domingo, 20 de enero de 2008

La nostalgia de la casa de Dios

Por Héctor Bianciotti­
Tusquets. Novela de 130 páginas­
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Héctor Bianciotti nació en la provincia de Córdoba en 1930. Se afincó en Europa en la década del cincuenta. Desde hace más de veinte años escribe sólo en francés. Un galardón corrobora la excelencia de su obra: en 1996 se convirtió en miembro de la exclusiva Academia Francesa, el primero de origen hispano. Desde Par¡s, pues, nos llega con varios años de demora esta nouvelle.­
El narrador es un pianista brillante que evoca la tortuosa relación con su padre, músico también aunque mediocre. Ninguna caricia y los encuentros son esporádicos, pero uno y otro están unidos en una calma absoluta y estable hasta la temprana desaparición del progenitor. Justamente, la muerte es una presencia constante en el libro. El genio no conoció a su madre y ha forjado una relación de amor y odio con su nodriza Lucienne, reina del chismorreo. Las aves y la voz humana lo maravillan. Dios lo inquieta. Madame Detrez lo elige como confesor involuntario. Su maestro, don Savine, le enseña a curarse las heridas. Hace del teclado su morada, su nido, su cielo de placer al alcance de la mano para vivir allí, para llenar la soledad. ``Somos pensamiento dislocado, pero la música nos salva'', es la premisa.­
Hay en Bianciotti una fatigada nostalgia. La trama es impresionista, se urde a base de perspectivas, tintes, tonalidades. El ritmo es moroso, a tal punto que induce a la desconcentración o al tedio. Si bien se intenta que las ideas ocupen un lugar esencial, casi nunca redondean la sabiduría que deslumbra. Se postula extrañamente que ``el amor no tiene mucho que ver con el ser amado''. Lo que no cabe discutir es la calidad de la prosa, tallada con palabras suntuosas, reflexivas, cargadas.­

Guillermo Belcore­
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Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

CALIFICACIÓN: Regular.

PD: ¡Que desilusión!

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