RBA - 192 páginas. Ensayo de arte y literatura. Edición 2010
“Espero con ansia un tiempo en el que el hombre avance impulsado por algo más digno y elevado que su estómago”.
El bibliófilo Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) escribió una obra extraordinaria (Una historia de la lectura) que le ha granjeado el respeto universal. También publicó algún ensayo interesante, una encantadora aproximación a Borges y novelas que difícilmente sean recordadas. Ahora, ha considerado oportuno dar a la imprenta una serie de conferencias. Nunca es ocioso repetirlo: no todo lo que se dice merece ser convertido en libro.
El volumen es desparejo; brillante por momentos, tedioso en otros. Aparece el mejor Manguel cuando se dedica a glosar textos eminentes. El autor, sin duda, tiene talento para reproducir magníficas citas y para transmitir dichosas experiencias de lectura. Ser un glosador, por cierto, no es un demérito. Como se dice aquí, “es la persona que encuentra sus propios pensamientos expresados en palabras de otros”. No tan feliz resulta la segunda naturaleza del libro. Cuando Manguel se empeña en divagar, jugar al antropólogo o levantar el dedo índice para amonestar a los poderosos (…“lo que Gordon Brown no entiende“…) no da la misma sensación de inteligencia.
Básicamente, se intenta demostrar que la verdad de la ficción es superior a las falsas verdades de la religión y la política. Se alza la voz contra los filisteos, las maquinarias económicas ciegas e inmorales, los buscavotos xenófobos. ¡Ay, corrección política, cuantas obviedades se dicen en tu nombre! Se postula que una lectura creativa de, digamos, El Quijote o la epopeya de Gigalmesh pueden conducir a un cuestionamiento del poder y a exigir el fin de la injusticia. Sorprendentemente, Manguel adscribe a las teorías conspirativas. Denuncia una conjura editorial: “la industria debe inculcarnos la estupidez porque nosotros no nos convertimos en estúpidos de forma natural. Por el contrario venimos al mundo como criaturas inteligentes, curiosas y deseosas de aprender”. Esta reivindicación tardía y trivial de Rousseau, tiene razón en un punto: no todo lo que se habla debería ser publicado.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa
Calificación: Regular
PD: El señor Manguel incluye al final una impresionante bibliografía consultada. Quizás el propósito haya sido justamente ése, impresionar
“Espero con ansia un tiempo en el que el hombre avance impulsado por algo más digno y elevado que su estómago”.
Jack London
El bibliófilo Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) escribió una obra extraordinaria (Una historia de la lectura) que le ha granjeado el respeto universal. También publicó algún ensayo interesante, una encantadora aproximación a Borges y novelas que difícilmente sean recordadas. Ahora, ha considerado oportuno dar a la imprenta una serie de conferencias. Nunca es ocioso repetirlo: no todo lo que se dice merece ser convertido en libro.
El volumen es desparejo; brillante por momentos, tedioso en otros. Aparece el mejor Manguel cuando se dedica a glosar textos eminentes. El autor, sin duda, tiene talento para reproducir magníficas citas y para transmitir dichosas experiencias de lectura. Ser un glosador, por cierto, no es un demérito. Como se dice aquí, “es la persona que encuentra sus propios pensamientos expresados en palabras de otros”. No tan feliz resulta la segunda naturaleza del libro. Cuando Manguel se empeña en divagar, jugar al antropólogo o levantar el dedo índice para amonestar a los poderosos (…“lo que Gordon Brown no entiende“…) no da la misma sensación de inteligencia.
Básicamente, se intenta demostrar que la verdad de la ficción es superior a las falsas verdades de la religión y la política. Se alza la voz contra los filisteos, las maquinarias económicas ciegas e inmorales, los buscavotos xenófobos. ¡Ay, corrección política, cuantas obviedades se dicen en tu nombre! Se postula que una lectura creativa de, digamos, El Quijote o la epopeya de Gigalmesh pueden conducir a un cuestionamiento del poder y a exigir el fin de la injusticia. Sorprendentemente, Manguel adscribe a las teorías conspirativas. Denuncia una conjura editorial: “la industria debe inculcarnos la estupidez porque nosotros no nos convertimos en estúpidos de forma natural. Por el contrario venimos al mundo como criaturas inteligentes, curiosas y deseosas de aprender”. Esta reivindicación tardía y trivial de Rousseau, tiene razón en un punto: no todo lo que se habla debería ser publicado.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa
Calificación: Regular
PD: El señor Manguel incluye al final una impresionante bibliografía consultada. Quizás el propósito haya sido justamente ése, impresionar
Le ha dado sin misericordia al pobre autor, yo personalmente primera vez que me mantengo en duda, porque por lo general es lo contrario, se elogia a los amigos y TODOS SIN EXCEPCIÓN caen en lo mismo, Manguel me intriga, dicen que es un apasionado que escribe sobre literatura y por eso me gustaría leerlo, sus novelas son secundarias, quiero leer al crítico, al ensayista, como es mi costumbre aguardaré pacientemente mientras lo busco. Justo que escribe lo de que Manguel es bibliófilo, yo he escrito no hace mucho sobre eso, algo sencillo y breve, es un tema que me acerca a ese escritor, lo que me da por darle siquiera una oportunidad a ver que resulta. Como no es de los más conocidos, eso le agrega algo, más su pasión por las letras que es lo atractivo en él, haber que dice de ellas desde su perspectiva. Saludos y espero que me visite, podría comentar algo sobre la bibliofilia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mario