sábado, 4 de octubre de 2008

De lágrimas y de santos

Emile M. Cioran­
Tusquets. Ensayo. Edición 2008, 115 páginas
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A los veintiseis años, Emile Cioran (Rasinari, 1911-1995) escribió este libro. Una beca le había permitido al atribulado hijo de un sacerdote ortodoxo abandonar Rumania y estudiar en París. Nunca volvió. El idioma francés fue la patria de un lúcido feroz que postulaba que todas las decadencias existen para sostenerlo.­

El ensayo reflexiona sobre la santidad, esa intersección del cielo con la Tierra, esa “ciencia exacta que aporta respuestas positivas y precisas a las interrogaciones a las cuales los filósofos no han tenido el coraje de elevarse”. Cioran denigra en un renglón la santidad, pero en el otro la reinvidica para un tiempo en el que la trivialidad del mundo carece del aliento divino. Los modernos, ¡ay!, hemos sucumbido a la seducción de las cosas acabadas. El Medioevo, la música, el arte de filosofar son también materia prima de una escritura urdida a fogonazos. Como Nietzsche y como Schopenhauer, Cioran convierte el aforismo y otras breverías en sublime literatura. El valor de su lirismo, explica, consiste en mantener el aroma a sangre, carne y -sobre todo aquí- a lágrimas, que “siempre tienen raíces más profundas que una sonrisa”. Sus paradojas divierten, irritan o provocan una extraña sensación de euforia al borde del abismo, apostilla el excelente prólogo.

En rigor, De lágrimas y de santos no evidencia los vicios de una obra primeriza. Siempre da la impresión de ser el fruto de un talento maduro que encuentra la vitalidad espiritual en estar en desacuerdo con la naturaleza de las cosas. Por lo demás, el ensayo es tremendamente actual. Nos obliga a meditar sobre los fines últimos. Es posible que pensar en Dios sea la única razón de ser del hombre, dispara Cioran.

Guillermo Belcore­

Calificación: Bueno

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