Acabo de leer un párrafo magnífico de Silvina Ocampo que puede que venga a cuento. Ya hablaré más adelante de las cualidades literarias de Autobiografía de Irene, una recopilación de relatos breves que data de 1946. Me gustaría, mientras tanto, compartir este ecologismo de espléndida retórica:
“¿No la oyen ustedes? Las flores y todos los elementos que componen la naturaleza tienen voces sutiles. El espacio está tejido por estas voces. El silencio jamás es absoluto. En las noches más profundas oímos siempre un murmullo lejano, revelador de una suma de infinitesimales voces: todos los pensamientos que se formulan en el mundo vibran en esas voces. En una piedra podemos oír, si escuchamos con atención, el trayecto del tiempo; en el ruido de la lluvia podemos oír a las mujeres de la antigüedad elaborar secretos; en el estruendo de las olas que se elevan en los mares podemos oír la aclaración de algunos hechos históricos; ciertas alondras nos traen anuncios del futuro más próximo. Si ustedes no se dignan oír estas voces, ¿cómo podría un dios oír las vuestras?”.
Silvina Ocampo
Si me dieran a elegir entre la vida de la lechuza y la asquerosa y sucia vida de ese maldito jugador de futbol (Luis Moreno) no dudaría en mandar a las fauces de mismisimo infierno a ese miserable jugador de mierda, que no merece menos que morir mutilado.
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