lunes, 17 de enero de 2011

El cementerio de Praga

Umberto Eco
Lumen. 590 páginas. Novela. Edición 2010. Precio aproximado: 85 pesos

“El enemigo para ser reconocible y temible debe estar en casa, o en el umbral de casa. De ahí los judíos. La divina providencia nos los ha dado, usémoslos, por Dios, y oremos para que siempre haya un judío que temer y odiar. Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. Alguien ha dicho que el patriotismo es el último refugio de los canallas: los que no tienen principios morales se suelen envolver en una bandera, y los bastardos se remiten siempre a la pureza de su raza. La identidad nacional es el último recurso de los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio, en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta alguien a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria. Siempre. El odio es la verdadera pasión primordial. Es el amor el que es una situación anómala”.
Piotr Rachkovsky, agente secreto del zar de Rusia.

Básicamente, existen dos clases de escritores. Los literatos, es decir aquellos que componen a la lumbre de una vasta biblioteca y que refirman una intuición de George Steiner: escribir mal no es otra cosa que falta de erudición. La segunda especie de artista -rara como un león blanco- es la de los ‘intuitivos’; o sea, los que prácticamente desde la nada han sido capaces de engendrar una obra trascendente. Como Rimbaud. Esta magnífica novela es el producto de un típico literato, un hombre indudablemente culto. Como Quevedo, como Borges e incluso como Aira, Umberto Eco es un hombre de letras, en el sentido más elevado del término.

No se trata, por cierto, de una obra improvisada. Está claro que El cementerio de Praga ha sido macerada por largo tiempo. Es el fruto de la investigación, la curiosidad, la acumulación de datos, la exhumación de acontecimientos y discursos históricos. El profesor Eco inventó un solo personaje: el capitán Simón Simonini, piamontés de nacimiento, falsificador de profesión, a sueldo de los servicios de inteligencia de las potencias europeas, incluso de los jesuitas. Es un misógino que odia a los judíos, aficionado a la buena mesa, nostálgico del ancien régime. Sufre de personalidad escindida. Su alter ego es el abate Dalla Piccola que aparece cuando el capitán necesita de una voz de la conciencia que lo reclame a la realidad de los hechos. Ecco rodeó a Simonini con personalidades de la segunda mitad del siglo diecinueve, como Alejandro Dumas, Garibaldi, el capitán Dreyfus y un joven doctor Freud, cocainómano e inseguro de que el sexo sea la causa de todas las neurosis.

Ecco imagina que el capitán Simonini, un reaccionario tan visceral como intelectual, es el autor desconocido de los Protocolos de Sion, ese documento fraudulento que los imbéciles creen que prueba la existencia de una conspiración judía para conquistar el mundo. Llegamos entonces al quid de la novela: se trata de una vibrante denuncia del antisemitismo moderno, al que se define como el destilado de demenciales ideologías, abyectas manipulaciones políticas, prejuicios, supercherías y mitos que se cocieron en el espeso caldero decimonónico. Es decir, Ecco ha querido desentrañar los fundamentos intelectuales de la Solución final. Nos advierte que las ideas del exterminio estaban firmemente asentadas en Europa; faltaba un Hitler o un Stalin que, asociado a la mortífera eficacia de la cadena de montaje, las pusieran en práctica. Mitad ficción, mitad tratado de ideas, el volumen corrobora que hay antisemitas filosóficos, políticos, teológicos e incluso eróticos, en los cuales el odio sustituye u obra como el impulso sexual. ¡Ah!, por cierto, hay antisemitas tanto de derecha como de izquierda. Los socialistas y los católicos monárquicos están unidos, muchas veces, por las mismas opiniones infames.

Los procedimientos que emplea Eco en una novela que la critica europea tachó de “posmoderna” son básicamente cuatro: el diario, la cita, el comentario y el folletín. La trama nos pasea por Turín, Sicilia y París. Hitos del pasado desfilan ante nuestros ojos, como la Comuna de 1870. La prosa es cultísima. No sólo el amante de la historia disfrutará la novela; fue concebida para el hombre o la mujer atento al conocimiento en general. La química, las ciencias políticas, la proto psicología e incluso el ocultismo (Eco nos introduce a hurtadillas en una espeluznante misa negra, donde se eleva la fornicación a práctica litúrgica) son materia narrativa. Y también la gastronomía.

Ahora que me he aficionado a cocinar, no sólo he subrayado y copiado pensamientos y giros estilísticos de El cementerio de Praga, sino también una receta de la ensalada Francilion, creada tras los éxitos de una pieza de Alejandro Dumas. La compartiré con los amigos de este blog: “Pónense a cocer papas en el caldo, se las corta en rodajas, y cuando todavía están templadas se las aliña con sal, pimienta, aceite de oliva y vinagre de Orleans, más medio vaso de vino blanco, Chateau d’Yquem a ser posible, y se le añaden hierbas aromáticas bien trituradas. Al mismo tiempo se ponen a cocer en court-bouillon mejillones muy grandes con un tallo de apio. Ultimada la cocción, se mezcla todo y se cubre con finas rebanadas de trufa, cocidas en champagne. Todo ello, dos horas antes de servir, de modo que el plato llegue a la mesa frío pero en su punto”. ¿No se las hace agua la boca?

Guillermo Belcore

Calificación: Excelente

PD: Quién desee asimilar algo más sobre los Protocolos de Sion sugiero leer la entrevista que La Vanguardia de Barcelona hizo a la jurista israelí Hadassa Ben-Ito (http://4grandesverdades.wordpress.com/2009/11/21/el-antisemitismo-y-los-protocolos-de-los-sabios-de-sion-entrevista-a-hadassa-ben-itto-victor-m-amela-la-vanguardia-190106/).

PD: Aquí están las primeras páginas de la novela:
http://www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/201012/02/cultura/20101202elpepucul_2_Pes_PDF.pdf

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