Slavoj Zizek
Paidós. 287 páginas. Ensayo de filosofía. Edición de 2009. Precio aproximado: 50 pesos
Tres adolescentes irrumpen en la casa de una pareja de jubilados en las afueras de La Plata. Los muelen a golpes y les roban los ahorros de toda la vida. Condenar esa “violencia subjetiva” -plantea este libro- es una hipocresía; el hombre de bien debe denunciar “la violencia objetiva (simbólica o sistémica)” que subyace detrás de esos espantosos arrebatos. Los pibes chorros no son otra cosa que víctimas del capitalismo global, “monstruo autoengendrado que continúa su rumbo con total indiferencia sobre los efectos que provoca en lo humano o lo ecológico”.
Slavoj Zizek (Liubliana, 1949) estudió filosofía en Eslovenia y psicología en París. Es un intelectual de moda; en círculos estudiantiles y para algunos snobs tiene una fama similar a la de una estrella de rock. Su prosa es ardua pero muy legible, pues incorpora elementos plebeyos como películas de Hollywood, chistes o libros de Agatha Christie. Demuestra una gran erudición, aunque abusa del psicoanálisis lacaniano. Parece sentirse cómodo con la definición de fascista de izquierda que le ha colgado su colega Peter Sloterdijk. Es un artesano de la “teoría crítica”, desmenuza los mecanismos ideológicos que regulan nuestras vidas. Condena con igual vehemencia el fundamentalismo islámico y la vacuidad de las democracias actuales. Su truco literario es estar en desacuerdo con todo. ¿Quién no tiene un conocido así en la barra, el típico aguafiestas?
En este ensayo asesina en letra impresa a los “comunistas liberales” -como Soros o Bill Gates-, ”enemigos de cualquier lucha progresista”. Reflexiona sobre el miedo al otro, el lenguaje y la tolerancia de cuño liberal. Finalmente, aprueba con entusiasmo la violencia emancipatoria, basada en el odio que ama o en el amor que odia. Hay pasajes esclarecedores, pero otros se hunden en los abismos de la confusión. Lo mejor del libro, originalmente publicado en inglés, está en el primer capítulo y en los últimos dos. En la página 213, el traductor comete un error increíble. Donde debía colocar Job (el personaje bíblico) escribió “trabajo” (“job” en el idioma de Shakespeare).
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa el domingo 2 de agosto
Calificación: Bueno
PD: Un libro que ayuda a pensar. Aún en sus muchos errores, en sus reduccionismos neomarxistas, me ha resultado inspirador.
Interesante lectura, concuerdo en cuanto a lo del reduccionismo, y por qué no en aquello que citas como "inspirador".
ResponderEliminarHice mi propia lectura del libro aquí: http://criticacreacion.wordpress.com/2009/08/06/hacer-la-plancha/
Un abrazo.
Nunca he tenido el placer de conocer al señor Roberto Giaccaglia, por consiguiente este comentario está inspirado sólo por el amor a la verdad. Todas las reflexiones literarias que incluyó en su blog "Crítica Creación" son muy recomendables, incluso la de Zizek. La lucidez crítica es una virtud rara y valiosísima.
ResponderEliminarG.B.