Por Mark Haddon
Alfaguara. Novela de 483 páginas.
En 2003, el polifacético Mark Haddon (Northampton, 1962) publicó El curioso incidente del perro a medianoche. Desde entonces cuenta con una legión de admiradores en cuarenta idiomas. Aguardábamos ansiosos su segunda novela y no será faltar a la verdad afirmar que no mucha gente se sentirá defraudado con ella.
Haddon secciona un trozo de vida cotidiana de la Inglaterra burguesa y próspera, y lo examina con lupa. El resultado es divertido y profundo a la vez. La obra suscita esa agradable sensación que generan los escritores capaces de ejercitar con destreza tres o cuatro trucos del oficio. Emplea frases cortas, bellas como una rosa y eficaces como un latigazo. Hay una opinión inteligente sobre casi todo. Hay una suave nostalgia por aquel mundo antiguo de deferencia y deber. Resulta muy agradable el procedimiento con que se ensamblan los distintos puntos de vista.
El autor retrata a los Hall, una familia de Peterborough que se las trae. George, el padre jubilado, es un neurótico. En el otoño de la vida, su esposa Jean se siente como alguien de las películas por haber encontrado un amante adorable en un antiguo compañero de George. El hijo mayor, Jamie, es gay y sufre problemas de pareja. Su explosiva hermana pierde con demasiada facilidad los estribos mientras cría un hijo insoportable como suelen ser ahora los niños de cinco años. Katie ha decidido casarse en segundas nupcias con Ray, un obrero calificado y decente, una gran persona, a quien George y Jean no aceptan del todo por esnobismo. La deliciosa trama, justamente, gira en torno a si se estropea o no la boda, al tiempo que vemos a George hundirse en la locura.
La tragicomedia es adictiva. ¡Qué notable! En un buen libro, nos deleitan hasta las pequeñas situaciones domésticas.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa.
CALIFICACION: Bueno
PD: La diversidad de opiniones que generó esta obra en la prensa argentina es notable. Se la condenó sin vueltas. A mi me encantó.
Es una novela simplona, fácil y, sobretodo, sensiblera. Malísima.
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