sábado, 12 de enero de 2008

Milongas

Por Edgardo Cozarinsky­
Edhasa. Ensayo de 154 páginas.

Además de cineasta y narrador, el autor de este libro es un coleccionista de gemas. Su deleite con las curiosidades menudas ya había quedado bien testimoniado en el Museo del chisme. Ahora ofrece una recopilación muy amena de ambientes, rituales, personajes y fragmentos de historia vinculados a una gran pasión de Buenos Aires. El tema, por cierto, no es la música de tango, sino el baile. Es decir, la milonga, el diálogo entre los cuerpos. El volumen ha sido embellecido con fotografías de Sebastián Freire que saben captar el movimiento.
Edgardo Cosarinky ha deseado pues dejar huella de un amor privado, la búsqueda incesante de los milongueros, esos exaltados que bailan como quien ejerce un sacerdocio, según decía Pío Bajora. Atrae al autor todo lo irracional que guía la conducta humana. Su indagación lo ha llevado desde el barrio viejo de Cracovia hasta un vecindario de mala fama en Nueva York, desde las ceremonias del presente hasta los mitos de tiempos idos. ``La eterna y triste fiesta de los que viven al ritmo de un gotán'', en palabras de Juan Carlos Marambio Catán.
El tono del libro es de ensoñación. Incluye un homenaje a Astor Piazzola, a pesar de que lo suyo era componer música para escuchar. También rescata personalidades olvidadas, ricos en ficciones, brillantes en los salones mundanos de París o bien en un piringundín de la calle Carlos Calvo. Cozarinsky evoca el recuerdo de Victoria Ocampo (­¡Ricardo Güiraldes fue un gran milonguero!), desmenuza el amor y odio de Martínez Estrada y reflexiona sobre el cándido entusiasmo de Borges y sobre el desagradable encono de algunos hombres de letras con los ``chambergos torcidos sobre muecas guasas''. ¿Sabe cómo llamaba Lugones al tango? Reptil de lupanar.­
Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento Cultural del diario La Prensa

CALIFICACION: Bueno

PD. Una muy bella edición. Ideal para regalar a papá.

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