domingo, 20 de mayo de 2018

Ortodoxia

“El hombre feliz es el que hace mayor número de cosas inútiles”.
Chesterton


Después de finiquitar Ortodoxia (Fondo de Cultura Económica, edición 1987, traducción de Alfonso Reyes), es menester formularse una pregunta: ¿Por qué seguir leyendo hoy a Gilbert Keith Chesterton (1874-1936)?

La primera respuesta es obvia: porque es un placer tan intenso como raro. El pensador inglés fue uno de los campeones universales del ingenio verbal, manejó la paradoja como el florete los Mosqueteros. ¡Y se impuso la misión de que en casi todos los párrafos debía haber una! No importa si sus estocadas eran auténticas; su valor deviene de la belleza de la expresión, de la sorpresa o la sonrisa que promueven. En una época, donde los perjuros de los Suplementos de Cultura prácticamente han consagrado el arte de escribir mal, retornar a una era donde escribir muy bien era la norma -so peligro de ser aplastado con un anatema- causa un regocijo inmenso. No sé si dieron cuenta, pero en este blog defendemos a capa y espada el sentido básicamente hedonista de la lectura.

Punto dos. La ideología. Chesterton era un católico razonable (me gusta pensar que yo también lo soy) en una Inglaterra racionalista y liberal, filosocialista en parte de su comunidad de intelectuales (Bernard Shaw fue uno de sus acérrimos adversarios). Sus sablazos contra lo que hoy llamamos “pensamiento políticamente correcto” no han perdido filo. Por ejemplo, de los abolicionistas penales -los discípulos con toga del nefasto Raúl Zaffaroni- podríamos decir lo mismo que Chesterton dijo de otros de su calaña: 

“A fuerza de querer ser tan humanitarios, acaban por ser realmente enemigos de la especie humana”.  

Hay en Ortodoxia decenas de latigazos similares. Uno está obligado a leer con un lápiz en la mano. Da que pensar, por cierto, que el esnobismo, la idiotez y la inmoralidad progresista que a Chesterton exasperaba a comienzos del siglo de Hitler y Stalin se parece muchísimo a lo que nos exaspera hoy.

En este punto, es necesario explicar de qué va el ensayo, entregado por primera vez a la imprenta en 1909. Chesterton se ufanaba de “estar siempre dispuesto a escribir un libro a la menor provocación“. Alguien le achacó en aquellos años irresponsables “no haber querido definir su teoría cósmica”. Nuestro héroe, “un polemista con el que nadie deseaba encontrarse al doblar la esquina de una idea” (el prologuista dixit), respondió con Ortodoxia que básicamente se trata de una apasionada defensa de su conversión a la fe de Francisco. “La teología cristiana es la mejor fuente de energía y de ética sana”, es el pilar donde se asienta todo su agudo razonamiento.

En el primer tramo de la ruta de su especulación personal, el filósofo al voleo revisa -pulveriza, quise decir- algunas doctrinas de su tiempo. Compara a los materialistas con los chiflados:


“En ambos se encuentra esa combinación de racionalidad expansiva y agotadora con un sentido común contraído y mísero; y sólo son universales por cuanto se apoderan de una minúscula explicación parcial y la llevan demasiado lejos”…

Chesterton tienen razón: “sólo los lunáticos son incapaces de cambiar su punto de vista” (y los intelectuales militantes de nuestro tiempo). Y arriba así a una de sus conclusiones más convincentes: la razón -nunca la fantasía- conduce a la locura y a la desesperación (“la fantasía es un hecho positivo y lo que ha menudo resulta un fraude es la realidad“). Se trata de encontrar la poética del mundo. El misticismo es el secreto de la cordura y de la sabiduría: no oponen obstáculos a la mente las doctrinas espiritualistas (no así el marxismo). Mientras haya misterio habrá salud. Lo destruyes y veras nacer en ti las tendencias morbosas. Locura es la razón que opera en el vacío. El cristianismo entendido como una suerte de segunda infancia y como fórmula de emancipación. “Todo puede entender el hombre pero sólo mediante aquello que no puede entender”, otra espléndida paradoja, ¿no?

Tercera razón para seguir amando a Chesterton: sus obras desbordan de ideas sugerentes. Aún hoy. Escuchen esta última llamarada de inteligencia: 


“Podemos entender el cosmos pero nunca el ego, porque el propio yo está más distante que las estrellas”.

Guillermo Belcore


PD: Muy bueno


PD: En este blog adoramos a Chesterton. Hay más obras comentadas:

1 http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2016/10/el-hombre-comun-y-otros-ensayos-sobre.html
2 http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2015/12/chesterton-y-la-cuestion-alemana.html
3 http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2014/03/la-era-victoriana-en-literatura.html
4 http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2010/10/la-sabiduria-del-padre-brown.html

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