El delegado de Thuban abrió por un sitio previamente marcado un enorme volumen que tenía ante sí sobre el pupitre y se puso a leer:
"(...) y aquella extraña especie calva en todo el cuerpo, descubierta por Grammplus en el rincón más oscuro de nuestra Galaxia, Monstroteratum Furiosum (Ignomen Furibundeo) que escogió para sí mismo el nombre de Homo Sapiens...".
Hay que reconocerlo. Somos, en la galaxia, una especie anormal. Los astrozoólogos nos han clasificado en el tipo Aberrantia (Viciosa), subtipo antisapientinales (Contrasentidos), grupo Necroludentia (Cadaverófilos), orden Lasciviaceae (Repugnoides), familia Horrorisimae (Hocimonstros).
Por eso, la Organización de Planetas Unidos nos ha rechazado la solicitud de ingreso. Más aun, reveló asqueada el origen de los terrícolas. Dicen que hace millones de años, un par de marineros borrachos de una nave espacial (los infames Ñor y Zioss) vertieron sobre las rocas de nuestro planeta muerto un cubo de impurezas fermentadas. Y uno de ellos, incluso, estornudó varias veces sobre el cultivo plasmático infectándolo con virus peligrosos (1).
De esa sopa primodial provenimos, según la imaginación portentosa de una de las glorias de la ficción científica: Stanislaw Herman Lem (Lvov 1921-Cracovia 2006).
Es lógico que el maestro polaco haya coloreado el Viaje Octavo de Ijon Tichy (1) con semejante pesimismo. "Un hombre que por milagro ha logrado salir de debajo de un montón de cadáveres es un hombre con una profunda decepción con la humanidad tal cual es", escribió Wojciech Orlinski, autor de una biografía que aquí venimos a recomendar: Lem, una vida fuera de este mundo (409 páginas, traducción Bárbara Gill), que el sello Ediciones Godot trajo este año a la Argentina desde la renacida Varsovia.
INDIVIDUO Y SOCIEDAD
Como regla general, podría afirmarse que una biografía idónea es aquella que une con elegancia e inteligencia una notable vida individual con el devenir de una sociedad. La definición le cabe como anillo al dedo al libro del señor Orlinski, periodista de profesión pero más culto y laborioso que su colega argentino promedio. La atención nunca flaquea. Es que el tema, además, resulta muy interesante. Por un lado, tenemos una genial inventiva que sobrevivió a las dos fuerzas más destructivas e irracionales del siglo XX (bolchevismo y nazismo) y consiguió vencer a fuerza de talento y prudencia a la implacable censura de la República Popular para forjar libros que han pasado la prueba del tiempo; y por el otro, una nación heroica, atormentada por los dos matones del barrio (Alemania y Rusia) que anduvo a la deriva durante cinco décadas pero nunca perdió su alma. Lem es Polonia y Polonia es Lem.
"Decimos 'una pesadilla cuando el hotel confunde nuestra reserva. Decimos un calvario" cuando un trámite se prolonga. Por lo tanto carecemos de un aparato cognitivo capaz de aprehender el horror al que los Lem sobrevivieron", escribió Orlinski. En efecto, el joven Stanislaw y sus padres (burgueses judíos asimilados) sobrevivieron de una manera casi inverosímil a la doble ocupación rusa, al Holocausto y a los pogroms ucranianos en la ciudad de Leópolis (hoy Lvov), capital de la región de Galitzia, en su momento último confín del Imperio Austrohúngaro.
Lem se salvó por su habilidad como maestro soldador, porque sus padres tenían las monedas de oro para el soborno y nunca fueron traicionados por el corrupto o el amigo, y a causa de una increíble buena suerte. No obstante, el "trauma del sobreviviente" lo persiguió toda su vida y se refleja en su obra. Durante toda su vida evitó el literato hablar de sus raíces judías.
EL ALMA DE CRACOVIA
Después de la Segunda Guerra Mundial, los Lem se mudaron a Cracovia. Y en 1956, un Stanislaw, que había estudiado medicina pero su gran pasión era la construcción de máquinas experimentales, alcanzó la fama literaria con la publicación, como cuento, del "Viaje catorce de Ijon Tichy". Era la prueba de una mente excepcional.
Sus libros posteriores -Solaris, Diario de las estrellas, Retorno de las estrellas, Ciberíada, Summa technologiae, entre otros- lo convirtieron en el rey de la ciencia ficción del bloque soviético, pero viviendo siempre de forma decente, por lo menos tanto cuanto era posible bajo el régimen comunista. Lem, con la excepción de un par de textos intrascendentes, nunca adscribió al abominable realismo socialista; y supo describir los desatinos de la utopía bolchevique disfrazándolos de sociedades extraterrestres. Literariamente hablando, su grandeza sin par fue caricaturizar a los grandes problemas humanos con un fondo de escenografía cósmica. Como Borges o como Bolaño, el texto apócrifo fue una de sus herramientas formidables.
Naturalmente, tuvo encontronazos con la censura. ¿Hace falta decirlo? Un sistema totalitario es aquel que busca que todo se subordine a una sola ideología. Los chacales rojos lo acusaron de eludir "la didáctica progresista" y de cultivar el humor del absurdo, ese "fenómeno social peligroso" (la risa era contrarrevolucionaria, ¿leyeron La broma de Milán Kundera?). No obstante, el régimen le permitió publicar y viajar al extranjero. Lo protegía su popularidad dentro y fuera del país, y sobre todo el hecho de que los científicos, intelectuales y astronautas rusos lo adoraran. Cada viaje de Lem a la URSS era comparable a la gira de una estrella de rock y Gorbachev llegó a sostener que Summa technologiae fue uno de los libros más influyentes de su vida. El inquisidor polaco, entonces, fingía que no llegaba a captar las alegorías y los simbolismos lemianos.
EPISTOLAS
El tono general del libro es de ditirambo; es decir, se disimulan defectos y bajezas. El autor abreva en el voluminoso archivo Lem. Centenares de cartas son citadas. El único punto flojo que pudimos encontrar es que Orlinski presta demasiada atención a los asuntos domésticos -caso las vicisitudes de su hombre con los autos- en desmedro de cuestiones más trascendentes. Verbigracia: se menciona al pasar el escepticismo del escritor respecto a Camino de servidumbre de Von Hayek, pero no se transcribe una sola línea de ese texto jugoso. Nunca dejéis con hambre al lector, es el consejo que este articulista deja a los biográfos.
Hay toneladas de información y pasajes muy divertidos como la pelotera de Lem con Tarkovsky por la versión rusa de Solaris, y la larga disputa epistolar con el loco lindo de Philip Dick a raíz de la publicación de Ubik en Polonia.
Y como todo ensayo que aborda la historia del siglo XX en Europa oriental, Una vida fuera de este mundo resulta muy instructivo. Hoy que tantos cenutrios sienten nostalgia por la Unión Soviética y que el neocomunismo se hace carne en Occidente, libros como éste confirman ese dictum memorable de Karina Mariani: Todo socialismo es una cárcel. No sólo se trata de alambre de púa, el sistema inspirado en el marxismo ha demostrado ser terriblemente ineficaz, en su seno la economía, los autos, los ferrocarriles, los teléfonos y hasta los baños de los hospitales no funcionan.
(1) Diario de las estrellas. Stanislaw Lem. Edhasa, edición 2003.