Guy de Maupassant
Ediorial Diada, 188 páginas. Cuentos. Edición 2010
En 1880, el grupo Medán, liderado por el brioso Emile Zola, organizó una velada para reflexionar sobre la infame guerra franco prusiana. Se estableció que el último en leer su trabajo fuese un tal René Albert Guy de Maupassant, discípulo de Flaubert, que hasta allí no había publicado nada especial. Pero el relato Bola de sebo causó una conmoción. El joven normando fue ovacionado y ungido como maestro. Maupassant empezaba a transformarse en el narrador de moda en Francia, la más literaria de las naciones.
Un siglo después, la lectura de ese cuento realista sigue provocando un placer sublime. Es una obra maestra en su género y, acaso, la más eficaz reprobación que se haya escrito sobre aquella figura platónica llamada burgués, que designa a "los representantes de la sociedad serena y fuerte, personas distinguidas y sensatas, que veneran la religión y los principios''. La hipocresía, como se sabe, es una de sus señas de identidad. Es gente que piensa con el estómago, diría el buen Flaubert. Vaya, por ejemplo, a las confiterías más caretas de Alto Palermo y los verá a raudales.
Siempre es ocasión propicia para retornar a los clásicos. Esta oportuna reimpresión incluye Bola de sebo y otros nueve cuentos que le van a la zaga, pero no tan lejos. La prosa es precisa, tan sobria como exagerada, depende del momento. Hay un mequetrefe que comete la imprudencia de llevar a casa una mano disecada. Hay un niño robado por saltimbanquis. Hay un hombre que enloquece tras leer a Montesquieu. Hay tres o cuatros relatos sombríos que anticipan la prematura muerte de Maupassant. Los textos delatan, en efecto, que había perdido la fe en Dios y en el mundo y que tenía pánico a envejecer. A los 42 años, el exitoso hombre de letras y gran seductor intentó tres veces cortarse la garganta con una navaja. Murió dieciocho meses después en un manicomio. Decía Quiroga que en los cuentos de Kipling, Poe, Chejov y Maupassant debemos confiar como en Dios.
Guillermo Belcore
Una versión más corta de este comentario fue publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Ser lector y no haber leído Bola de sebo es una contradicción grave.
La otra campana: En la primera mitad del siglo XX, un estudioso compiló opiniones notables sobre Maupassant. Louis-Ferdinand Celine, ese genial canalla, hizo picadillo al autor de Bola de sebo. Copio y pego:
"Las letras americanas tienen un retraso aproximado de 50 años con respecto a las letras europeas, que han padecido, desde hace medio siglo, su enfermedad naturalista. Maupassant no ofrece para nosotros, actualmente, ningún interés. Todo ha sido dicho, hasta la saciedad, en tesis, cursos o controversias, sobre el vivaracho novelista. Creo, evidentemente, que los novelistas americanos, están aún a la cola de Maupassant. Eso les pasará. Maupassant ha sido el inspirador «refinado», «sensible», «peripuesto», del que usan y abusan todos los periodistas actuales del mundo entero. En cuanto al fondo, es nulo, como todo lo que es sistemáticamente «objetivo». Todo nos debe alejar de Maupassant. El camino que seguía, como todos los naturalistas, conduce a la mecánica, a las fábricas Ford, al cine - ¡Falsa Ruta!"
Que buen articulo se logro una excelente reflexión muy objetiva por cierto, gracias un saludo.
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