viernes, 10 de octubre de 2008

Al sur de la frontera, al oeste del Sol

Haruki Murakami­
Tusquets. Novela en formato rústico, 266 páginas. Edición 2008.
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­ El lector de este blog conoce nuestra devoción por Haruki Murakami (Kioto, 1949). No faltaría a la verdad quien lo ubique entre los cinco mejores narradores vivos. Su obra conforma un universo extraño, seductor, inconfundible; otro rasgo de los grandes. En ciertos círculos de la Argentina y España, Murakami se ha puesto de moda, lo que induce a la industria editorial a volcar al castellano su vasta obra. Se imprime ahora, en formato rústico, una novela que data de 1998. No es lo mejor que ha escrito, pero contiene todas sus señas personales. Está labrada con una prosa simplemente hermosa

Animan la trama dos enamorados que nacieron bajo el signo de la fatalidad. Hajime y Shimamoto se separan a los doce años y se reencuentran un cuarto de siglo después. En el medio, Hajime destruyó por lujuria las ilusiones (y la razón) de una chica, despilfarró diez años de su vida, se casó bien, tuvo dos hijas adorables, abrió bares exitosos, acumuló una pequeña fortuna. No obstante, se siente incompleto y vacío. La luz del amor a Shimamoto le resulta más real que cualquier otra cosa en el mundo, pero es la luz de una estrella lejana: la vemos hoy aunque fue emitida hace mucho tiempo. El reencuentro resulta perturbador, Japón cambió pero los protagonistas, no. Hay un happy end muy curioso. Hay pasajes que pueden o no ser fantásticos, o mejor dicho son oníricos. El título alude a una canción de Nat King Cole y a una extraña dolencia siberiana.­

Murakami, como Thoureau, es de los artistas que han detectado que la mayoría de los hombres vivimos en un estado de silenciosa desesperación. Dadme una vida de ensueño y extraeré de sus pliegues ocultos una historia tremenda, parece ser el lema del libro. Los fantasmas siempre están presentes aferrándonos al pasado.­
Guillermo Belcore­

­Publicado en el Suplemento Cultural de La Prensa­

­Calificación: Bueno

PD: Tenía una mínima esperanza que este año Murakami obtuviera el Nobel de Literatura. Al menos me hubiera permitido azuzar a María de los Angeles, mi mujer, que lo detesta, aunque no entiendo muy bien por qué. Lo cierto es que los mandarines de Suecia señalaron con el índice a Jean Marie Gustave Le Clezio, un francés que -debo reconocerlo- nunca he leído. Un crítico del diario El Mercurio profetiza que en dos años lo habremos olvidado. La decisión me ha inducido a meditar sobre los Nobel de los últimos años. Postulo que en este siglo lo han merecido Xinjiang, Naipaul, Lessing y Pamuk. Decididamente no, Pinter y Jelinek. No puedo pronunciarme aun sobre Coetzee y Kertesz. Me resulta indignante el desdén olímpico hacia Vargas Llosa.

2 comentarios:

  1. Coincido y no coincido. Si bien Murakami es un excelente escritor, me parece que su obra es despareja. Las que son geniales, en mi opinión, son la crónica del pájaro y la caza del carnero salvaje... lo demás es discutible.

    Un saludo grande.

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  2. Estimado Señor:
    Es verdad lo que usted dice. Debo confesarle que Murakami es casi un capricho personal. A priori resulta censurable que una preferencia se cristalice en prejuicio o bien en veneración, como en este caso. Pero quizás Samuel Johnson esté en lo cierto y el único método válido de crítica es el yo, siempre que (agrego) sea competente y honesta. Permítame insistir, he pasado momentos muy gratos con las novelas de Murakami.

    Mis respetos
    G.B.

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