miércoles, 6 de octubre de 2010

La viajera y sus sombras

Victoria Ocampo
Selección y prólogo de Sylvia Molloy. Fondo de Cultura Económica. 289 páginas. Edición 2010

“Sospecho que todos mis recuerdos de viaje son por el estilo: irremediablemente personales, escandalosamente privados, reprensiblemente subjetivos. Los dedicaré, pues, a los humildes cazadores de unicornios, de hinojo y de romero, hermanos en aficiones. Que los profesionales de notas eruditas y de estadísticas reveladoras me absuelvan y me ignoren”.
Victoria Ocampo

El general Alfred Jodl nació en un castillo de Wurzburg en 1890 y fue ahorcado por los aliados en octubre de 1946. Llegó a jefe de Estado Mayor de la Alemania nazi, pero durante su interrogatorio se comportó como un pelele. Gesticulaba a lo Stan Laurel, notó una testigo excepcional. Victoria Ocampo (1890-1979) visitó los tribunales de Nüremberg, del brazo de caballeros británicos con uniforme. El espléndido relato de ese día -relato transparente como una lámina de cristal- se incluye en este libro espumoso.

El volumen es más autobiografía que libro de viajes. Fue urdido con retazos. Sylvia Molloy reunió cartas, crónicas, testimonios, misceláneas, impresiones y hasta una entrevista a sí misma de una creadora fundamental. El conjunto es, simplemente, hermoso de leer. Hasta en la afectación, Victoria Ocampo resulta encantadora. Maneja la frase corta como un estilete. Profesó el amor por el arte y la sensualidad bajo todas sus formas; el lector entre líneas podrá confirmar que no sólo les transfirió a los escritores “la parte de credulidad” que todos tenemos sino que también tuvo un intenso interés erótico por ellos, caso el miserable Drieu la Rochelle.

Las experiencias en Francia y Estados Unidos conforman el corazón del libro. Los retratos de Mussolini, Coco Chanel y Maurice Ravel son magníficos. La prosa suele ser lírica, siempre aligerada con una pizca de frescura o candidez. Hay anécdotas risueñas: una mañana de 1943 recios militares arrestaron a Victoria en Nueva York por tomar notas en un museo de armas. Transcribo un parrafazo:

“Vacié mi cartera sobre la mesa (rouge de Guerlain, polvos, un pañuelo, llaves, cartas de Buenos Aires); luego me senté en espera de que los señores oficiales hubieran podido comprobar (con ayuda del teléfono supongo) la autenticidad de mis declaraciones. Apenas tardaron unos minutos, creyendo de su deber el excusarse una vez terminada la investigación: “Usted, sin duda, comprende que nos vemos obligados a tomar ciertas precauciones”. Naturalmente, lo comprendía de sobra. Les di toda la razón. Conversamos cordialmente unos instantes. “Dicen que es muy hermoso su país”. “Casi tanto como el de ustedes” (El hielo estaba roto). “¿Es neutral su país? ¿Cómo lo explica usted?”. -”¿Y ustedes cómo explican el haberlo sido”.

Hoy que en la vida pública predominan el gesto impúdico, el discurso vocinglero y el mal gusto, la literatura sensata y delicada puede obrar como un bálsamo. Roger Callois le dijo a Victoria por carta: “tú sabes hacer ver”. No sólo eso. Como bien se destaca en el prólogo, esa mujer extraordinaria también sabía estimular el pensar.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa

Calificación: Bueno

3 comentarios:

  1. Coincido con usted en que es, sin duda, un muy buen libro pues reúne textos de una escritora excepcional. Habría que señalar también el gran trabajo que llevó a cabo Sylvia Molloy en la selección del material y el interesantísimo estudio que presenta en el prólogo del libro.

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  2. Estoy completamente de acuerdo con usted, Ray. Un trabajo excelente de la señora Molloy.
    G.B.

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  3. Hola,

    espero que estes ahi.. jaja necessito una ayuda, se puede ayudarme, por favor escribe me en bbechlin@gmail.com :D gracias! :D

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