miércoles, 7 de agosto de 2019

La frontera

El auge de los carteles de las droga implica -además de todo lo demás- el fracaso de la Modernidad. Es la vuelta a la Edad Media. Como en el siglo XIII, los señores de la guerra tienen un vasto dominio territorial, ejércitos de matones y funcionarios a su servicio, cierto prestigio entre el campesinado, voluntad de exterminio de sus rivales. Las matanzas forman parte del negocio (también la aplicación de tormentos). Incluso hay matrimonios de conveniencia para forjar alianzas. Ante este desafío formidable a la República, el Poder Central -cuando no está comprado- es impotente, tanto como lo eran los reyes europeos durante el feudalismo. Qué hacer.
Eso en el plano político; en el económico, todo lo contrario. Las mafias del narcotráfico tienen un costado ultramoderno: son los más eficientes conglomerados de negocios. Observe lo que está padeciendo hoy Estados Unidos. Hay un frenesí de consumo de heroína y fentanilo; gente joven cayendo como moscas; consumen amas de casa y trabajadores rurales; pequeños municipios se convierten en cementerios. No es otra cosa que el resultado de una diabólica estrategia comercial del Cartel de Sinaloa: para paliar la caída en las ganancias por la legalización de la marihuana volvió a cultivar amapolas y le ha robado los clientes a la industria farmacéutica y a la corporación médica con un producto novedoso y barato (10 dólares la dosis de canela en el callejón).
Decenas de miles de desesperados que consumían Vicodin u Oxycodona hoy se inyectan heroína. Dolor físico, espiritual o económico + proveedores mexicanos = epidemia de opiáceos.
LITERATURA BELICA
Pregunta: ¿Cuál es la contienda más larga que ha librado Estados Unidos en su historia? Respuesta: Contra las drogas. Cincuenta años más los que resten. Pregunta II: ¿Quién es el escritor que mejor ha narrado esta tragedia? Respuesta: Don Winslow (Nueva York, 1953).
Acaba de llegar a la Argentina el último tomo de la trilogía de Winslow sobre las guerra contra el narcotráfico: La frontera (Harper Collins, 967 páginas). Es un cierre magnífico de una de las más ambiciosas aventuras narrativas de nuestro tiempo.
Puede decirse, incluso, que el mamotreto está mejor escrito que sus predecesores (El poder del perro y El cartel); la trama es cautivante y aporta una tonelada de datos. Literatura de ideas y literatura didáctica, muy bien documentada. Imprescindible para quien se interese en el tema. Y hay que ser un idiota -en el sentido que le daban al término los antiguos griegos- para no interesarse en un flagelo que desquicia nuestras sociedades. Desde el Gran Rosario hasta el tercer cordón del conurbano, pasando por Puerto Madero y Palermo Bobo.
El señor Winslow ha venido cultivado un procedimiento muy eficaz en sus novelas documentales: la semirrealidad. Cambia nombres, mezcla y fusiona personalidades, inventa otros caracteres, pero la urdimbre de la trilogía se inspira rigurosamente en hechos. Como él mismo dice: "Hay muy poco que no haya realmente sucedido".
Y en La frontera, además de la epidemia de heroína y fentanilo en Estados Unidos, se incluye la desaparición del capo del Cartel de Sinaloa, la matanza de estudiantes de Ayotzinapa, el tren La Bestia y la llegada al poder de Donald Trump. Es una escritura con bulimia, con urgencia por transmitir un mensaje, por denunciar, por ejemplo, los vínculos de Wall Street y los bancos con los negocios sucios del narcotráfico, el fracaso absoluto de la política antidrogas del gobierno estadounidense, o bien la complicidad de las autoridades mexicanas con los hampones: "...la Policía Federal es, a efectos prácticos, casi una filial del Cartel de Sinaloa"..., se establece en la página cincuenta y ocho.
No obstante, no es un libro de brocha gruesa. Los matices son importantes. Y de ninguna manera se postula la superioridad de una cultura (la anglosajona) sobre la que rige al sur del río Bravo. Se trata de situaciones de poder. Si en la página doscientos cuatro se nos dice que "el último caso en que hubo un detective corrupto en Nueva York fue en los años ochenta..." (¿Cuándo fue en América latina el último caso de detective incorruptible?, piensa uno), de inmediato se aclara que en México la oferta narco al policía no es tómalo o déjalo, sinotómalo o te matamos a ti y a toda tu familia. Plata o plomo. También hay héroes que hablan en español.
