ideológicos en el claustro. Le alarma, en especial, la irrupción de la vocinglería neoconservadora. Muy reconfortante, por lo demas, es el goteo en la novela de maximas de la Sociedad Religiosa de Amigos, cuyos seguidores se conocen popularmente como cuáqueros. Lo único que importa en la vida -nos recuerdan los cuáqueros- es hacer el bien al prójimo. O por lo menos, no hacerle daño.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno
PD: En este blog, cuatro años atrás, se elogiaba otra novela de la señora Oates. Pinche aquí: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2009/04/la-hija-del-sepulturero.html
Sr. Belcore:
ResponderEliminarLa vagancia es la gran superstición posmoderna, no la innovación, por eso ya casi no hay novelas de esta factura. Con respecto a un varón que haya sabido retratar el alma femenina me viene a la mente Henry James (y también Tennessee Williams, aunque este último en el género dramático). Pero me parece que ud. habla de autores vivos, ¿no?. Muy interesante el libro.