martes, 8 de diciembre de 2020

Acoplamientos juiciosos


Debería reconocer la taxonomía literaria que existen dos clases de autores:
 los populares (por buenas y malas razones); y aquellos exclusivamente para conocedores. En esta segunda categoría, puede ubicarse a una de las glorias de la literatura italiana del siglo XX que fracasó sin atenuantes en su intento de convertirse en un hacedor de bestsellers, pero la crítica erudita lo adora. Hablamos de Carlo Emilio Gadda (1893-1973).

En ‘La verdad de las mentiras‘ -y para defender el concepto opuesto-, Vargas Llosa ha establecido que ante escritores como Gadda nuestra conciencia “debe mantenerse alerta, aguzada en extremo“, y toda nuestra “inteligencia y cultura deben comparecer en la lectura para llegar a apreciarse debidamente la refinada y compleja construcción que tenemos delante, las sutiles y múltiples reverberaciones literarias, filosóficas, lingüísticas e históricas que ella suscita y para no extraviarse en las laberínticas trayectorias de la narración”. Lo mismo -añade- podría decirse de Musil, Lezama Lima o Broch. 

Ese extraordinario virtuosismo de la prosa se manifiesta con toda su plenitud en una colección de cuentos que Gadda entregó por primera vez a la imprenta en 1963: Acoplamientos juiciosos (327 páginas). Ha llegado a las manos ávidas de este blog la edición setentista del sello venezolano Monte Avila. Fue traducida nada menos que por el sacerdote Eugenio Guasta, confidente de Victoria Ocampo, y destacada figura del catolicismo intelectual porteño. 

Fue una tarea ímproba. Entre las decenas de papeles universitarios que circulan por Internet sobre el arte de Gadda, hay uno especialmente interesante de Marta Tutone que medita sobre las enorme dificultades que enfrenta quien desee volcar al español una obra del escritor lombardo a causa de sus cambios de registro (especialmente por la presencia de cultismos y tecnicismos), la presencia constante de la ironía y el uso de expresiones dialectales,   además de las innumerables referencias intertextuales (1). 

Una obra de arte

Se ha dicho que los dieciocho relatos que atesora Acoplamientos juiciosos, tallados entre 1924 y 1958, “hubieran sido suficientes para consagrar a Carlo Emilio Gadda como uno de los más brillantes y originales exponentes de la moderna narrativa”. La sentencia es justísima. Todos los cuentos son buenos y hay cinco o seis que son sublimes. Combinan la crítica social, el humor, el retrato finísimo de caracteres, la erudición artística, la denuncia política, la picaresca y el argumento inteligente. Todo viene servido, en la mayoría de los casos, con espléndidos juegos barrocos. Nos hallamos ante una prosa pulposa, que exhala sensualidad,  como las mujeres italianas. Obsérvese como describe el culo de la estupenda Zoraida en ’Primo peluquero’, el divertido primer cuento:

 "zona cuya opulencia proterva parece convertirse en turgencia de todas las posibilidades, según opinan los especialistas"...

La falda de Zoraida "no proyectaba ningún misterio sobre lo que cubría. Eran las propuestas vivas del ser, afirmadas como es debido, que dan al regazo un contorno de voluptuosidad a la espera de poder manifestarse".

Qué bien escribía Gadda, ingeniero de profesión (vivió en la Argentina en 1923-24, su trabajo lo llevó al Chaco). Su exuberancia verbal, con vocablos raros y escogidos y citas ilustres, recuerda por momentos a Alejo Carpentier. Abrimos un paréntesis: alguna vez habrá que meditar en el papel sobre el misterio de los ingenieros-escritores. Cómo se ensamblaron las mentes prodigiosas de Dostoieski, Musil, Juan Benet, Pynchon, Wilcock… Cerramos el paréntesis.

La Primera y la Segunda Guerra Mundial operan como telón de fondo. La elegancia de Gadda para unir temas es magistral.  'Primera división en la noche' enlaza una clásica disputa (a la italiana) entre suegra y nuera por celos con la batalla del cabo Matapán, ese desastre de marzo de 1941 que borró definitivamente del Mediterráneo Oriental a la escuadra del Duce.  

'San Jorge en lo de Brocchi' (50 páginas) debe ser uno de los mejores cuentos de la Italia del siglo pasado. Es sátira de la pequeña nobleza lombarda, evocación de Cicerón y un aserto políticamente incorrecto: un hermoso par de pechos femeninos supera a todas las éticas filosóficas, a todos los deberes, reglamentos, admoniciones y castigos.

'Las armas novisimas' es un cuento hilarante, no conviene leerlo en público. El joven ingeniero Giarnesi le hace creer a Italia que puede detonar explosivos a distancia con rayos infrarrojos. ¿Su propósito? Seducir a la hija de un contraalmirante. 

Gadda tardó cinco años en hallar la versión final de ‘El incendio de la calle Keplero‘. Una galería de personajes encantadores: son los vecinos que huyen del fuego, incluso un loro. El cromado del cuento es, una vez más, su lenguaje. Permite confirmar la sentencia del viejo Heidegger del lenguaje como “casa del Ser”. 'Socer generque' (suegro y yerno, Mussolini y Ciano) nos lleva a la pensión de doña Eleonora en 1941. Gira en torno al deseo sexual insatisfecho y a la idiotez de los fascistas. Otra gema. Y así hasta el final…

La edición de Monte Avila está plagada de errores ortográficos (arbeja, congeturas, exágono...). Hay una versión de 2017 del sello SextoPiso que traduce ‘Emparejamientos juiciosos’. Por cierto, ¿qué esperan las buenas editoriales argentinas para traernos las novelas de Gadda? Por ahora, debemos fatigar las librerías de viejo en Buenos Aires en busca de esas pepitas de oro. Tenemos el arte para no hundirnos en la vida, escribió Nietzsche. 

1) https://revistas.ucm.es/index.php/ESTR/article/view/65699

Guillermo Belcore

Calificación: Excelente

2 comentarios:

  1. te lo pregunto de vuelta porque no sé si se envió, entre la traducción de Guasta y la de Gentile, cuál recomendás?
    interesante artículo, saludos.

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  2. Estimado:

    La traducción de Guasta es muy buena. La de Gentile no la conozco.

    G.B.

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