El protagonista del libro se llama Arturo Keller. Es un auténtico cowboy, que trabajó encubierto en México, con fama, bien ganada, de hombre duro e implacable y con el alma hecha jirones. Ha hecho el mal en nombre del bien común o por un ser amado. Ahora, con el padrinazgo de un senador texano, el bueno de Art es nombrado director de la DEA. Trae algunas ideas innovadoras en el morral, pues la estrategia del bolo central (detener o matar a los capos) no ha dado resultado para, al menos, atenuar la entrada de estupefacientes a territorio estadounidense. Los carteles son auténticas corporaciones de negocios, donde el nombre del CEO no es lo decisivo. ¿Por qué no probar una nueva táctica, tratar de cortar el flujo de dinero norte a sur? Para ello, hay que encontrar un financista corrupto, dar un escarmiento a Wall Street. Página quinientos cuarenta y tres: "¿Sabes cuál es la diferencia entre un cártel y un sindicato de bancos? Prácticamente ninguna".
MAR DE FONDO
El mar de fondo es la agonía de la Pax Sinaloense, tras la desaparición de su capo máximo Adam Barrera (que es y no es el Chapo Guzmán). Los gobiernos de Estados Unidos y México habían descubierto que una mafia hegemónica es preferible a que treinta carteles luchen entre sí por el control de territorio (los Zetas, ex comandos que cambiaron de bando, son los peores). Es que la guerra contra el narco no se puede ganar; se puede conseguir a lo sumo una disminución lenta y dolorosa de la violencia. ¿Se puede hacer retroceder al océano?, se preguntan, desesperanzados, los agentes de la ley y el orden que aún no han sido corrompidos.
Si Barrera era el indiscutido Rey León, ahora varias hienas buscar engullir pedazos de la mayor red de narcotráfico del mundo. Se lanzan a degüello unos clanes contra otros. Entra en escena la tercera generación mafiosa -Los Hijos-, ataviados con Armani y Hugo Boss y al volante de una Ferrari o un Lamborghini. ¿Podrán desplazar a la vieja guardia?
La trama, que magnetiza los dedos, nos lleva de Culiacán o Tijuana a Nueva York, que al parecer se ha convertido en el centro neurálgico de la heroína en la Costa Este. Hacemos una visita a las cárceles de Florence en las Rocallosas (ahí encerrarán al Chapo en la vida real) y la californiana Victorville, manejada por la M, la mafia mexicana. Tras atisbar en las prisiones una enseñanza se impone: el odio racial y las diferencias sectarias siguen siendo las pulsiones más poderosas del ser humano en condiciones extremas. 
Vamos también a Guatemala para observar el calvario de los pibes inmigrantes que sueñan con entrar a Estados Unidos; y a un paraíso en las costas de Costa Rica para permitirle a la trama recuperar un matón irlandés (redimido) del primer tomo de la trilogía. Recorremos los bajos fondos de Nueva York y Jersey para aprender sobre el trabajo del policía infiltrado en las entrañas de la carrera armamentista que se traen entre manos los traficantes (el fentanilo es cincuenta veces más poderoso que la heroína). Nos sentamos luego con magnates inmobiliarios de Manhattan, desesperados por el dinero sucio de las drogas. 
Son todos viajes de descubrimiento para el lector de a pie. Y lo que vemos hiela la sangre, sacude la conciencia: penas durísimas por posesión de marihuana y casi 30 mil muertos en las calles por sobredosis; una cena en la Casa Blanca para los lavadores de fondos.¡Siglo XXI! 
UNA BUENA CAUSA
Con La frontera, el caballero Winslow ha concluido, pues, una faena de veinte años. Un tercio de la vida dedicada a una buena causa.
La trilogía es Alta Literatura, a pesar de sus redundancias, hipérboles, ñoñerías. Por cierto, la prosa es directa, nunca nos ahorran inmundicias. Contiene, eso sí, una legión de personajes memorables y una visión verosímil del inframundo. Inframundo de nuestro valle de lágrimas; en relación al del más allá, uno concluye que en el infierno debe existir un círculo especial reservado para los que trafican con drogas o sólo son fieles al dinero.
Guillermo Belcore
Calificación: Excelente

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