Una enfermedad aqueja a la narrativa española contemporánea. Se llama opinatis vulgaris. Escritores talentosos o mediocres sienten la compulsión de dar su parecer sobre prácticamente todos los asuntos del universo. La mesa de café volcada a una página. El reino de los batidores de justa.
En esa cinta de Moebius, que puede resultar exasperante, brillan dos estrellas: Javier Marías, en primer lugar. Y Rafael Chirbes (1949-2020), en segundo término, a quien la consagración artística le llego tarde, justamente por sus dos últimas obras. Aquí venimos a elogiar una de ellas (la otra, En la orilla fue cubierta de alabanzas en este blog hace siete años: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2013/10/en-la-orilla.html).
Crematorio (Anagrama, 417 páginas) fue entregada a la imprenta por primera vez en 2007. La novela se sostiene sobre una premisa filosófica enunciada, entre otros pesimistas notables, por Almafuerte y Discepolín: "el mundo fue y será una porquería". Viajamos a la costa levantina, no lejos de Valencia. El Yoknapatawpha-Macondo de Chirbes es el balneario de Misent y vive un boom inmobiliario porque los nuevos ricos de España y de media Europa quieren alegrar sus vacaciones o su jubilación frente al azul cobalto del Mediterráneo y bajo un sol de justicia. Circulan a raudales el dinero sucio, las putas y los estupefacientes. El milagro económico es hueco.
El protagonista es Rubén Bertolomeu, el constructor. En la fase primitiva de acumulación de capital, el empresario de 73 años traficó drogas, sobornó funcionarios y tuvo tratos con mafiosos de Europa del Este, entre otras trapacerías. Acaba de fallecer su hermano Matías de cirrosis, el idealista de la familia, a la manera progre, es decir un farisaico, irresponsable y fatuo. Hippie con OSDE, le decimos en la Argentina, a los que esconden su egoísmo y su superficialidad detrás de "la aventura revolucionaria".
La arquitectura de la novela es exigente. Chirbes, discípulo de Juan Benet, desdeña el procedimiento del punto y aparte, cada capítulo es un párrafo. La legibilidad y la comprensión del texto, no obstante, nunca se ven amenazadas, como era el caso del maestro catalán.
En cada capítulo-parráfo oímos el monólogo interior de una persona distinta. De Rubén, por supuesto; de su esposa trofeo casi cincuenta años más joven; de su antiguo jefe de obra a quien casi lo queman vivo por su metejón con una prostituta rusa; de Silvia, la ingrata hija del empresario, restauradora de arte; del escritor Federico Brouard, incapaz de ganarse la vida con su trabajo, con la salud arruinada, gay y maltratador de mancebos. (se ha creído ver a Chirbes en este personaje); de Yuri, un gangster de Leningrado; de Juan, el esposo de Silvia, crítico y profesor de literatura.
El perspectivismo funciona muy bien. No sólo se reconstruye la vida de Matías en sus tres fases existenciales (comunista, posibilista del PSOE y ecologista-nutrólogo) con "su pegajosa cursilería de izquierda", sino que la trama va pintando un fresco de la España contemporánea, con sus abusos urbanísticos, "el infierno de las urbanizaciones hechas al buen tuntún, el final de la ciudad moderna, el comienzo de la intrascendencia".
Se ha perdido un estilo de vida en España, al parecer. ¿Es el actual peor que el de antaño que arruinaba a las personas en lugar del medio ambiente? Chirbes recuerda a sus quejosos compatriotas:
"La generación feliz es la única en 2.000 años que no ha conocido en España la guerra... pero se siente profundamente oprimida... hemos vivido una etapa inigualable de progreso y, sin embargo, con demasiada frecuencia no sabemos qué hacer con lo que se nos brinda..."
La voz de Rubén es la del pragmatismo, la conciencia práctica que se inspira en Montagne: la virtud está en conocer lo que la vida, la sociedad, la historia tiene para ofrecernos. Léase este párrafo sabio:
"...la libertad, aunque no lo creas, se acuesta temprano y duerme sus ocho horas de un tirón. La libertad se conquista teniendo un trabajo que te gusta y que te permita vivir como a ti te gusta..."
La novela, como se ve, está esmaltada con pepitas de sabiduría. Va el hueso de la condición humana, muestra la complejidad del mundo de los sentimientos; el egoísmo de los juicios de valor; las hipocresías cotidianas y la necesidad generalizada de subsistir con muletas, como las rayas de cocaína.
Seduce el libro también por su forma, en particular por su exuberancia verbal y la inteligente polifonía. Para decirlo en una frase: estamos ante uno de los mejores libros que ha dado España en las dos primeras décadas de este siglo. Qué pena que Chirbes se nos haya ido tan pronto, en la plenitud de sus facultades artísticas.
Guillermo Belcore
Muchas gracias por la reseña! Si no es por ti, puede que jamás hubiera lelgado a esta obra, y ahora quiero leerla!
ResponderEliminarSe agradece cuando los blogs nos ayudan a abrir los horizontes, y descubrir posibles lecturas nuevas.