domingo, 12 de diciembre de 2010

Irán

Michael Axworthy
Océano. Ensayo de historia, 380 páginas. Edición 2010

Para quien sabe, y sabe que sabe,/
al cielo se alza de la mente el corcel./
Quien no sabe, pero sabe que no sabe,/
en cojitranco asno el destino intuye./
Quien no sabe, y no sabe que no sabe,/
esclavo ha de ser de semejante desatino.

Naser od-Din Tusi (1201-1274)

Existen, básicamente, dos clases de países. En primer lugar, los “artificiosos“, es decir, aquéllos que han surgido de un compromiso político o del capricho de los poderosos. Churchill se jactaba de haber inventado Jordania, “un domingo después de almorzar”. Y en segundo término, están las naciones “reales”, las que se plasman con naturalidad en una antiquísima unidad cultural. Irán, la magnífica Persia, es una de ellas.

El señor Michael Axworthy es otro caso típico de la Gran Bretaña: diplomático y catedrático que se enamora de su objeto de estudio. En este libro sostiene que “no hay una sola faceta de la cultura iraní que, a lo largo de la historia y de un modo u otro, no haya incidido en el devenir de los seres humanos”. Esta bien la exageración. Hegel decía que nada en la vida se hace sin pasión. Pues, si por un lado tanto entusiasmo puede distorsionar la realidad, por el otro torna apasionante el recorrido por tres mil años de historia desde Zoroastro o Zaratustra, el profeta risueño, hasta el presidente Mahmud Ahmadineyad, el negador del Holocausto.

La historia sintética de Irán describe una religión casi tan antigua como el mundo; relata las antiguas glorias de medas, persas y partos; denuncia las calamidades que provocaron Alejandro Magno, los carniceros mongoles y el colonialismo occidental y ruso; esclarece sobre las divisiones que agitan el Islam. El profesor Axworthy es hábil para detectar el factor común: si hay algo que suele trastornar Irán es una revolución encabezada por un clérigo carismático, que proclama la ortodoxia, destrona a un monarca opresor y cuenta con el apoyo de las clases oprimidas. Especialmente interesante es el capítulo que elogia la poesía antigua, de origen sufí, que canta al amor, las rosas y el vino, y que Occidente celebra de tanto en tanto, hoy de manera tonta por la New Age.

A pesar de que el propósito del libro es reivindicar el genio iraní, el libro no es condescendiente con Jomeini y sus sucesores. Irán no es hoy un país totalitario, pero “está gobernado por hombres taimados, mientras las mentes más lucidas emigran, están en la cárcel o, atemorizadas, guardan silencio”. ¿Quién puede ser tan moralmente idiota como para defender a un régimen que condena a la mujer adultera a morir lapidada?

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

PD:
El ensayo es sólido pero de tanto en tanto aflora uno de los vicios más extendidos entre los catedráticos modernos: el disparate. En el afán de mostrarse originales, esbozan teorías francamente alocadas. Axworthy, por ejemplo, dice al pasar que el genio de Alejandro Magno deviene de su naturaleza femenina; es decir, si no hubiese sido homosexual no habría derrotado a los persas en Gránico, Issos y Gaugamela. Yo no creo que las cualidades intelectuales -mucho menos la destreza militar- provengan de las preferencias sexuales.


PD II: Tengo un par de amigos que aplican a pie juntillas esta estrofa afortunada de Fajroddin al Iraquí:
“Del temor del Dios y del sacrificio abomino; sólo vino quiero./
A fuer de sincero de mi hipócrita devoción también reniego./
Vino, pues, traedme, que a toda abnegación he renunciado:/
y por fanfarronada y vanidad tengo la rectitud que profesaba“.

Yo, en cambio, sugiero aplicar las enseñanzas del poeta persa Sa’di:
“Si el día del Juicio Final respeto te impone,/
los yerros de quienes te temen mira de perdonar:/
no oprimas a quienes por debajo de ti están,/
que mano más fuerte se alzará sobre la tuya“./

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