sábado, 28 de mayo de 2016

El alma del ateísmo

André Compte-Sponville

Ensayo de filosofía, 211 páginas. Paidós. Edición 2009. 


La humanidad progresó. Hasta el ateísmo ha evolucionado. Ya no es ese rugido intransigente y homicida que proferían cien mil gargantas fanatizadas por la Revolución Francesa, el marxismo o la barbarie nazi. Ahora es una convicción amable que destaca las coincidencias con los creyentes y concluye que lo importante no es la religión ni la irreligiosidad (ni siquiera sería Dios) sino la espiritualidad de cada uno. Aquello que nos une es más importante que lo que nos separa. Uno de los principales escuderos en el combate del ateísmo fiel en favor del laicismo y la tolerancia es el francés André Comte-Sponville.

Hace una década, el pensador francés, que fue educado en el catolicismo, entregó a la imprenta un breviario que defiende tal envite existencial. Una frase la condensa: “¡No por ser ateo me voy a castrar el alma!” Ajá, un ateo que cree en la posibilidad del alma, interesante, ¿verdad? Parafraseando a Schopenhauer, advierte que “el hombre es un animal espiritual”, y sostiene que la espiritualidad es algo demasiado importante como para dejarla en manos de curas, mulás, rabinos y espiritualistas.

Compte-Sponville tiene una virtud infrecuente en la filosofía francesa. Expone con claridad, su pensamiento (o la falta de) no se oculta detrás de una maraña casi ininteligible reservada a los entendidos o a las masoquistas. El librito que trajo el sello Paidós es para cualquier persona que le interese el tema. Y como buen ensayo de filosofía abre la mente para entender la realidad (incluso la Argentina, donde también el dogmatismo ha regresado) y proporciona una guía de conducta. Por ejemplo, ante el nihilismo y los fanatismos, propone a ateos y creyentes “la fidelidad”. ¿Fidelidad a qué? A las enseñanzas de nuestros padres, maestros y a lo mejor que ha generado la cultura occidental, que naturalmente que también incluye las Sagradas Escrituras (Montaigne y la Biblia; no Montaigne o la Biblia). Nadie que persiga esa forma de rectitud podría escribir, por ejemplo, que “la corrupción es una forma espeluznante de democratizar la política” como acaba de hacer un historiador kirchnerista en un periódico de su propio palo para escándalo de las redes sociales. Robar está mal y la política no puede estar nunca por encima de la decencia. ¿No es eso lo que aprendimos en casa?

El ensayo intenta responder tres preguntas: “¿Podemos prescindir de la religión?”, “¿Existe Dios?” y “¿Qué tipo de espiritualidad podemos proponer a los ateos?”. En la primer parte, el autor de ¿El capitalismo es moral? (pincha acá) afirma que de lo que nunca podremos prescindir es de la comunión, de la felicidad ni del amor. En el segundo tramo, expone seis argumentos que lo llevan a no creer en Dios e incluso a considerar que no existe. Personalmente, creo la única refutación que no resulta convincente de las que se hace de la llamada apuesta de Pascal: “Si no se puede probar a Dios, se puede -y se debe- apostar a su existencia”.

Finalmente, en el tercer capítulo (el más original), tras evocar su propia experiencia mística, Comte-Sponville explica que la espiritualidad, el producto más exquisito de Naturaleza, es nuestra relación finita con el infinito o la inmensidad, nuestra experiencia temporal de la eternidad, nuestro acceso relativo al absoluto. Es el amor (es decir, una alegría acompañada de una causa exterior) y no la esperanza lo que hace vivir; es la verdad (es decir lo universal), y no la fe la que libera. Ya estamos en el Reino de los Cielos, la Eternidad es ahora. Lo realmente novedoso de la Buena Nueva sponvilleana es que se puede ser ateo sin necesidad de ser materialista. En Occidente suena extraño, pero en Oriente -y la antigua Grecia y en Roma- se ha practicado con naturalidad.
Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

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