martes, 24 de septiembre de 2013

Un hombre piensa en Dios frente al horno del crematorio en un campo de concentración nazi

Una cita:

El esloveno Boris Pahor escribió en Necrópolis (#unlibroimprescindible):

“Y si es que he tenido alguna revelación ha sido que no puede existir una divinidad buena y omnipresente que a la vez sea un testigo mudo de esta chimenea. Y de la cámara de gas. No, si existe alguna divinidad entonces está unida a las cosas, a la tierra, al mar y al hombre y no conoce ni puede distinguir entre el bien y el mal. No obstante, esto de nuevo significa que sólo el hombre puede ordenar el mundo en el que vive, cambiarlo de tal manera que dentro de él puedan realizarse más cosas buenas que malvadas. Entonces, el mundo, al menos en la medida humana, sería más aceptable. Entonces el hombre se acercaría a la idea de bondad con la que sueña desde que es conciente de sus facultades. Entonces se acercaría a la imagen de una divinidad bondadosa que ha engendrado su propio corazón”.

La idea de que Dios necesita al hombre para manifestarse en la Tierra no es nueva, pero en Necrópolis se expresa de una manera conmovedora. Graham Greene se preguntaba en una novela -El revés de la trama si la memoria no me engaña- cuántas clases de divinidad existen en el corazón de un hombre. ¿Es el mismo Dios el de un hombre asustado que el de la persona satisfecha? ¿Es el hombre la medida de todas las cosas?
G.B.

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