Rafael Gumucio
Mondadori. 352 páginas. Novela. Edición 2009
Entre los escritores, existe una especie dorada que tiene el talento para desollar sin piedad pero con elegancia a las clases dominantes o a los arribistas. Rasgan el velo y nos muestran las lacras o el vacío que sostienen un entramado social. Evelyn Waugh y John Cheever lo hicieron con los pomposos salones ingleses y los suburbios estadounidenses, respectivamente. Sara Gallardo y Jorge Torres Zavaleta, con nuestra rancia aristocracia vacuna. La deuda demuestra que Rafael Gumucio (Santiago 1970) es de la misma estirpe. La hipocresía, la tontera, el exhibicionismo y el sistema de castas que deslucen al próspero Chile quedan al desnudo. También las miserias políticas.
El libro aclara al comenzar que se inspira en dos historias reales que ocuparon la portada de los diarios chilenos por algunos meses. Un cineasta en ascenso es arruinado por su contador. El traicionero Riquelme estafó a unos quince gallos más. Se desmoronan la productora cinematográfica y el orgullo viril de Fernando Girón. El hombre se sume en la angustia y en hondas elucubraciones que abarcan a la condición humana. Tambalea su matrimonio con Fernanda, un chica bien. Pero sale adelante, a pesar de haber provocado una muerte. En la segunda parte, el maldito Riquelme vuelve a Santiago después de tres años en el exilio. Desata, naturalmente, un pequeño sismo.
La novela siempre resulta interesante. Contiene personajes de carne y hueso, párrafos muy bien esculpidos y recursos provenientes de otras artes como la voz en off. Hay parlamentos cursis y filosofía buena o mala sobre el resentimiento, la envidia y la conciencia. ¿Qué es un estafador?, plantea la obra. El vilipendio de los izquierdistas mojados -católicos o comunistas- y de los derechosos recalcitrantes es otro punto alto del texto. Lo peor, quizás, es la fragmentación en capítulos mínimos, una concesión a la moda y un verdadero fastidio para la lectura. En la página doscientos tres, aparece un error impropio de un universitario. Una verdadera burrada. Dice Gumucio que los argentinos llamamos “el cono urbano” (!!!) al Gran Buenos Aires.
Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata el domingo 6 de diciembre.
Calificación: Bueno
PD: Todos cometemos errores. Yo, que soy un distraído, a cada paso. La estimada Gabrielaa me ha advertido de algunos papelones. Sin embargo, cuando leo algo como "cono urbano" casi me caigo de espaldas. Los libros son textos sagrados, esa es mi superstición. Las editoriales deberían contratar correctores, caray. No obstante, insisto en que la novela realmente me gustó.
PS del sábado 12-12: En el blog de Eterna Cadencia, P.Z. hizo un muy buen reportaje a Gumucio, quien -al parecer- gusta pasearse por Buenos Aires vestido como caballero feudal de Georgia o Alabama.
ay que me pongo colorada y me siento una ridícula!
ResponderEliminar(aunque hablando de todo un poco, en el post sobre El símbolo perdido: "qué clase de contenidos esperaban las masas esperaban", le falta una coma después de "masas" - jajajjaja)
cariños!
Querida Gabrielaa:
ResponderEliminarOuch! En realidad, le sobra un "esperaban". Ocurre que hice una corrección de último momento (cambié el verbo de lugar) y me olvidé de borrar la repetición. Ya lo corrijo.
Tengo una disfunción psicológica. Soy el eterno inconformista y corrijo y corrijo hasta un segundo antes de publicar. Así es como se deslizan errores. No hay manosear tanto un texto, supongo.
Gracias. Valoro muchísimo su ayuda.
G.B.