Lo vamos a extrañar. Es verdad que no era el mejor de su especie y que cuando apuntó demasiado alto, como en El Chino (pinche aquí) no le fue nada bien. ¡Aj!, esas peroratas moralistas que nos infligía impunemente... la mala conciencia europea, como bien sabemos, es veneno para la buena literatura. Pero Henning Mankell (Estocolmo, 1948-2015) fue pionero en su tierra y maestro de la novela policial. Abrió surcos y creó un personaje memorable, a quien Kenneth Branagh consintió ponerle el rostro en una de las dos buenas adaptaciones que hizo la televisión. Hablamos naturalmente del inspector Kurt Wallander, quijotesco y atormentado. El creador del detective perdió días atrás la última batalla contra el cáncer.
En una carta conmovedora, Mankell había revelado al Goteborgs-Posten en enero de 2014 que tenía un tumor en la nuca y otro en un pulmón, grave. Semanas después comenzó en ese diario una serie de columnas sobre su lucha contra la enfermedad, un descenso a los infiernos que quedó registrado en Kvicksand (Arenas movedizas), último libro editado en castellano en el que intercala recuerdos con pensamientos sobre la muerte, el miedo, la esperanza, las creencias y la vida.
Destacan las mil necrológicas que se publican por estas horas dos cosas: a) Mankell fue el más exitoso producto de exportación literaria de Suecia desde August Strindberg; b) y como escritor se consideraba “un intelectual responsable de mantener un compromiso humanitario y denunciar las injusticias''.
Nada de literatura pasatista. Su alter ego, Wallander batalló en la diminuta ciudad Ystad contra el fanatismo religioso, los nostálgicos de la guerra fría, los abusadores de mujeres y de niños, los traficantes de personas, los explotadores del Tercer Mundo. En la vida real, Mankell fue especialmente solidario con Africa, desde que en 1972 visitara por primera vez el continente. Especialmente, amó a Mozambique, al tiempo que decidió dividir su tiempo entre Gotemburgo (Suecia) y Maputo. En la capital mozambiqueña dirigió el Teatro Avenida, además de asistir a los enfermos de sida.
VALE LA PENA
Desde esta modesta trinchera, se recomienda la lectura de la saga Wallander, con sus diez novelas. Seducen por su trama, por la delicada alternancia entre el caso criminal y las desdichas del policía, la visión razonada sobre todo lo que le rodea. En este modelo literario los procesos mentales y las decisiones éticas son más importantes que los tiros y las persecuciones en automóviles. Para nosotros, los habitantes de un país desaforado, tiene el encanto adicional del exotismo. Las historias transcurren en un país donde se cena a las seis, las lluvias y nevadas son intensas y recias, y el Estado funciona con admirable eficacia en todos los niveles.
No se trata, claro está, de Alta Literatura, pero Mankell fue un narrador con oficio, legítimo heredero de George Simenon. La intriga está, por lo general, bien lograda. Los personajes no se fabricaron con cartón pintado, ostentan profundidad psicológica. Hay, como se dijo en este blog, una ambición por retratar la época, la aldea, el mundo. Las páginas suelen ser densas, en el mejor sentido del término. “Trato de enfocar un espejo hacia un crimen para mostrar lo que está ocurriendo en la sociedad'', sostenía hace unos años en un reportaje. John le Carré‚ es una de sus influencias decisivas. Es posible que en El hombre inquieto (pinche aquí), que supuso la jubilación de Wallander a los 60 años, tras casi 40 millones de libros vendidos en todo el mundo, con traducciones a casi cuarenta idiomas, haya alcanzado su plenitud narrativa.
Hay que destacar que, además de policiales y novelas de ideas, Mankell escribió cuentos, obras teatrales y libros infantiles. Estaba casado con Eva Bergman, hermana del cineasta sueco Ingmar Bergman.
A quien este escribe, le gusto mucho también Profundidades, ambientada en 1914, poco después del estallido de la Primera Guerra Mundial. El Almirantazgo de Suecia encarga a su mejor hidrógrafo una tarea urgente y secreta: trazar rutas de navegación alternativas en el Báltico. Pero el capitán Lars Tobiasson-Svartman, un hombre meticuloso, despectivo e irascible, que duerme abrazado a su plomada de bronce, se obsesiona con una mujer que malvive en la más desesperada soledad. Mankell explota en esta novela rara uno de los tópicos más interesantes: un hombre casado e infeliz que se hunde voluntariamente en el abismo.
G.B.
Estimado Guillermo, en aras de la corrección (por suerte no de la política)debo acotar que Eva Bergman es hija de Ingmar... pavada de suegro se echó Hening. No terminé la saga de Wallander aún, tan buena es la construcción de los personajes (¡el padre de Kurt y sus pinturas!) como irregulares las tramas policiales. Recuerdo como mala la de "El hombre sonriente" , interesante "La leona blanca" y buena "La quinta mujer"... La psicología de los personajes de Mankell está muy lograda y es lo mejor de la serie la humanidad de ese devenir de sus vidas, pero al mismo tiempo es un poco deprimente: soledad, alcoholismo, vejez, infelicidad, desamor, problemas para llegar a fin de mes y encima, nieve, frío y poco sol... Me pasé al Montalbano de Camilleri, donde además de tener muchos problemas al menos los personajes disfrutan de la mesa, la cama y el humnor.
ResponderEliminar¡Gracias Marcos por corregir el error! Respecto a la sagaz antinomia que nos plantea (Wallander vs. Camilleri) me dejo pensando... Concluyo que debe ser influencia del clima. El sol es una regalo para el alma.
ResponderEliminarAbrazo
G.B.