martes, 11 de diciembre de 2018

Menotti, el último romántico

Los periodistas Gustavo García y Carlos Viacava (G&V) tienen razón. Don César Luis Menotti (Rosario, 1938) marca un antes y un después del fútbol argentino. El Flaco no sólo construyó, piedra sobre piedra, uno de los mejores equipos de la historia de la Patria (Huracán 1973), también le dio al seleccionado nacional lo que nunca había tenido: organización, identidad y un plan de trabajo; una vertebración nacional. Logró que usar la celeste blanca fuera un privilegio y motivo de orgullo. También nos dio la primera Copa del Mundo (su obra cumbre). Y estableció una escuela de pensamiento que, aún hoy, se disputa el alma de los argentinos -siempre tan afectos a la grieta- con el otro bando más áspero, aunque también plagado de éxitos resonantes y decepciones dolorosas: el bilardismo.

Por eso era menester una biografía del César, que no fuese una hagiografía, sino una minuciosa reconstrucción de su vida y su ideología deportiva, con cientos de datos interesantes. Eso es precisamente lo que G&V compusieron. Venimos a aquí pues a recomendar Menotti, el último romántico, 258 páginas, Libro Fútbol.com, sello editorial con un lema precioso: “al gol se llega leyendo“.

Escribió Sartre que el prójimo guarda un secreto: el secreto de lo que soy. Somos lo que hacemos, lo que los demás ven de nosotros. Fieles a la premisa, G&V entrevistaron a decenas de personajes que mantuvieron trato fluido con el entrenador de los dos paquetes de cigarrillos negros por día. Se trata de un libro coral, con varios agrados.

Verbigracia: Se exhuman textos de Dante Panzeri y Osvaldo Ardizzone que describen al Menotti jugador. No sólo son una delicia de leer sino que nos colocan ante la espantosa evidencia de lo mucho que se ha degradado el periodismo en general. Antes de la PC y de las redes sociales, había que escribir realmente bien.

Otro agrado: el pormenorizado derrotero del César junto a la línea de cal nos permite el reencuentro con esos nombres de las figuritas de la infancia y de los partidos en el tablón o la televisión de la adolescencia o la juventud.

Entre el Barcelona y Los Tecos de Guadalajara, la trayectoria como director técnico de Menotti es realmente impresionante:  Boca (dos veces), Atlético de Madrid, River, Peñarol, seleccionado de México, Boca, Independiente (tres veces), Sampdoria, Rosario Central. No ganó nada de importancia, pero fue fiel a su idea del culto al balón, y generó momentos de fútbol exquisito. “Fracasar es no haberlo intentado nunca”, es una de las frases de cabecera de nuestro personaje de pico de oro (nadie como él para seducir a su auditorio o  justificar derrotar con palabras bellas).

En rigor, parece haber un patrón en sus experiencias como entrenador post Barcelona. Sus equipos tienen picos brillantes que despiertan el entusiasmo de los simpatizantes y periodistas, pero en el momento de la verdad se pinchan y caen en picada como si de un avión averiado se tratase. Puede que se explique por la seducción que el técnico ejerce sobre sus dirigidos y que puede llevarlos a rendir mucho más de sus posibilidades reales. Por un tiempo.

Lo que resulta sorprendente para quien esto escribe -ya en el plano de las ideas- es cómo es posible que un verdadero espíritu libre que concibe el fútbol como actividad creativa, en el que la habilidad del jugador tiene siempre la última palabra, haya sido tan torpe como para aferrarse con uñas y dientes a ideas alocadas, como el famoso “achique de espacios”, al que todo el mundo le había tomado el tiempo.

G&V dejan entrever que esa obsesión podría ser fruto tanto de un ego monstruoso como de un temperamento artístico que lo impulsa a crear. El capricho suele destruir a los Grandes, la historia es pródiga en ejemplos. Convicción es una tenaza que nos aferra del cuello y nos impide pensar, escribió Nietzsche.

Aquí arriesgamos otra hipótesis: Menotti quiso toda su vida ser un “revolucionario”. Como nunca resignó los beneficios materiales que el capitalismo concede a los triunfadores (es claro que le gusta la guita como al que más), intentó revolucionar deportivamente el Atlético Madrid de Gil y Gil, el Boca de “huevo, huevo”, el fútbol italiano desde Genova. Quiso demostrar que es más listo que los demás, que sólo él era capaz de entrever las ventajas de achicar espacios en el campo contrario, tirar hasta lo suicida la ley del offside, y convertir al arquero propio en un líbero. No funcionó. Las revoluciones, cualquiera sea su naturaleza, necesitan tiempo para madurar. Y César nunca lo tuvo. El fútbol de la era de la televisión exige resultados inmediatos.

Añadieron G&V un par de bonus track: un capítulo sobre el duelo eterno Menotti vs. Bilardo; y otro sobre la militancia comunista de El FlacoPara redondear, se trata de un libro que esclarece y ofrece una lectura placentera en los noventa minutos. Como una de las actuaciones soberbias de un equipo concientizado con el buen trato de pelota que predica el señor Menotti; que se yo, el 2 a 0 de Central a Newells en el Coloso Marcelo Bielsa, con goles de Figueroa y Arriola, en septiembre de 2002. 
Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno


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