martes, 9 de noviembre de 2010

Apostoloff

Sibylle Lewitscharoff
Adriana Hidalgo Editora, 358 páginas, novela. Edición 2010. Precio aproximado: 80 pesos

Ser rico -dicen los chinos- es fracasar en la vida. La tristeza del magnate Alexander Tabakoff lo atestigua. Como compensación, financia una empresa delirante: desentierra a sus camaradas búlgaros de la diáspora, traslada por medio Europa los restos en un cortejo funerario de lujo, y les organiza funerales principescos en Sofía para asegurarles el eterno descanso. Este es uno de los dos hilos narrativos de Apostoloff. El otro involucra el retorno a la patria ancestral de dos señoras nacidas en Alemania. Fueron sobornadas para formar parte de la caravana de limusinas negras de Tabakoff. Son las hijas de Kristo, el respetado ginecólogo búlgaro que un buen día se ahorcó en el baño de su casita burguesa de Suabia. Obviamente, les dejó a las chicas el alma en carne viva.

La novela es interesante porque combina geografía e historia, y retrata una familia infeliz. Corrobora que una buena porción de la literatura alemana proviene hoy, -como en Estados Unidos- de la inmigración. Sibylle Lewitscharoff, naturalmente, tiene ascendencia búlgara. Vivió en la Argentina; Gardel aparece en la trama. Sabe usar la técnica del flashback y sabe atrapar la belleza fugaz: "hay momentos en que el mundo simplemente es bello''; "hay sitios que invitan al hombre a transformarse'', reflexiona.

El lector podrá formarse una idea de la claridad del estilo con este pasaje delicioso que prueba que las ciudades búlgares son, un sentido, similares a las de Argentina y las de casi todo el mundo:

"Como ahora la nueva generación que acaba de romper el cascarón, la generación del dinero, está convencida de que las mujeres de más de treinta perjudican el negocio, contratan a bonitas y jovencísimas camareras de temporada veraniega que van cargando los platos sobre zapatos de tacones altos. Tienen un aspecto vicioso, aunque son muchachas que trabajan a brazo partido: bocas de un rojo febril, uñas cuadradas pintadas con esmalte glíter; la falda le llega, y eso si está parada derecha, a sólo dos centímetros de que se le comience a ver la bombacha. Otra especialidad de las camareras: en general de las búlgaras: les encanta el perfume. Así huele mi ensaladita, lo que normalmente debería ser algo neutro, huele como si hubiese pasado la noche en una perfumería''.

La historia es narrada por una de los dos hijas del suicida, la menos sociable. Le encanta echar pestes, es una cascarrabias de pacotilla. A través de sus ojos, percibimos lo que el comunismo le hizo a Bulgaria. Cincuenta años de brutalidad calculada corrompieron moral y materialmente a un país entero. Todo da "una sensación enmohecida de ruina y decadencia''. Quizás nadie haya sido capaz de generar tanta fealdad como el leninismo de hormigón. Vean si no en Shumen el pretencioso monumento a la patria

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

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