En el día de la Patria, recibí una hermosa sorpresa. Me escribió Macedonio Fernández. Fue un email, en realidad. El ya no escribe cartas manuscritas pues, como le explicó una vez a Jorge Luis, muchas no llegan, porque omite el sobre o las señas o el texto. “Esto me trae tan fastidiado que rogaría que se viniera a leer mi correspondencia en casa”, confesó al amigo.
Macedonio quiere pedirme que demande a los editores rescatar su obra del injusto olvido. Y que lo hagan con amor. Gasten unos mangos, che, e incluyan en el volumen un prólogo erudito y los debidos comentarios. Qué mejor homenaje para el Bicentenario, que honrar lo más exquisito de nuestro acervo cultural. De paso, Macedonio, genio y figura, aprovecha y me adjunta su Carta a los críticos, una noble bofetada que hace unos cuantas décadas infligió a la estirpe más arrogante de los escribidores. Me ha autorizado a divulgarla:
“Soy el uno que los comprendió, el primero que aferró vuestra definición esencial: son los eternos esperadores de la Perfección y los cotidianamente reducidos a elogiadores de la encuadernación, obligados por el frustrarse uno tras otro, día a día, del poema, la novela, el libro; son los únicos que aman y conciben la Perfección; los escritores nada de esto, publicadores de borradores, libros de apuro, de oportunidad, de rumbeo; la Perfección vendrá algún día en un libro, tal como con razón la esperaban y concebían; hasta ahora no se ha visto Perfección sino en la gracia y poder moral de algunos hombres y mujeres que todos llegamos a conocer alguna vez y que nunca arribarán a la publicidad histórica ni cotidiana”.
“Pero está bien en esperar y estoy seguro de que en el día en que aparezca en Libro la aplaudirán todos unánimes, inmensamente agradecidos”.
“Los escritores, los que no acabamos de entender que hace tiempo debiéramos habernos atenido a la actitud de críticos sabiendo qué terrible fatiga es construir un libro en estrictez de arte y qué mínima la posibilidad de acertar, no sólo sufrimos sino que nos marchitamos pues no hacemos el Libro y en espera de hacerlo perdemos la simpatía de esperar encontrarla en las tentativos de otros”.
“Yo no encontré una ejecución hábil de mi propia teoría artística. Mi novela es fallida pero quisiera se me reconociera ser el primero que ha tentado usar el prodigioso instrumento de conmoción conciencial que es el personaje de novela en su verdadera eficiencia y virtud: la de conmoción total de la conciencia del lector, y no la de ocupación trivial de la conciencia en un tópico particular, efímero, precario, de ella, y que con esto y algunos otros pensamientos que van formulados en el conjunto del libro en camino, hago más llegadora esa Perfección que ustedes esperan, y, ejemplificando algo también, una severa doctrina del arte literario”.
“Si me equivoco, no seré el primero ni el último. Pueden sentenciarlo con todo rigor”.
“Yo bien comprendo que mi obra los dejará esperando la Perfección, quizá más agudamente. Si más agudamente, mi libro sirvió”.
“Soy el alguno que adivino que saben lo que no es la Perfección”.
M.F.
MUY BUENO este agregado.
ResponderEliminarOjalá pueda generar cosas....
Ale
(desde Chile)
Increíble la conexión! El viernes fui a una librería de caballito a buscar le última novela mala...de Macedonio...Adriana Buenos Aires... Para mi hijo.
ResponderEliminarVOy a creer en las brujas en estos días a través de tu blog!
Besos
Perdón...me olvidaba de comentarte, el disco del Indio que hace referencia a Clarice, es "Porco Rex"...
ResponderEliminarMas besos nocturnos.