domingo, 21 de marzo de 2021

El día del Chacal

 


Los libros son como las personas; algunos envejecen muy bien.
Es el caso de El día del Chacal (Emecé editores, 400 páginas). La opera prima de Frederick Forsyth -y acaso su mejor creación- cumple cincuenta años en 2021 y aún hoy es una cautivante novela policial, que induce a meditar sobre esa magnífica entidad platónica conocida como Francia.

La trama, en efecto, nos lleva a "una de las guerra más sádicas y crueles de la historia moderna" que se libró durante los primeros años de la década del sesenta a partir de la convicción de un grupo de militares extremistas de que el Presidente Charles De Gaulle había mancillado la patria y había prostituido su honor por negociar la retirada de Argelia. Ambos bandos cometieron atrocidades y la novela que lanzó a la fama a Forsyth las documenta.

Viajamos a 1962. Un putsch militar (1) y dos intentos de magnicidio han fracasado. La Organisation del'Armée Secrete (OAS) ha sido infiltrada, diezmada, aislada de sus mecenas. El coronel Marc Rodin, enjuto y fanático, asume el mando de las operaciones encaminadas a asesinar al Judas del Palacio del Elíseo; de inmediato llega a una conclusión: deberá contratar para la faena a un pistolero extranjero, un experto que no figure en los colosales archivos de la seguridad francesa (el punto débil de los Estados cuasi omnipotentes es que son vastas burocracias y lo que no está en sus archivos no existe).

El Carnicero de la Casbah elige a un inglés que, entre otros trabajos, ha liquidado a dos ingenieros alemanes que desarrollaban misiles para el rais de Egipto, por encargo de un magnate sionista de Nueva York. Se sospecha que también mató a Rafael Trujillo. 

La reunión de negocios se celebra en Viena. El profesional llegado de Londres es contratado por 500.000 dólares de entonces, una fortuna que le permitirá retirarse definitivamente del sicariato. La OAS conseguirá el dinero con robos a bancos y joyerías, lo que enciende todas las alarmas en París. El inglés elige como nombre en clave El Chacal, parece ser el hombre ideal, con "un plan que posee en su estructura un solo factor, único, lo bastante insólito para atravesar el muro de seguridad levantado en anillos concéntricos en torno a la persona del Presidente". En la primavera boreal de 1963, Charles De Gaulle era el mandatario mejor protegido del mundo occidental, infinitamente mejor que JFK, por ejemplo. 

A partir de aquí, el lector curioso no podrá dejar el libro. Magnetiza los dedos. Asistimos a los minuciosos trabajos del Chacal -nada dejará librado al azar- para preparar el atentado. (No hay en el mundo un solo hombre a salvo de la bala de un asesino, aseguró a sus mandantes).
 

En Londres roba dos pasaportes y encarga otro a las autoridades (una de las cosas más fáciles del mundo en 1963 -nos dice el novelista- es adquirir un pasaporte británico falso). En Lieja, se hace fabricar un extraño fusil de francotirador y en la capital de Bélgica consigue otros tres documentos apócrifos para ingresar al Hexágono.

"Bruselas tiene una larga tradición como centro de la industria de falsificación de documentos de identidad y muchos extranjeros aprecian vivamente la falta de formalidades con que se puede lograr ayuda en este campo de acción", nos explican en la página ochenta y siete (Obsérvese, por cierto, la elegancia de la prosa de Forsyth).

Sin embargo, el secreto es perforado. El Estado francés descubre la conjura en marcha. La segunda parte del libro ("Anatomía de una cacería") y la tercera ("Anatomía de un asesinato") narran una formidable lucha entre dos voluntades de acero. La administración De Gaulle ha decidido que el desafío de dar un rostro, un nombre y un número de pasaporte al asesino solitario es una labor puramente detectivesca. Por ello, otorga facultades temporales de dictador al mejor investigador policial de Francia: Claude Lebel. 

SABROSA CLARIDAD

La prosa temprana de Forsyth se destacaba no sólo por la delicada ironía y la fineza de algunas expresiones, también relumbra por su estilo periodístico, es decir combina claridad en el decir con toneladas de información. El escritor se había fogueado en Reuters y BBC antes de componer The Day of the Jackal. Ya había sido reclutado por los servicios de inteligencia británicos. Sí, Forsyth pertenece al mismo club afortunado (los escritores-espías) que honraron Graham Greene y John Le Carré, entre otros.

La atención al detalle y la precisión del dato son dos cualidades que merecen elogios. Forsyth corre los cortinados y nos permite atisbar escenarios fascinantes. Desde el espléndido despacho de De Gaulle hasta un tugurio de levante homosexual en París son retratados con esmero. Del primero nos dice: 

"Nada había en la habitación que no fuese sencillo, nada que no fuese digno, nada que no fuese del mejor gusto, y sobre todo nada que no constituyera un ejemplo de la grandeza de Francia".

NOSTALGIA

Un suave tono de nostalgia recorre las páginas. Los hechos ocurrieron en los Treinta Gloriosos, aquella época donde a nadie faltaba un trabajo digno y no estábamos todos colgados de las baratijas tecnológicas. En la meticulosa preparación del asesinato de De Gaulle, el Chacal pasó tardes enteras en bibliotecas leyendo la Encyclopaedia Britannica y colecciones de diarios franceses. También compró varios libros sobre el General. Era 1963, no existía Internet. Era un tiempo tecnológicamente más amable que el nuestro; uno -que está poniéndose viejo- se siente tentado de afirmar.

El filósofo Jean-Franois Revel sostenía que la Francia de posguerra "fue una URSS exitosa". El poder del Estado policial -comprobamos en la novela- era aplastante. Los burócratas se reían del respeto de los policías ingleses a las libertades individuales. Aun antes de la llegada de las computadoras, todos los ciudadanos y legiones de extranjeros tenían un legajo en los sótanos de las fuerzas de seguridad.

Uno no puede dejar de meditar, no obstante, sobre qué hubiera pasado en Francia, en Europa, en el mundo si los militares extremistas lograban asesinar a De Gaulle a principios de los años sesenta. ¿La admirable Nación gala se hubiera despeñado a una guerra civil? ¿Kennedy se hubiera salvado por vía indirecta?

"Los gaullistas habían tenido que luchar para sobrevivir a la enemistad americana, la indiferencia británica, la ambición giraudista y la ferocidad comunista", escribió Fortsyth en la página ciento ochenta. ¡Necesitamos una centroderecha así en la Argentina...!

(1) De Gaulle abortó el putch en abril de 1961, según Fortsyth, con un discurso radial extraordinario, dirigido a los militares: "Os encontráis ante un conflicto de lealtades. Yo soy Francia, el instrumento de su destino. Seguidme. Obedecedme".

Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

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