domingo, 12 de enero de 2014

Figuraciones mías

Fernando Savater

Ariel. Recopilación de artículos periódicos, 143 páginas


Tiene una obsesión la industria cultural. Convertir lo que ha nacido para ser breve y fugaz en libro, que, por definición y naturaleza, tiende a ser un objeto perdurable. Por eso, el noventa y cinco por ciento -y puede que nos quedemos cortos- de las recopilaciones de artículos periodísticos es deleznable. Por fortuna, en el fragmento restante se encuentra este volumen que atesora reflexiones de Fernando Savater, uno de los pensadores más lúcidos, astutos e estimulantes. 

¿Qué hace que esta obra sea digna de ser leída?, se preguntará usted. Obvie unos poquísimos calditos de pollo, las histéricas diatribas contra la piratería cultural y las fotografías de Savater (quemadas o ridículas) y se encontrará con una formidable herramienta pedagógica para enriquecer su perspectiva. La ética de una ciudadanía caopolita que propone el español refresca y sacia como un vaso de agua helada en el verano porteño. La patria de un hombre razonable, se dice, es el mundo. 

Con modestia y responsabilidad (virtudes primordiales del articulista), Savater brilla también como maestro de lecturas. Traza un itinerario. El alemán Odo Marquard es su filósofo favorito. Invita a seguir a Cioran, Diderot, Pío Baroja y Virginia Woolf. Bradbury y Gidé son otros dos mojones en una vasta formación que no desdeña el género fantástico, pues “que sería de nosotros sin el auxilio de lo que no existe”, como decía Valery. Por cierto, el filósofo es -como Steiner- otro virtuoso de la cita. 

El libro incluye textos esclarecedores acerca de la educación, el trato con los jóvenes y la memoria colectiva, ese combustible tan peligroso que manipulan los nac & pop de todo el planeta. Justísima es la definición savateriana de libertad: 

“Facultad social del ciudadano para hacer lo que le parezca más conveniente por las razones subjetivas que sean: interés, placer, devoción, vanidad, etc. Naturalmente la sociedad tiene el derecho y el deber de poner límites a esa libertad cuando su ejercicio comporta daños o peligros objetivos para otros (inseguridad, lesiones, difamación, destrucción de bienes, expolio laboral, etc”). 

 Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

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