domingo, 3 de enero de 2016

Don Camaleón va a la guerra

Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir, escribió Balzac. La frase es rigurosamente cierta para el caso de los faisanes dorados que han estragado las redes sociales y la narrativa argentina, pero no se aplica al Gran Camaleón italiano de la primera mitad del siglo XX. En efecto, la altivez es otro valor añadido a la producción periodística y literaria de Don Curzio Malaparte (1898-1957). Hasta resultan cómicas las mentiras que solía proferir para figurar y darse importancia. 

Queda evidente el concepto en una obra capital del escritor toscano que el sello Tusquets trajo a la Argentina: ‘El Volga nace en Europa’ (366 páginas), recopilación de crónicas que Malaparte escribió entre 1941 y 1943 desde el frente oriental. Por cierto, su verdadero nombre era Kurt Erich Suckert, pero cuando las musas lo convocaron eligió un seudónimo campanudo con el fin de evocar a Napoleón Bonaparte.

El libro tuvo tres versiones. Los artículos originales publicados en el ‘Corriere della Sera’; la edición de 1943 que fue la base de las primeras traducciones; y la definitiva de 1951. Sobrevivió a tres censuras. La de los nazis en la primera línea de batalla; la del régimen de Mussolini, en casa; y la del propio Curzio que después de la II Guerra quiso que lo reconocieran como una suerte de mártir del antifascismo y para ello retocó los textos, según descubrió su biógrafo Mauricio Serra (’Malaparte, vidas y leyendas‘, Tusquets, edición XX, pinche aquí). Tuvo suerte el cachafaz. Los bombardeos aliados habían pulverizado los archivos del ’Corriere’ y el almacén del editor Bompianti, donde yacía casi toda la primera edición, aún no distribuida.

Nos queda pues esta versión con un prólogo sublime, en el que Malaparte, genio y figura, llega a afirmar que el suyo fue el único juicio objetivo de un corresponsal de guerra sobre la agresión alemana a Rusia. También concluye que sólo puede comprender a la Unión Soviética quien carezca de prejuicios burgueses. Como él, por supuesto.


TECNICA OBRERA


La obra se divide en tres partes. La primera nos lleva a la alborada de la ’Operación Barbarroja’. A bordo de un enclenque Ford V8, Malaparte y su colega Lino Pellegrini irrumpen en tierra bolchevique desde Rumania. Siguen a una columna acorazada del XI Ejército del general Eugen Von Schobert por las llanuras polvorientas de la Besarabia (hoy Moldavia) y de Ucrania. Kiev es el objetivo. A nuestro experimentado héroe, siempre ataviado con su uniforme de capitán del 5to Regimiento de Alpinos, lo deslumbra el carácter técnico-industrial de la guerra moderna. Es como si las líneas de producción del Rühr, con sus acerías y metalúrgicas, se hubieran lanzado a marchar por los interminables trigales. Elogia al eficaz soldado-obrero (de los dos bandos). “¡Schnell!, ¡schnell!” es la consigna de todas las batallas alemanas y el secreto de su éxito. Malaparte era, por encima de cualquier consideración ideológica y moral, un observador inteligente y un espíritu libre. Lo corroboran sus libros.

En el segundo tramo de ’El Volga nace en Europa’ hay un cambio drástico de paisaje. Estamos cerca del Círculo Polar Artico, en el itsmo de Carelia. Malaparte retrata el asedio de Leningrado, visto desde la frontera de Finlandia, el más honorable de los aliados de Hitler. Hay capítulos gloriosos, como aquél titulado ’La sangre obrera’ que intenta desentrañar al ’homo sovieticus’, junto a Rusia (con su increíble capacidad de sufrir), las dos grandes obsesiones malaparteanas. Su delicada ambigüedad -otra de las virtudes de la prosa- permitió que en su día fuera leído por comunistas italianos, en el momento más desesperante de la guerra, como una señal, como el preludio del inexorable triunfo de Moscú sobre las bestias de Hitler (después de 1945, Malaparte inventó que lo había arrestado la Gestapo por su derrotismo y sus simpatías por el Ejército Rojo).

Véase la calidad de la escritura:


“El ejemplar humano creado por el comunismo siempre me ha llamado la atención. Lo que más me sorprende en Rusia no son sus logros sociales y técnicos, los aspectos externos de la sociedad colectiva, sino los aspectos internos, íntimos, el tipo de hombre, la ‘máquina humana’ que han creado veinte años de disciplina marxista, de stajanovismo, de rigor leninista. Me sorprende la violencia moral de los comunistas, su abstracción, su indiferencia al dolor y a la muerte”.

ALTO PERIODISMO

Lo más importante que el lector debe saber es que se trata de Alto Periodismo, una especie que, como lo prueba el último Premio Nóbel, roza la mejor literatura. “Con su parte inevitable de invención, es gran periodismo en el que el detalle nos permite ver el conjunto y la predilección por los insólito y lo tremendo no traiciona al realismo de la crónica”, juzgó Mauricio Serra.

 La fuerza de la composición de Malaparte no proviene sólo de su líbido narcisista, sino también del asombro. “Sólo la dimensión titánica del conflicto lo sacude y da impulso a toda la gama de su sensibilidad de escritor”, destaca el biógrafo. Otra cualidad: el italiano demuestra su capacidad para, en sus propias palabras, “abrir una ventana en el muro ciego y compacto de la guerra y mirar por ella el paisaje secreto que cada cual lleva dentro, un mundo sereno y puro”. Verbigracia: la visita a la casa-museo-tumba del gran pintor ruso Iliá Yemímovich Repin. 

El hecho sorprendente de que haya belleza incluso en las fauces del infierno también sorprendió a Henry Miller. En una carta que le envió a Malaparte, fechada el 28 de junio de 1948, el escritor estadounidense cubre de elogios al libro. “No conozco a ningún corresponsal que escriba en inglés que tenga su mirada poética”, establece. Y agrega: “Me ha recordado usted a Koestler, siempre en busca de experiencias que confirmen sus intuiciones. El escritor triunfa siempre sobre el pensador o el teórico”. Totalmente de acuerdo.

Cierra el tomo, la novela mediocre (prescindible, bah) ‘El sol está ciego’, en la que Malaparte plasma sus experiencias en la leve guerra alpina entre Italia y Francia de 1940.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno


PD: En este blog se ha recomendado otra obra esencial de Malaparte: 

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