Editorial Crítica. 478 páginas. Edición 2010.
``Todos los hombres engañan a sus mujeres, hasta los mancebos de barbería. Todos, y sin motivo, sin justificación. Yo por lo menos tengo una justificación''.
``La guerra es horrible, pero hay que hacerla... el hombre nació para la guerra como la mujer nació para la maternidad''.
``Los ingleses son un pueblo que piensa con el culo, no admiten una supremacía''.
``Los grandes hombres son más odiados que amados, porque nadie quiere reconocer que es inferior a ellos''.
Benito Mussolini
En 2015 será esclarecido otro enigma de la Segunda Guerra Mundial. ¿Claretta Petacci fue reclutada por el servicio de inteligencia británico? ¿Usó Benito Mussolini a su amante favorita para mantener un canal abierto con Churchill hasta último momento? En cuatro años, se levantará por completo la férrea y sugestiva censura de siete décadas que impuso el estado italiano a los diarios de Claretta. Hasta entonces podremos disfrutar sólo de la primera parte de los mismos. Abarcan desde 1932 hasta 1938 y ofrecen un retrato minucioso del apogeo del fascismo y de El Duce en pantuflas, por así decirlo.
Los diarios tienen pasajes francamente cómicos. Que un autócrata de 53 años -uno de los hombres más poderosos del mundo- se hinque de rodillas ante su querida para suplicarle perdón tras haberlo sorprendido in fraganti con una de sus mil amantes ocasionales no puede sino provocar risa. Claretta satisfizo tanto las desaforadas apetencias carnales de Mussolini como su necesidad de amor romántico y evasión trivial. La chica, de veintipocos años, enfermaba de celos. Obligaba a su Benito a llamarla por teléfono hasta doce veces por día.
El aficionado a la Historia sabrá apreciar el volumen del sello Crítica. Revela el fastidio de Mussolini con Franco, su odio al pueblo francés y su visceral antisemitismo. La crónica íntima no sólo está repleta de escenitas grotescas, también esboza una coherente y malvada visión del mundo. Es rico, además, en pormenores de episodios tan trascendentales como el Anschluss o la Conferencia de Munich. Claretta era una grafómana, o una bien espía concienzuda. Si por un lado se humaniza al dictador (como cuando se queja de la esposa o come mandarinas o mira dibujitos animados) por otro lado se nos recuerda página tras página que una dictadura es fuente inagotable de muerte, destrucción y arbitrariedad. Aun en la dulce Italia.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: La democracia, tan denostada siempre, es una magnífica convención inventada por los griegos para resolver uno de los principales problemas que aquejan a las sociedades, el problema de la tiranía. Todos los otros entuertos se van solucionando, en democracia, con distintas herramientas políticas o económicas. Una dictadura implica, por ejemplo, que si al dictador no le gusta, digamos, una obra de teatro, esa obra desaparece de cartelera. Si un día el tirano decide que la Nación necesita un Imperio -como Mussolini en los treinta- entonces miles de jóvenes morirán impunemente en los páramos de Etiopía o de Libia. O en las Malvinas, por caso.
Querido Asterion.
ResponderEliminarDéjeme darle un simple ejemplo:
si:
a2 = b2
(entender a al cuadrado igual a b al cuadrado)
....
no significa que...
a=b
Eso es el eterno problema de la DEMOCRACIA, LA DICTADURA y las demas formas de llevar a cabo la vida en sociedad.
Esos pequeños cambios de signo...y la VERDAD DEL MODULO, suelen cambiar todo....y hacer LA VIDA MISERABLE DE LA PARTE DEL PUEBLO que aspira a trabajar y ser feliz.
saludos
ALEJANDRO
(desde Chile)