viernes, 1 de mayo de 2009

Indignación

Philip Roth
Mondadori. Novela, 167 páginas. Edición: 2009

Cuando morimos -conjeturó John Donne- Dios nos proporciona la capacidad de recuperar los momentos más gratos de nuestra vida para combinarlos a nuestro antojo hasta el fin de los tiempos (imagínese qué terrible sería un infierno a la inversa). Philip Roth plantea aquí algo parecido. La eternidad es rumiar una y otra vez sobre las nimiedades de la existencia. Del otro lado, quizás no hay nada que hacer salvo juzgarse a sí mismo y pensar en la vida pasada.

Quien medita sobre la terrible manera en que las elecciones más triviales, fortuitas e incluso cómicas obtienen el resultado más desproporcionado es Marcus Messner, muerto a los diecinueve años en una colina de Corea a golpes de bayoneta. El hijo de un carnicero kosher de Nueva Jersey. Una inadaptado, un neurótico con propensión al desastre y a la exageración histriónica que huye del hogar a fin de librarse de las irrazonables restricciones de su padre. Recala en una universidad mediana del Medio Oeste, bastión de rígidas convenciones y típicas hipocresías. Allí dilapida su oportunidad de ser feliz, acaso de llegar a viejo.


No es ésta novela corta, obviamente, la mejor obra de un eterno candidato al Nobel de Literatura. Pero hay mucho del talento de Roth circulando en las páginas. El estilo es claro y ameno, los caracteres son vívidos, la historia resulta muy entretenida, las ideas estimulan el intelecto. Por momentos la trama se torna jocosa, en otros frisa con el mal gusto. Pero bueno, así es la vida. Hay escenas memorables. La discusión de Marcus (un gran polemista y cabeza dura) con el decano Caudwell sobre las ideas de Bertrand Russell es, quizás, lo mejor del libro. Parece increíble, además, como Roth es capaz de delinear con tres o cuatros trazos un personaje que causa inquietud. Es un gran escritor, sin duda, y merece el Premio Nobel.

Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en los Suplementos de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital de Mar del Plata.
Calificación: Bueno

PD: La moraleja de esta cautivante novela es la siguiente: un ¡vete a la mierda! inorportuno y desubicado puede provocar consecuencias terribles. Estoy totalmente de acuerdo. Es lo que trato de inculcarle a mi hijo desde que sufre ese penoso estado existencial al que conocemos como "adolescencia". No generes situaciones de violencia, nunca enciendas una mecha, la prudencia debe guiar tu conducta. Tácheseme de miedoso, pero la realidad me dio la razón. Unos compañeros de mi muchacho se divertían tirándole huevos y otras cosas a los colectivos. Paró uno y se bajó un tipo malencarado con un cuchillo. Todavía les dura el susto a esos pajarones.

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