Simón Leys
Acantilado. Ensayo de Literatura y Arte. Edición 2011, 141 páginas.
Las enormes virtudes que hacen placentera y provechosa la lectura de este libro pueden condensarse en una sola frase: no hay tema que Simon Leys (Bruselas, 1935) no ilumine con su sensatez y erudición. Pero antes de justificar la hipótesis y exponer el contenido, se me permitirá una íntima confesión. Estaba equivocado. Durante años, despotriqué contra esa costumbre de la industrial editorial de rebajar el objeto libro a mero rejunte de artículos periodísticos. De Vargas Llosa y Javier Cercas a Silvia Hopenhayn hay cientos de ejemplos fastidiosos del intento de acuñar en piedra lo que nació para ser fugaz y perecedero. El libro, como ente platónico, debe aspirar a lo perdurable. Mi vanidoso lamento no sirve, me temo, como ley universal. He aquí una brillante refutación.
En efecto, el sello el Acantilado reunió todas las crónicas que publicó durante dos años (2005-2006) el sinólogo y pensador Leys (seudónimo de Pierre Ryckmans) en Le Magazine Littéraire y otras revistas. El texto más elevado -queda demostrado- es imposible de anticipar mediante la simple observación de sus causas. Lo sublime nos aguarda incluso en el papel de diario.
Se trata, pues, de breves e intensos ensayos en torno, básicamente, de la literatura y el arte en general, y la cultura de China en particular, que en Twitter se me ocurrió comparar con el vino excelente. Uno los lee uno a uno, demorándolos en el paladar como si se tratase de una copa exquisita. Conviene no ingerir demasiados textos por día; como tampoco es aconsejable liquidarse de un saque ese Cabernet-Sauvignon polvoriento que guardamos para la ocasión propicia. Uno se va de Simon Leys, otro virtuoso de la cita, como embriagado de felicidad. En un mundo atroz, la belleza es posible.
El volumen contiene, entre otras maravillas, una reflexión impecable sobre el gusto. Con pasajes tan hermosos como estos se deleitará el lector:
“Algunos juicios no condenan más que a su autor. Cuando Wagner reprocha a Mozart su ‘falta de seriedad’ no nos dice nada esclarecedor sobre Mozart, sino que, por el contrario, hace que descubramos de pronto de que pie cojea Wagner (…) ’El mal gusto lleva al crimen’, decía Stendhal. No es falso, pero a esto habría que añadir que el buen gusto no lleva a menudo más que al salón de madame Verdurin. El buen gusto tiene esto en común con la humor y la santidad, que no es posible alcanzarlo por medio de un esfuerzo de la voluntad: a partir que toma conciencia de sí mismo se acabó...”.
Semejante lucidez inspirada se aplica también a defenestrar a Sartre, repensar la relación entre el escritor y el dinero o a explicar la necesidad de vida imaginativa (la lista sigue). A mi me encantó, además, la reivindicación del saber desde lo alto de un puente (de ahí viene el título, de una parábola china) pues “cómo se podría estudiar la literatura y las artes sin referirse a la noción de calidad literaria y artística“. Brillante.
Leer a Leys es oír a Chesterton, a Borges, a Jaime Rest, al mejor Bloom y al menos caprichoso Nabokov. Incluso al Lukacs que pugna por quitarse de encima el chaleco de fuerza del marxismo. Es concluir que sólo los críticos conservadores apuntan de manera precisa y aciertan en el blanco.
Guillermo Belcore
Calificación: Excelente
PD: Nobleza obliga. Llegué a Leys gracias a Quintin, otro crítico formidable: http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2014/01/05/intrascendencias-5/
Leí ese libro el verano pasado y me entusiasmó. Si tuviera quinientas páginas, sería el libro que me llevaría a una isla desierta: es un libro para ser feliz. En mi mente se asocia a otro libro (aprovecho para recomendártelo si no lo has leído): Lo que cuenta es la ilusión, de Ignacio Vidal-Folch. Son libros muy distintos, pero los asocio porque ambos los leí en la misma época, ambos los saqué de la biblioteca con la intención de convertirlos en “libros de desayuno” (unas pocas páginas con el café, para empezar bien el día) y ambos suplantaron a las otras lecturas que me traía entre manos, las teóricamente serias. Una gozada.
ResponderEliminarGracias por el dato Daniel! Estuve curioseando en Internet y me resultó muy interesante. Veré si ha llegado a la Argentina (no me suena). Comprar libros en el exterior es practicamente imposible ahora para los argentinos, entre las trabas del Gobierno y el precio vil de peso.
ResponderEliminarAbrazo
G.B.
Guillermo:
ResponderEliminar¿Ha tenido la suerte de que le dieran Joyland para comentar? Espero su crítica si así fuera.
Saludos,
Marcelo
No, Marcelo. Me temo que de Stephen King no he recibido nada este año, por lo que deberé pagarlo de mi flaco bolsillo.
ResponderEliminarAhora estoy con 'Los superhéroes y la filosofía', no está mal la colección de ensayos. El fin de semana empezaré con el III tomo de los inéditos de Saer. Poesía. Tengo también en la mesita de los pendientes un ensayo de Chesterton sobre literatura inglesa y una novela de Laiseca. Estos dos últimos, regalos de cumpleaños.
Abrazo
G.B.
Y pero si no existiera "esa costumbre de la industrial editorial de rebajar el objeto libro a mero rejunte de artículos periodísticos" nos perderiamos las colaboraciones de Borges en Sur, en El Hogar, los Textos recobrados, buena parte de la obra de Chesterton también son recopilaciones de artículos...
ResponderEliminarUn abrazo,
Nacho.
Es verdad Nacho! En este blog he aplaudido con todo entusiasmo la transformación en libro de artículos publicados por George Steiner, Clarice Lispector y Roberto Arlt, entre otros. Pero me temo que por cada sublime recopilación, la industria nos inflige cien deleznables. Cuestión de estadìstica, entonces.
ResponderEliminarAbrazo
G.B.